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Crítica / Música | Musicólogo

Elegancia y embrujo en escena

El ballet de Víctor Ullate renueva a Falla en un espectáculo que aúna tradición con innovación en las formas

Tanto la obra como la compañía actuaron de perfecto reclamo; son pocos quienes no han oído hablar de "El amor brujo" de Falla, el ballet más conocido del compositor español más internacional, y pocos también a los que no les suena un nombre como Víctor Ullate, que lleva más de tres décadas en primera línea de la escena de danza nacional. Sin embargo, tanto reclamo junto genera muchas expectativas, y en más de una ocasión hemos visto decepciones estrepitosas de producciones que apuntaban a éxitos rotundos. No fue el caso del espectáculo que el pasado miércoles vimos en el Teatro Jovellanos; la nueva versión del ballet que Víctor Ullate estrenó en la Maestranza en 1994 supo aunar respeto a la tradición e innovación en las formas, en un espectáculo fluido que atrapa al espectador con su embrujo desde la primera escena.

Todo empezó desde la penumbra, con el único sonido del fuego y una primera danza a dúo llena de pasión y contraponiendo el rojo y el negro en los ropajes. Cuando la atmósfera ya estaba creada, el sonido del agua, de las olas del mar, dio paso a una escena que se fue llenando de personajes, brindando algunos de los números más complicados de coordinar sin caer en excesos. Así, la multitud fue capaz de representar escenas paralelas cargadas de afecto sin manierismos, con una gestualidad contenida capaz de captar y guiar la atención del espectador sin reclamos violentos ni exagerados. Las figuras funcionaron a la perfección para cumplir con la iconografía que precisa la narración de la obra, y la mezcla de emociones se transmitía de forma sutil: desafío, desgarro, desamor, desolación? ninguno de ellos más alto que otro, mientras en la música se sucedían una nana, canciones de amor y otras piezas con aire marcadamente andaluz.

La llegada del tercer elemento, el aire en forma de viento, marcó el paso al ultramundo, uno de los pasajes más novedosos y que rompieron la dinámica andalucista que se había impuesto hasta ese momento. El color negro se adueñó de la escena, con una estética gótica de corte post-punk tanto en la música como en la iluminación y el vestuario; la danza se volvió menos costumbrista, y si bien quedó perfectamente marcado el contraste entre el mundo de los vivos y el del espectro, algunas figuras resultaron algo monótonas o demasiado repetitivas. La vuelta a la luz fue el gran momento para los primeros bailarines: Josué Ullate (José) tuvo un magnífico número a solo con el que acabó de conquistar a Candela (Marlén Fuerte), que arrancó los aplausos tras la famosa "Danza del fuego"; KseniaAbbazova (Lucía) tuvo su protagonismo seduciendo a Dorian Acosta (Carmelo), quien al igual que LeyreCastresana (pitonisa) tuvo un papel más repartido en la obra que supieron rematar con una convincente actuación en la recta final.

Bailarines, coreografía, escenografía, iluminación, vestuario y música; todos pusieron de su parte para mantener al público del teatro en vilo hasta el amanecer final. Cuando caía el telón, comenzó una sincera y sonora ovación que se prolongó varios minutos. Un teatro lleno rendido a este espectáculo daba una calurosa bienvenida a una nueva edición del festival "Danza Gijón", que en los próximos días llenará de espectáculos la ciudad.

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