La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Por libre

Con "r" de reventa

Las dificultades que hay que sortear para conseguir una entrada para el concierto de una gran banda internacional

Lo conseguí. Son mías, sólo mías y nada más que mías: dos entradas para el concierto que los "Guns N'Roses" ofrecerán el 30 de mayo del año que viene en Bilbao, dentro de su esperadísima gira europea y que finalmente tendrá a Madrid y al Vicente Calderón como escenario del segundo concierto programado en España, además del de la capital vizcaína. Llegados a este punto, alguien sabrá qué hubo de cierto en aquella noticia que llegó a publicarse de que Gijón competía por albergar uno de los conciertos de la banda californiana. En Bilbao se habla de un beneficio para la ciudad que podría superar los siete millones de euros. No son cifras para nada despreciables en los tiempos que corren. Alguno aquí podría tomar nota.

Yo por mi parte les confieso mi enorme alegría. Más allá de mi predilección particular por el hard rock de los "Guns N'Roses", que creo compartimos muchos de los nacidos en los prolíficos (musicalmente hablando) años setenta y ochenta, es el rock el género musical con el que de largo más me identifico y al que siempre he recurrido y recurro, cuando ando necesitado de un "chute" inmediato de energía positiva, en esos días grises que todos alguna vez padecemos.

Así que si nada lo impide (cruzo los dedos, incluidos los de los pies), Axl, Slash y el resto de su actual banda saldarán conmigo una cuenta que teníamos pendiente desde hace la friolera de veinticinco años. Entonces, yo fui uno de los miles de damnificados por la suspensión del concierto que había de celebrarse en el Vicente Calderón, al detectarse aluminosis en el ya por aquel entonces vetusto recinto colchonero.

Admito que este y no otro fue el principal motivo (llámenlo si quieren absurda superstición), por el que desde el primer momento preferí decantarme por la ciudad bilbaína y por su nuevo y flamante estadio de San Mamés. Una vez tomada la decisión, llegaba la parte complicada (no pueden imaginarse hasta qué punto): hacerse con las entradas. Si se me permite el juego de palabras, solo me faltó llamar a las puertas del cielo para lograr el objetivo. No fue necesario, pero casi. Les explico por qué.

Es probable que a muchos les resulte familiar la escena que trataré de describirles: diez de la mañana; hora establecida para la puesta en venta de las entradas. Dedo índice de la mano derecha pulsando como una ametralladora el botón F5 para refrescar la página web donde debería de aparecer el link de acceso a la venta, pero que, ¡oh, sorpresa!, no deja de colgarse o cuando por fin conseguimos acceder, nos echa fuera.

Mientras, con la mano izquierda mantenemos pegado a nuestra oreja el teléfono con el que a través de un 902 intentamos sin éxito acceder a la venta telefónica y donde lo único que conseguimos con suerte, es que nos pongan una música de espera que a cada minuto que pasa, engordará (¡y de qué manera!, se lo puedo asegurar) nuestra próxima factura telefónica. Y todo esto sin dejar de mirar en ningún momento el Whatsapp de nuestro móvil, donde estamos en permanente comunicación con otras personas con las que nos hemos puesto de acuerdo, por aquello de ver si la unión de verdad hace la fuerza y alguno de nosotros consigue hacerse con el preciado botín.

Pasan así los minutos, enganchado en el mejor de los casos a una cola virtual, que te indica un tiempo aproximado de espera, tan esperanzador como del todo irreal. Y entonces te enteras por Twitter que las entradas más baratas se han agotado de un plumazo. ¿Cómo es posible?, te preguntas. La frustración va en aumento, pero lejos de renunciar, sigues intentándolo aun cuando eres ya consciente de que habrás de pagar un precio que inicialmente no entraba en tus planes. Y es entonces cuando la propia página donde intentabas comprar tus entradas anuncia que oficialmente no quedan localidades disponibles, pero muy amablemente te redirige a otra, donde sí puedes todavía encontrarlas, aunque eso sí, a precios desorbitados. Has entrado en el llamado "mercado secundario".

Por si no saben de qué va el tema, permítanme explicárselo, porque desgraciadamente es una práctica tan común como abusiva, que rozaría la ilegalidad (si es que no la traspasa; eso algún día habrá de dictaminarlo la Justicia), pero sobre la que incomprensiblemente aún nadie ha decidido tomar cartas en el asunto. Básicamente consiste en que la misma empresa promotora del concierto, encargada de distribuir las entradas, supuestamente derivaría al poco de iniciarse la venta, un importante número de entradas a otra web, curiosamente también de su propiedad, pero a un precio fuera del alcance de la mayoría de los bolsillos.

Convendrán conmigo en que esto que les cuento y que muchos seguramente conocían y han sufrido, no dejaría de ser un tipo de reventa (para nada encubierta) y por ende, algo ilegal. Prueba de que el asunto no huele bien, es que una de estas empresas promotoras de conciertos está siendo investigada en la actualidad en Italia por este mismo tipo de actuaciones. Sin embargo en España nadie parece estar interesado en poner freno a lo que podría ser una flagrante estafa de dimensiones descomunales. Porque a fin de cuentas, de confirmarse los hechos, se trataría de eso: una burda estafa, una tomadura de pelo en toda regla y un atropello a los amantes de la música en directo.

Por desgracia, con todo esto desde hace algunos años asistir a un macroconcierto se ha convertido en algo poco menos que elitista, ajeno por completo a la universalidad propia de la música. Los denominados anillos VIP o anillos Gold no son sino otra muestra de esta exclusividad cada vez más generalizada. ¿Dónde ha quedado el romanticismo de horas y horas a la intemperie, por hacerse con un lugar en primera fila bajo el escenario? No lo busquen porque no encontrarán ni rastro de él. El rock n'roll se escribe ahora con "r" de reventa.

Compartir el artículo

stats