La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Dudas primeras

Un máster para justificar la subida del precio de la botella de sidra

Mundo de dudas, de verdades y mentiras; mar de dudas, o de aguas revueltas. Políticas (y políticos) de vergüenza. Guerra de pueblos. Todos contra todos. Padres que matan hijos. Hijos que matan padres? ¡Qué revoltijos! ¡Qué líos! ¡Un reino por un plato de lentejas! ¡Una honra por un máster! ¡Una corona por una foto!

Tierra la nuestra de argayos, de cachopos, de regoyos, de dudas y subvenciones, de brumas y de turismo de rural. Dentro de tanta duda, no está claro si el bautismo oficial con agua nalona de la lengua "ancestral", -antes conocida como dialecto, llingua o bable, que fue cosa de aldeanos y exquisitos, de curas y señoritos, según los tiempos-, universalizaría su uso, hablado y escrito, de norte a sur y de este a oeste, de río a río y de la mar a la montaña, o si, por el contrario, su habladuría y escrituranza quedaría circunscrita al círculo de tiza en que vive encerrado el "dialecto" desde hace por los menos las dos centurias y tres quinquenios, justo desde que viene rescatándose con mimo; círculo del querer vivir ? "y no poder de @asturias. com".

Ni tampoco está claro si la "oficialidad" obligaría al radiólogo foráneo, del reino de Galiza, por ejemplo, que "concurra" a cubrir plaza en servicios de salud de este Principado autónomo, a que tenga que acreditar su nivel de asturiano por medio del correspondiente certificado de nivel A; o si, simplemente, carecerá de los puntos que la acreditación de posesión de gramática hablada y escrita, podrá dar a sus posibles competidores en perjuicio de sus méritos profesionales; que igualmente podrían quedar postergados por la puntuación que a un posible competidor le dé su "cualificación" de dominador del idioma oficial, y el poder decir de corrido aquello de "patates frites", y no el bárbaro disparate de "patates fritas", do cae el desconocedor; duda también, sobre si, para la oficialidad, Antolín, el pobre huérfano de Cangas de Onís, hijo de Favila, que ha venido a vivir a Gijón, empadronándose en Monte Areo en casa de su tía Dolfa Muñiz, para poder concurrir en esta villa al examen de peón municipal, y no cursó "asturiano" entre otras razones porque a su padre le daba rabia que le hubieran bautizado con el nombre de Favila, la oficialidad le hubiera obligado además de estudiar la Constitución a superar un cursillo de lengua, o la puntuación que con su saber sume un competidor "asturianizado", le deje sin el puesto soñado... a pesar de que para peón se las valga como ninguno.

Puede, muy posible, casi fuera de duda, que cuando la Iberia, "penin e insular" se racionalice en conjunto y por territorios asociados o autónomos, podrá el "bable" de don Apolinar, -por cuya salud ya don Jovino l temblaba-, llegar con orgullo, del uno al otro confín, de sus límites supranacionales, siempre que a la rebelde, sufriente y oprimida ciudadanía le dé por sentir la imperiosa real gana de escribirlo y hablarlo sustituyendo con él al franco español o al pujante inglés, en las manifestaciones habladas y escritas de su comercio diario, sea mercantil, industrial, literario, procesional, blasfemo, político o deportivo.

Tampoco está clara, ni despejado el cielo, sobre otra duda existencial que conmociona el paraíso Astúrico, como las "cosas" del viejo de las cuentas, los másteres de las cien fuentes de Madrid, o las disputas en los atriales de las catedrales, y es si la subida del precio de la botella de sidra, otro de los valores inalámbricos e inmateriales de nuestra indiochinogénesis explosiva subvencionada, va a consolidar al alza las ya importantes fortunas de los principales fabricantes del néctar pumariego, fruto que nutrió el trono de España y brilla en su altura como nunca brilló.

El que un día el recio de la botella de sidra, por lo módico, sea regalo del lagarero opulento al humilde consumidor; y que veinticuatro horas, antes o después, se anuncie que se multiplican las hectáreas de plantación de pomares para "echar sidre en esti vasu", con olvido total del buen manzano de mesa; y que veinticuatro horas antes o después, el orden de "factores", ni levanta estaciones de AVE o FEVE, ni altera el trazado de la línea férrea, -que ni nuestra Santamaría, la del notario, garantiza con los "orzamentos" del registrador-, los expendedores del elixir del paraíso se "lamenten" de que la juventud abandona el uso escanciado, o a cañón, del preciado líquido de Eva, para entregarse a la aventura del descubrimiento de los inventos caseros de Apas o Ipas cerveceras, parece que no anuncia el éxito del deseado subidón ("no de perrona, sino como dios manda") del precio de la popular botella del néctar de nuestros amores, uno de cuyos atractivos está, precisamente, en su refrescante y natural baratura.

La subida de los precios, aunque sea por la escala del paciente Jacob, nunca ha conseguido el nihil obstat del ordinario del lugar, ni del cantero del Naranco, aunque no sea de Oviedo sino de Gijón; ni mucho menos, la bendición del cuerpo consumidor, aunque antes de dormir, los cuerpos pasen por relajante sauna.

Ni preparar y explotar nichos de puestos de trabajo a base de oficialismos; ni superenriquecerse cuatro a base de subidas en el precio de las esencialidades han de garantizar a las Asturias envejecidas y en despoblamiento ni natalidad, ni felicidad, ni mejor vida.

Ni un máster a la Cifuentes de Madrid. Ni a la reina de Oviedo otro tablero. Ni al viejo de las cuentas, mayor consideración, mejor destino.

Compartir el artículo

stats