La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Otra maldita tarde de domingo

Referentes

Ser diferentes en un mundo que prima la igualdad

No soy auténtico, como cualquiera de nosotros. Somos el resultado de un ingente número de figuras que han pasado por nuestra vida dentro y fuera del papel. Y vivimos del pasado, de sus gestos y aprendizaje, desde la herencia de nuestros padres hasta la caricia del último amor. Para el filósofo Byung-Chul Han, "cuanto más iguales somos, más aumenta la producción; el capital necesita que lo seamos, incluso los turistas". Y es en el nexo de una época marcada por la represión y otra que no sabe contra quién luchar cuando me pregunto quién puede identificarse en este ocio sedante y hueco. Y la clave, quizá, sea tener claro a quienes admiramos.

En mi caso todo se relaciona con la educación, ya desde mi época escolar (los exámenes de Historia y Lengua constaban de una única pregunta: "Di todo lo que sepas") y en cursos posteriores, donde se compartía latín o Shakespeare con los devaneos amorosos del fin de semana, entre los jardines del instituto; figuras como Antonio Insuela o José Luis García Martín en la Universidad, a quienes debo el respeto por la letra y la escucha atenta de la lección, una parcela -la de los eruditos- con los que la lucha de ideas nunca es un contratiempo y todo se resume a silenciarse y aprender; nombres como el dramaturgo y director Roberto Corte (a quien escuchaba embelesado cómo leía a Tolstoi y Pushkin mientras trabajaba en la mina) o el actor y docente Nacho Ortega, con quien puedo estar horas en silencio aprendiendo más que con la mayoría de conversaciones. Estas figuras, y otras tantas, han captado mi atención sin efectismos, tan sólo con su discurso y su posición en el mundo. Son, en todos los sentidos, lo que soy ahora.

Ser diferentes en un mundo de hiriente igualdad, en el que esta columna será leída (con suerte) mientras ya se piensa en la próxima decisión. Un mundo demasiado rápido que nos exige más de lo que proporciona, porque lo hemos amoldado a nuestra imposibilidad. En el que la competencia contra nosotros mismos puede llevar a la frustración contra todos. Como bien dice una conocida chirigota de Juan Carlos Aragón, "la vida son dos días y uno está lloviendo".

Compartir el artículo

stats