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Por libre

Vuelta al cole

Los padres llevan peor que los niños el regreso a las aulas, agobiados por los gastos y la agenda social de los pequeños

Como a todos los padres con hijos en edad escolar, esta semana me ha tocado sufrir la obligada vuelta al colegio. Y digo "sufrir" porque, a tenor de las expresiones que vi en la mayoría de los rostros de otros padres (similares con toda seguridad a la que yo también mostraba), me atrevería a afirmar que casi llevan mejor los niños el regreso a las aulas, que nosotros, sus progenitores.

Si lo analizamos y sin necesidad de entrar al mínimo detalle, lo que digo tiene su lógica. Para empezar, antes del propio comienzo de las clases, los padres hemos tenido que preocuparnos de la compra de los libros, del uniforme para quienes han de utilizarlo, de la nueva mochila en consonancia con el nuevo personaje favorito del niño o del material escolar. Todo un cargamento que ya desde la más temprana edad, suponen un mínimo de unas cuantas bolsas cargadas con 'munición' suficiente como para abastecer a todo un aula en mis tiempos de escolar.

Gastos y más gastos en definitiva, que van mermando la economía familiar. A los que hay que añadir, por supuesto, el ocasionado por el coste de un buen número de actividades complementarias a las que apuntaremos a nuestros preciados querubines. Actividades que, más que complementar, lo que hacen es suplir la ausencia de tiempo para hacerse cargo de los niños por parte de unos padres con unas obligaciones laborales que, muchas veces, apenas dejan tiempo para aquello que debería ser su máxima prioridad. Desgraciadamente, las escasas políticas de conciliación laboral y la propia mentalidad de nuestra sociedad, imponen un doloroso cambio en las prioridades.

Pero, volviendo a la partida de gastos que supone querer tener a nuestros hijos felices, otro de los aspectos que ha cambiado en los últimos tiempos de forma extraordinaria es la, llamémosla así, 'agenda social' de los niños. Verán: en mis tiempos, lo habitual era que un niño celebrara su cumpleaños con su familia, con sus hermanos, algún primo muy cercano y de pareja edad y, a lo sumo, con sus dos o tres mejores amigos del cole. Ahora todo esto ha evolucionado. Del tal modo que a lo largo de un curso, un niño puede tener fácilmente entre 15 y 25 cumpleaños. Multipliquen por 10 o 20 euros de media y sigan sumando gastos. Sin obviar que semejante agenda social al menos en mí, que me considero una persona por lo general bastante sociable, es capaz de arrancarme por contra ese punto de insociabilidad que todos tenemos, cuando una situación degenera en algo forzado, excesivo y repetitivo.

Por todo ello y mucho más que habrán echado en falta, no podemos dejarnos llevar al engaño. La maravillosa e idílica (en especial para las grandes superficies) 'vuelta al cole', en no pocos casos, es sinónimo de un notable estrés para nosotros, los padres. Es ese estrés que procede contradictoriamente de la rutina: las luchas diarias para que los niños se levanten, las carreras detrás de ellos para que desayunen y se cambien, el ir a recogerlos a la salida, la merienda, los deberes y la puesta en acción de los "protocolos" que cada padre tenemos para que tras la cena, conseguir que nuestros hijos se duerman temprano; con el fin de que esa pelea del día siguiente al despertar, sea menor que la del día anterior. No sé a aquellos de ustedes padres como yo, pero por mi parte sólo espero que al final, como lleva ocurriendo desde que padres y niños volvemos a las aulas después de un verano (siempre demasiado corto), todo este desahogo que he compartido con ustedes, no sea sino el simple, lícito y humano nerviosismo ante cualquier nuevo inicio. Por más que lo hayamos ya vivido.

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