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Era sábado y ocurrió en la iglesia de San José

Memoria de lo sucedido en el encierro minero de septiembre de 1971 en un relevante templo parroquial gijonés

Franco seguía siendo "por la G. de D.", decían sus monedas, Jefe del Estado. D. Carlos Díaz y Díaz era el párroco titular de San José. Ejercía la alcaldía de Gijón, el popular médico traumatólogo don Luis Cueto-Felgueroso. El Gobierno Civil de Oviedo lo desempeñaba el camarada José Manuel Mateu de Ros, de incierto recuerdo. A la fecha, todos están fallecidos. La iglesia sigue en pie. Y como si fuera un faro viejo, pero seguro y de fiar, sigue en Oviedo dando luz el entonces arzobispo titular de la archidiócesis, don Gabino Díaz Merchan, que en 1971 estaba en la mitad más favorecida de su vida.

En la iglesia de San José se encontraban encerrados para protestar del desprecio y olvido en que los tenía la Autoridad, más de dos centenares de jubilados mineros, entre ellos el escritor, activista social y exempleado de la mina Manuel D'Andrés, "Manfer de la Llera", que contribuyó a hacer de Pumarín, lo que hasta hace no mucho tiempo ha sido: tierra de promisión, salud y solidaridad, que dejó crónica del suceso en sus "Coses Vivíes"?

Esteban Sandoval, sacristán titular de la parroquia, todavía sin alumbrar el día, se encuentra entre los jubilados. Durante los nueve días que los "indóciles-jubilados" estuvieron encerrados en la iglesia, ha cuidado del orden y de las necesidades de todos: sacerdotes, fieles, mineros y familiares. Y en la sacristía, revistiéndose para celebrar la misa de las 8, está el joven coadjutor, de 25 años, responsable de la iglesia por ausencia de su titular, don Jesús Menéndez Peláez, más conocido en Gijón por su larga, fértil y litúrgica presidencia del Foro Jovellanos; en Oviedo, por sus clases; y en Salas, porque después de jubilado ha decidido convertirse en elemento de presión...

Son las 7:30, y a la puerta de la parroquial ya está la fuerza pública, con su entonces clásico atuendo gris: los grises. El capitán se apellida Badás, que además de fuerza de orden era entrenador de un equipo Pelayo local, de la Tercera División, que no podía esperar ni un minuto más, pues traía orden expresa del camarada Gobernador y Jefe Provincial, de desalojar de "protestantes" la santa iglesia.

No era la primera vez, ni sería la última, que las "fuerzas" entraban a poner orden en una "Casa de Dios". La policía ya había "entrado" en la catedral de Madrid el sábado 31 de mayo de 1969, para lanzar fuera de sus muros protectores a 26 mujeres, hermanas e hijas de presos políticos que pretendían hacer una huelga de hambre para protestar por las "condiciones" de "humanidad" con que eran tratados sus deudos. Luego, más trágico y sonado, vendrían los sucesos de la Catedral de Vitoria, muerto Franco? Pírrica Victoria de un Fraga ausente: "Los muertos son vuestros; la iglesia es mía", pensó, aunque no osó decirlo ni a su almohada...

Entra la fuerza gris en el templo gijonés. El sacristán avisa al coadjutor. El coadjutor sale al templo y se encara con el capitán-entrenador, produciéndose el siguiente diálogo, que bien merecería una cantata, música de la célebre compositora Ana de Silva:

-Jesús: "Señor Badás, la iglesia no autoriza este desalojo por la fuerza".

-Centurión: "Yo traigo la orden de mi superior de desalojar a los encerrados por las buenas o por las malas, y así lo haré".

-Dice Jesús al coro del pueblo asustado: "Queridos hermanos, jubilados y policías: la situación ya la ven ustedes. Hay una orden del gobernador civil para desalojo, incluso por la fuerza. La iglesia no la autoriza. Queridos jubilados, yo no os echo de este templo; durante este tiempo que compartí con vosotros estas estancias me habéis respetado, y habéis respetado y mantenido el decoro que este lugar sagrado exige; por tanto yo no os echo de aquí. Queridos hermanos policías: vuestro jefe trae orden de desalojo incluso por la fuerza; yo apelo a que se tenga en cuenta la situación física de nuestros jubilados, algunos privados de movilidad; apelo igualmente al lugar sagrado en el que nos encontramos. Yo no puedo hacer otra cosa? ¡Que sea lo que Dios quiera! Amén"

-El centurión anuncia: "Por tercera y última vez, os digo: desalojen la iglesia".

El pueblo, coro de aquella tragedia, se apiña, se abrazan unos a otros, y se abrazan a los bancos.

-Se rompe el silencio con un rugido:

"¡Tropa, a la carga!".

Pistolas desenfundadas, toletes al viento, lágrimas de miedo, gritos de vencer o morir?, y "vieyos rodando por el suelu, otros marchando atrompecaos, otros con les cares ensangrentaes"? Tiempo de pasión y desorden. Gran acorde final.

Fuera de sí por el suceso, el capitán entra en la sacristía. El sacristán mayor le afea el proceder despiadado del servicio de orden; el capitán toma el tolete de uno de sus guerreros, y le descarga un golpe seco y violento al sacristán. El sacristán aún conserva en su hombro izquierdo la huella indeleble del golpe, pero, -traduce Rafael Rodríguez Valdés-, "repostió al mandu con un directu a la quexada, que valtó al sorprendíu oficial". ¡Contado en asturiano, no es delito, sino justa respuesta!

Después, nada. El sacristán siguió en sus funciones: cuando fue menester ayudó en la distribución de la comunión a los fieles; no volvió a darla a ningún mando. Y ahí sigue: luchando a brazo partido con su próstata? ¡Avanti!

El coadjutor y algunos jubilados fueron juzgados en el Simancas en Consejo de Guerra. Los jubilaos, "por la tunda recibida"; el buen Jesús, por la cantata? El centurión no se atrevió a denunciar el "directu na quexada".

Seguro que no queda ninguno de aquellos esforzados jubilados vivo; pero los descendientes, si no lo sabían, ahora saben que por sus mayores, Esteban Sandoval, sacristán mayor de la parroquia de San José, hoy jubilado, propinó un formidable directo a la mandíbula, -quexada-, del "Oficial al mando" de la centuria invasora de la "Domus Dei". Que el buen Jesús, coadjutor encargado de la parroquia, por decir cuatro verdades, fue sometido a Consejo de Guerra, "de nuevo Jesús fue juzgado por defender a los pobres y oprimidos, que pasan hambre y sed de pan y justicia". Pero salió absuelto. Los "vieyinos" a los que tanto "tundieren", fueron condenados, como es lógico, por agresión, y desobediencia.

-"Con el mando no hay quien pueda", sentenció el abogado defensor de todos, -coadjutor y jubilados-, José Ramón Herrero Merediz, el recordado "Mere" que, por comunista con carnet, había sufrido pena de cárcel y, de mano de un "social" pequeñín, muy dolorosos tirones de orejas.

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