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Cincuenta epístolas a Bilbo (XXVII)

Promesas electorales fruto de la musa, como un plan PILES

Esos viernes de copiosos libamientos le sopla de lo lindo la musa a mi amigo el filósofo. Hasta tal extremo que capaz es de componer en manteles de papel blanco maculados por chorretones ambarinos un completo programa electoral. Sé de sobra que estos asuntos, Bilbo, te suenan a chino. A ti, en realidad, solo te va jugar, dormir y comer (por este orden); pero habrás de permitirme ciertas licencias politiqueras de vez en cuando, tampoco pretendas convertirme en tu esclavo ladino. Que sí, no te hagas de nuevas, que llevo más de un año y de dos al rabo tuyo.

Primera promesa electoral: Dotaremos de parques infantiles a todos los cementerios municipales, cada uno con su tobogán, balancín, columpio y todo. Solo se vence a la muerte en su propio campo (santo) mediante estratagemas de acelerados latidos de vida, mediante mangueradas de energía propulsada a borbotones.

Segunda promesa electoral: Nunca decretaremos la supresión de toda suerte de enfermedades. Significaría el cierre de hospitales, centros de salud, ambulatorios, sanatorios, dispensarios? Y, en consecuencia, médicos, enfermeros, farmacéuticos, celadores y otros gremios colaterales pasarían a engrosar las filas del paro. En definitiva, que sería peor el remedio que la enfermedad.

Tercera promesa electoral: No conseguiremos, por mucho deseo vehemente que le pongamos, erradicar la infelicidad. Quien prometa lo contrario engaña a sabiendas, prevarica.

Cuarta promesa electoral: Eximiremos a la fauna canina de la estricta prohibición de miccionar en escaparates, portales, farolas, alcorques, papeleras, contenedores, parquímetros, o en los tapacubos de las ruedas de los coches. Por un parejo, pactaremos con el resto de los grupos políticos, a lo largo del mandato, un alivio similar destinado a borrachos, mendigos, prostáticos, gestantes, infantes, infantas, púberes y púberas.

Quinta promesa electoral: Defenderemos que la aspiración de la clase obrera no resida en que todo el mundo cobre el salario mínimo, sino en que la inmensa mayoría disponga de un trabajo cuya fuerza valga el cuádruple o quíntuple de ese mínimo salario.

Sexta promesa electoral: Las invocaciones a rescates ciudadanos se han convertido en mantras, en dicharachos, en exornos hinchados que nadie precisa con claridad. Puesto que la pólvora está inventada, el Ayuntamiento de mi pueblo contratará por periodos mínimos de un año a los ochocientos vecinos desempleados más jodidos con el objetivo de realizar obras de mejora en todos los barrios y parroquias del concejo. Si el programa se mantuviera durante ocho años, se beneficiarían del mismo seis mil cuatrocientos avecindados, como poco, con una incidencia directa en las unidades familiares extensible a diecinueve mil doscientas personas aproximadamente. Esta actuación, tendente a lo que la modernez propaga a los cuatro vientos como rescate ciudadano o parecidas terminologías fetiche, dicciones mágicas, se denominará sencillamente plan PILES (Plan de Inserción Laboral y Empleo Social). Sorpréndanse aquestos munícipes posmodernos. Asómbrense esotros boquiabiertos inventores de pólvoras mojadas. Pásmense acullá audaces descubridores de mediterráneos deslucidos. (Continuará).

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