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El botonín

Las sensaciones y las anécdotas ante el micrófono de la mesa del salón de plenos de Salas

Eran las doce de la mañana del día del Carmen cuando el alcalde de Salas, Sergio, le dijo a este cronista que se sentase en la cabecera de la mesa del salón de sesiones plenarias del Ayuntamiento de Salas y me acercó el micrófono que creo corresponde a la primer teniente de alcalde, mi buena amiga Ángeles la de La Espina -por estas tierras se suelen omitir los apellidos para sustituirlos por el pueblo donde uno está afincado-, pero no me informó de cómo funcionaba ese aparato. Poco después, por aquello de donde fueres haz lo que vieres, observé que a la derecha del alcalde se disponía a presentar el acto el portavoz de los populares, Juan Carlos el de Sobrepasco. Pulsó el botonín negro que hay en la base del artilugio y su voz llegó clara y perfectamente audible para que Jesús el de El Barrio y el periodista que esto escribe, que no andan finos de oído debido a que las pilas se van descargando con los años, se enterasen perfectamente de la biografía de dos líneas del que en pocos minutos iba a ser ya cronista oficial de Salas, pero a la que Juan Carlos -aquí otro gran amigo- dedicó tres folios a un espacio.

En representación de los cronistas oficiales de Asturias, que ya somos cerca de treinta, habló el decano y cronista oficial de Cudillero, Juan Luis Álvarez del Busto, que contó cómo en aquella vieja redacción de este periódico el recordado Faustino F. Alvarez me puso el nombre de José de Arimatea y de aquella legendaria "guerra de las volantas" que declaramos en Cudillero cuando Aquilino era el patrón mayor. Y que ganamos, que todo hay que decirlo.

Juan Carlos, Juan Luis y Sergio dijeron cosas de este cronista oficial de Salas que están justificadas sólo porque todos ellos son muy buenos amigos, pero se pasaron varios pueblos porque aquí y ahora los valores hay que demostrarlos con la dedicación y el trabajo de cada día y sin que cuente el pasado, por brillante que fuere, aunque en este caso concreto no lo sea.

Y llegó el turno del nuevo cronista de Salas. Sin tiempo a recolocar el medallón del título -obra maestra del salense José Gilsanz-, que se desviaba hacia un lado y estaba empeñado en ocultarse debajo de la corbata, pulsé el botonín negro, se encendió una luz roja y largué mi discurso que había escrito en la paz de mi mundo rural mientras atrás, en la zona del público, mis vecinos de La Arquera, Mallecina y Priero guardaban un silencio sepulcral. Con los aplausos, con los abrazos, con los besos, con las enhorabuenas, con la emoción, con la preocupación de dar las gracias a todos, me olvidé de apagar el botonín negro con lo que tengo que pedir perdón al contribuyente de Salas por el gasto superfluo en energía eléctrica. Prometo que no volverá a suceder. ¡Cosas de novatos!

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