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La columna del lector

Perrócratas

Leer, escuchar y ver en los medios escritos las noticias que nos llegan estos días acerca de los Jardines del Solarón (Gijón) tienen un punto de incredulidad ante las premisas y promesas que algunas partes implicadas, como son la Administración local y las asociaciones de vecinos, nos hacen llegar a la gente normal y corriente, llamados ciudadanos.

Aunque la sociedad vinculada al suelo liberado se llame "Gijón al Norte", estas personas ahora reivindican que la barrera ferroviaria se quede tal y como se adecentó de manera provisional. Más que maná del cielo, les ha llovido aquel famoso "pipican" que hace años se instalaba en Gijón y ahora, adentrándonos en una corriente llamada perrocracia, se quieren hacer bastión y baluarte diciéndonos que es un bonito parque para uso y disfrute de todos los gijoneses. Esa última afirmación no se la puede refutar nadie. Guapo, guapo, pero que muy guapo. Pero, ¿quién lo paga y para qué sirve? ¿Quienes son todos los gijoneses?

Ante las presiones y una forma de vida que considera que una mascota es un miembro más de la familia, se ceden espacios públicos para el divertimiento de estos animales, y me parece razonable, pero de ahí a querer que el ordenamiento viario dependa de los gustos de estas personas ya no casa con mi pensar.

Estos jardines, mal que nos pesen, son símbolo de una negociación fracasada y en vez de hacer que una Gijón dormida despierte como en la época de IKE, Naval o Monroe, pidiendo a todos los organismos que no nos convirtamos en la vergüenza de ser la única ciudad que ha pasado a tener una estación de tren que nos permitía ir andando a trabajar (sí, sin recorrer la explanada de casi un kilómetro que nos lleva al cubículo en el sur del río Pilón. Buen nombre para una película de John Huston), a ser la ciudad que quiere que, en vez de organizar una barrera verde, donde podrían tener cabida tanto perros, como edificios, como disfrutes socioculturales, a dejar unos enormes praos, que se inundan cuando llueve y algunos propietarios de perros dejan llenos de heces, sin ningún uso más que ver crecer el césped y aumentar la contribución al realizarse más conservación de jardines con los mismos contribuyentes.

Yo no escuché a ningún amante de la bicicleta que pidiese que se cerrase la avenida de Castilla cuando se realizó el aparcamiento para que sólo fuera peatonal. O a nadie se le ocurriría que si alguna vez se cortase la avenida de la Constitución se instalasen más jardines. No. La ciudad, básicamente, exige ordenación y racionalización, de todos y para todos.

Pues eso mismo les pido a los perrócratas y a los vecinos implicados. Exijan un diseño acorde, busquen usos que beneficien a todos, que se participe en el diseño lo máximo posible y que consideren que sus mascotas tienen su lugar y no la parte por el todo. Y todos y entre todos pongamos una estación soterrada en el centro de la ciudad que es lo único que viajeros, trabajadores, turistas y demás congéneres estamos exigiendo.

Una estación tan acorde con el tiempo de globalización que vivimos que haga convertirse Gijón-Centro en el centro de Asturias.

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