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Alejandro Ortea

El bable ataca de nuevo

El dialecto asturleonés vuelve a dar la lata por si nos faltaban quebraderos de cabeza

La academia del bable exige que la televisión pública asturiana haga un informativo en nuestro simpático dialecto local que se han inventado, porque se supone que no lo desean en ninguna de las múltiples variedades que se dan por la región. Desde que los socialistas regionales han aprobado en su última ponencia congresual lo de la cooficialidad, se han venido arriba y ahora los de la peculiar academia se meten a programadores de televisión, olvidando su verdadera finalidad. Si yo fuera directivo del colegio de periodistas de la provincia prepararía un comunicado en denuncia de la injerencia en los cometidos propios de la profesión. De todas formas, la "academia llingua" ha venido jugando habitualmente a cosas que no son propias de sus fines estatutarios: ora hacen política, ora se convierten en supuestos sociólogos y últimamente se meten a programadores televisivos. ¡Qué capacidad! En realidad, no son nada: un conjunto de personajes recluidos en su mínimo reducto que, por no tener cosa mejor que hacer, intentan jugar a la influencia social. Los actuales mandamases socialistas asturianos, también con pocas cosas que hacer, salvo sus pequeñas e inevitables purgas dentro de sus filas, inherentes a todo triunfo interno partidario, han abierto innecesariamente la caja que tenía a buen recaudo un conflicto que su trabajo había costado contener; en este sentido han demostrado una torpeza que, si se toma como síntoma de mayores hazañas, no presagia nada bueno. De momento, han demostrado una preocupante mediocridad política de la que poco bueno se puede esperar.

En nuestra populosa villa marinera, tenemos nuestra cuota de gasto innecesario, es decir, despilfarro presupuestario, a causa de la cuestión dialectal por causa, sobre todo, de una inveterada exigencia de IU desde los tiempos en que el alcalde Álvarez Areces precisó de un pacto con su formación y, posteriormente y por la misma causa, cuando la alcaldesa Fernández Felgueroso se quedó en su segundo mandato sin la mayoría absoluta que había obtenido en el primero. De ahí nació la infamante denominación oficial de Gijón/Xixón que tanta vergüenza ajena produce y que, ahora, con esta minoría forista que gobierna es imposible de revertir por causa de la cosa podemita con tanta corriente y no precisamente eléctrica.

Por lo demás, los asuntos del día a día no cambian para bien y, si acaso, se añaden nuevas pejigueras. Ahí tenemos la vergüenza de la calle del Marqués de San Esteban, cuyos vecinos y usuarios han visto con horror cómo se picaba y levantaba el pavimento de un buen trecho de acera al final de su recorrido. El negociado de las obras es un cachondeo barato y el concejal Arrieta tiene bien asegurado el pasar a la posteridad de nuestras corporaciones como uno de los más incapaces. Probablemente nos estemos repitiendo, pero es muy triste que quien desarrolló su carrera como funcionario local con un buen expediente, cierre su paso por el consistorio como un torpe chapucero incapaz concejal. Y la cirujana, tan vistosa y sandunguera ella, a verlas venir. Sí, definitivamente, se merecen que les calienten un poco la cabeza con un poco más de bable.

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