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Caballero de la vida y del periódico

Con la muerte de Julio Puente se nos va un caballero de la vida y del periodismo. Traté a D. Julio y siempre vi en él a una persona de gran humanidad en todos los sentidos de la expresión, y muy cercana. Había estudiado en el seminario, un rico manantial de grandes periodistas asturianos, entre otras muchas profesiones. Cuando fui a verlo con el anterior rector de la Basílica del Sagrado Corazón (no le gustaba que la llamaran "La Iglesiona"), Don Álvaro Fueyo, compañero de estudios en el seminario, me maravilló su cercanía, casi ternura. Recordaron viejos tiempos, compañeros y la vuelta que da la vida: Don Álvaro dejó el fútbol en el que tenía un brillante porvenir como guardameta por el sacerdocio y Puente dejó la sotana de seminarista menor por la plumilla de la prensa. Ambos estuvieron comentando anécdotas de los aquellos viejos tiempos que recordaban con gratitud y sin acritud revanchista.

Como colaborador de LA NUEVA ESPAÑA de Gijón desde los tiempos de Fernando Canellada, siempre encontré en Julio una proximidad y tratamiento exquisitos. Valoraba las colaboraciones y animaba a seguir escribiendo dando siempre razones de su publicación. Periodista de raza, conocía la intrahistoria de Gijón en todos los mínimos detalles, todo lo que servía para dejar escritos sus ruegos, advertencias y moduladas críticas, por el bien de los gijoneses. Su amor al Sporting era casi legendario. Sus crónicas han creado escuela: ni se excedía en la censura severa, ni se rendía a la pleitesía oportunista. Era muy humano con los guajes de El Molinón. Había aprendido en la escuela de Francisco Carantoña, por quien sentía gran admiración, en sus tiempos de estancia en "El Comercio". Su vida estuvo en el periodismo hasta que el cáncer nos lo llevó y contra el que peleó hasta el último mes como mejor pudo y sabía: escribiendo sus muy leídos artículos. DEP Don Julio Puente, periodista de profundas convicciones religiosas. Desde el cielo seguirá escrutando el ir y el venir de su Gijón del alma.

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