La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Psicóloga

Arrivederci, Paloma

Una mujer que deja huella televisiva, profesional y personal

Ya se han escrito ríos de tinta sobre ella. Lo mío no será nada porque hay plumas mucho más ilustres para alabar su faceta profesional. Estoy viendo su programa de despedida en "Amigas y conocidas", programa con el que colabora, y no he parado de llorar ni un solo segundo. Siempre me había gustado su sonrisa, sus ojos, su enorme vitalidad, su cercanía a mi papa, Juan Pablo II, que ha sido y sigue siendo tan especial para mí.

Era una mujer valiente, libre, segura, con una familia que compaginaba con su trabajo, incansable como era hasta el momento de su partida. Y oyendo hablar a los demás sobre ella me entra una enorme melancolía.

Yo nunca podré dejar esa huella, no como profesional, que sé que ni a los talones podría llegarle, pero tampoco como persona. Todos te recordaban, Paloma, haciendo favores, riéndote continuamente, jamás te vieron enfadada ni protestando, yendo de la ceca a la meca a tus 82 años sin que se te oyera la más mínima protesta. Tu último programa, qué paradoja: el día de la mujer trabajadora, lo despediste bailando, vestida de rojo, de ese rojo pasión que tú sentías por la vida, y de allí te fuiste al hospital del que ya no volviste con tus amigas y conocidas. Pero ya ves, sigues con ellas, tu silla sigue ahí, porque tu huella perdurará para siempre y tu nombre, tu recuerdo, quedará para toda la eternidad.

Y ya te digo, Inés Ballester, a la que tuve el placer de conocer y que es otra maravillosa persona, casi no podía hablar. Trataba de despedirte con alegría, pero a muchas se nos pone este odioso nudo en la garganta qua ahogan las ganas que tienes de irradiar felicidad por esa vida plena que tuviste y porque tu partida ha sido rápida y no te ha hecho sufrir mucho. Ella no ha podido y yo tampoco. Solo pensaba en la pena de perder gente como tú y sobre todo, ¿sabes?, en los recuerdos tan maravillosos que has ido sembrando a tu paso, en tu larga larga vida. A tus 82 años te tomabas un gin tonic con tus compis, bailabas, ibas de discoteca o de lo que tocara. Católica, seguidora fiel de tus papas y tu Iglesia, pero abierta de mente, generosa para todo el mundo, porque todo el mundo te interesaba. Eras de las que me encantan, amigos en todos los sitios, lo mismo te ibas a dar un achuchón con el Pontífice que cantabas con tu amiga Cristina Almeida, aparentemente en tus antípodas. Pero en eso radicaba tu grandeza. Las personas como tú, las buenas personas, no prejuzgan, ni apartan, ni fanatizan su religión o sus creencias, valores o ideologías. Las buenas personas saben empatizar con aquellas otras que merecen la pena. Y tú, Paloma, sé que lo eras.

Este viernes estaré con una de tus amigas, Isabel San Sebastián, a la que le he mandado un abrazo enorme por tu ausencia. Aunque ella dice que siempre estarás en tu silla, en la que te mereces, la que ocupan para siempre aquellas personas que no se van nunca. Desde tu corresponsalía allí arriba sigue informádonos porque cada vez lo necesitamos más, no lo olvides. Parece que este mes va de mujeres. Pero déjame despedirte no con un addio, sino con un arrivederci, Paloma.

Compartir el artículo

stats