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Otra maldita tarde de domingo

La invención del compás

En Shylock. En eso iba pensando cuando una mujer entró en el autobús. A su lado, un adolescente mantiene a voz en grito que él es puertorriqueño. "Eres español", repetía su presumible madre sin descanso. Aquella mujer, no muy mayor pero ya en cierto modo avejentada, parecía limitar sus argumentos, como si los motivos reales de encontrarse hoy allí fueran incomprensibles para el joven. Son momentos en los que nuestro pasado cede ante nuestro presente, en función de aquellos que vendrán. Porque quién sabe lo que habrá hecho esa mujer para estar con su hijo hoy en el autobús, pensaba yo.

La situación, que es la que es, sólo crece en complejidad. Cierto día, en la librería que consume mi tiempo libre, charlaba con el que por entonces era nuestro vigilante. Me ofrecía la sencillez con que descubrir a cualquier ladrón. "¿Ves? Este que acaba de entrar nos roba. ¿No ves que es negro?" El presunto ladrón bajaba las escaleras en dirección a otra planta, mientras el asunto con mi compañero se desviaba hacia su país de origen. "No, yo no soy de aquí, pero estoy totalmente integrado." Provenía de Sudamérica y enumeraba sin falta la tragedia del excedente migratorio, compaginando las llamadas a su familia con la crítica a "todos los ladrones que están llegando aquí." Minutos después, el hombre que había descendido a la planta de Estudios literarios, nuestro presunto ladrón, el negro, llegaba a la caja con un buen cargamento de libros. "Prepárate, te la va a jugar. No va a pagar ni uno." Pero el hombre no era sordo. Ni cobarde. Le miró fijamente y le hizo la siguiente pregunta: "¿Hacéis descuento para la Real Academia Española?" .

La situación, que es la que es, debería crecer en pluralidad. Muchas veces entablamos un debate con la historia que no se acerca a nuestro presente. Como yo, que en el diálogo de una madre con un hijo ya fabulo -quizá en exceso- sobre los pormenores que conlleva establecerse en un país ajeno; como el vigilante, que aún siendo extranjero ataca a los que viven fuera de su filtro de españolinidad; como el Shylock de Shakespeare, el judío que canalizaba el odio de todo un pueblo en "El mercader de Venecia", del que David Markson hizo una interesante reflexión: "Si Eduardo I echó a todos los judíos en 1290, y no se les permitió regresar hasta 1655, ¿de dónde sacó Shakespeare a Shylock?" Quizá del juicio al pasado. De lo que aún seguimos siendo. De la invención del compás.

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