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Crítica / Música

Una dosis de nostalgia generacional

El tributo a "Mecano" inaugura Metrópoli y devuelve los conciertos a la plaza de toros

Han pasado 25 años desde la última gran gira de "Mecano", y la efeméride es perfecta para rememorar y hacer caja en una era de retrocultura y nostalgia como la que vivimos en la actualidad. La edición invernal del Festival Metrópoli se inauguraba con la actuación de "Hija de la Luna", que está recorriendo el país recreando los grandes éxitos de los hermanos Cano. Para redondear la experiencia nostálgica, la plaza de toros volvía a convertirse en escenario, y antes de que arrancara el concierto se escuchaban conversaciones que rememoraban algunos de los directos míticos en el Bibio.

El concierto no dio cuartel, fue un chorreo de éxitos que mantuvieron al público cantando desde los primeros compases. Emulando la estructura de aquel tour "Aidalai", el repertorio se abrió con "El peón de negras", y todas las miradas se fueron a Robin Torres, que en su papel de Ana Torroja imitaba vestuario y coreografía. Robin estuvo soberbia tanto en la voz como en el baile, se echó a la espalda todo el espectáculo, hizo de maestra de ceremonias. Ella lo hizo todo, porque el resto de los músicos era a todas luces un cuerpo de orquesta, un elenco de "tocones" con atuendo oscuro que buscan pasar desapercibidos. No habría estado mal un poco de equilibrio con algún guiño estético a los hermanos Cano. A pesar de todo, el resultado fue muy creíble, las canciones sonaban convincentes y el público aceptó el pacto viniéndose arriba con cada tema.

Fueron una veintena de canciones; baladas como "Mujer contra mujer" o "Ana y Miguel", temas techno-pop como "Hoy no me puedo levantar" o "Los amantes" y, por supuesto, el aire español de "Hijo de la Luna" y la rumba de "Una rosa es una rosa". El orden de las canciones estuvo muy cuidado para compensar temas lentos con otros cargados de energía, de manera que el ambiente no decayó en ningún momento. Todo iba como la seda, y el único detalle que rompía la ilusión de estar ante los "Mecano" verdaderos era escuchar a una Ana Torroja con acento andaluz; en lo musical reinaba el respeto por los temas originales, a pesar de algún notable desatino como el paupérrimo punteo de "Una rosa es una rosa" con guitarra acústica.

En la recta final llegó el desastre. Un desastre tan efectista como efectivo más propio de una orquesta de verbena que de un grupo "tributo". "Me colé en una fiesta" empezó a sonar con un tempo endiablado, completamente pasada de vueltas, el guitarrista se marcó un punteo más propio del heavy que del pop, y Robin se extendió presentando a los músicos de la orquesta. Luego sonó un medley en el que se volvieron a repetir temas, la alusión a "Hoy no me puedo levantar" fue más que recurrente. Menos mal que todo se recondujo con unos bises interpretados de forma magistral: "Me cuesta tanto olvidarte", "Aire" y "Barco a Venus".

Todo el mundo salía satisfecho del concierto, fue un baño de nostalgia, un reencuentro con la música que marcó a más de una generación y que confirma que, un cuarto de siglo después, "Mecano" es parte del canon del pop español.

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