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Cronista de Parres

Lula cumple 100 años

Narración muy resumida de la vida de Laudelina Sánchez Blanco, memoria viva de la comarca

Laudelina Sánchez Blanco, Lula (como la conocemos todos y a ella le gusta que la llamen), nació en Coviella (Cangas de Onís) el 12 de mayo de 1915. Hija de José Miguel y Faustina, Lula tuvo trece hermanos, aunque a la mayoría de edad sólo llegaron cinco. Sus padres se dedicaban a las labores del campo y ella comenzó a ayudarles cuando la edad se lo permitió.

Como cualquier niña de su edad, los recuerdos infantiles se circunscriben a la escuela, a la maestra que tenía y al poco tiempo que le quedaba para jugar por su querida Coviella. Bien se acuerda de cuando su madre la envió con una lata -que había sido de aceite- a por agua al cañu de la fuente exterior del palacio de Coviella; por el camino escuchó música que venía de algún lugar y se acercó curiosa a ver qué pasaba; lo que más le llamó la atención fue ver a una pareja bailando, dando vueltas y vueltas, y siempre dice que el varón de la pareja se le parecía a don Quijote. Absorta en este tema regresó a casa, sin haber cumplido la misión principal, pues ya casi de noche llegó al hogar... pero sin el agua. Castigada por este motivo, a la cama la enviaron sin cenar, donde unos ratos lloraba y otros reía, pero dando por hecho que nadie le quitaría lo bien que lo había pasado.

La vida de Lula transcurrió entre Coviella y Arriondas. Muchas veces bajaba hasta Arriondas a hacer recados, pues sus compras las solía realizar en la tienda de ultramarinos Casa Titi, en la villa parraguesa y tenía que pasar por las proximidades del taller y fragua de Santiago Belío, en El Portazgo; allí conoció a Alfredo Solares, trabajador del mismo, formalizando un noviazgo típico de aquellos años. Lula y Alfredo se casaron el día 10 de enero de 1940 en la capilla de San Ramón, en Coviella.

Belío se marchó con su taller a Ribadesella, y el matrimonio de Alfredo y Lula le siguieron. Más tarde, Alfredo se instaló en Arriondas, por cuenta propia, en un taller donde después se levantó la plaza cubierta y ahora está el centro de salud. La palabra fragua proviene del latín fábrica, taller de artesano. Si "fraguar" se usa como verbo tanto en el sentido directo de forjar un metal, como en el figurado de concebir una idea o plan, podemos imaginar cuántos miles de veces se habrán usado ambos términos en el taller de Alfredo, hasta el final, ya situado en los bajos de la desaparecida Casa Escandón, en Arriondas.

En la narración muy resumida de su vida, pasa Lula de puntillas sobre temas relacionados con la Guerra Civil y sólo desea hacer patente lo malo de aquellos años, aunque hambre no llegó a pasar nunca, pues, en pueblecitos como Coviella, se disponía de lo elemental para la supervivencia. Pese a los años de escasez que le tocó vivir, cuenta que siempre fue feliz.

Sus dos hijos -Olga Mary y José Enrique (Kike)- la cuidan y miman con la mayor dedicación que les es posible.

Olga Mary se casó con José Luis Martínez, también de Arriondas, matrimonio que le aportó a nuestra centenaria Lula su única nieta, Olgui, casada a su vez con Paco, que le dieron sus dos bisnietos, Covadonga y Asís. Lula vive habitualmente con su hijo Kike, soltero, y agradece a Dios la suerte que ha tenido en la vida, porque -además de su familia- todos los vecinos -dice, y es cierto- sentimos por ella gran aprecio y afecto.

Cuando le preguntamos qué consejos nos daría para seguir tan en forma a los cien años -buena salud y mente despierta- dice que el hacer ejercicio ayuda mucho, pues subía y bajaba a Coviella hasta dos veces al día, así hasta que casi cumplió los noventa años.

Lula sigue activa dentro de sus posibilidades; continúa llevando la casa, come poco y de todo, y su ley de vida es no dar problemas a nadie, al igual que no dar importancia a las cosas que tienen arreglo, conformándose siempre con lo que uno tiene. Rezar a diario por todos es para ella una obligación, deseándoles suerte y buena salud. Concluye su amena charla afirmando que, desde ahora, no nos será muy difícil llegar a los cien años, pues las posibilidades para que esto ocurra son evidentes, sobre todo si se comparan con las que a ella le tocó vivir.

Memoria viva de la comarca, Lula conoció a nueve papas, una república, la Guerra Civil y su dura posguerra, a tres reyes, dos dictaduras y decenas de alcaldes y curas del concejo. Muchos años de su vida fueron en blanco y negro, y -en diez décadas- se le acumulan los recuerdos. Lula escucha y contesta con envidiable naturalidad.

Hoy, en su cien cumpleaños y rodeada de los suyos, habrá muchas felicitaciones, flores, abrazos, risas y recuerdos. Seguro que habrá pensado que para una mujer sencilla lo más importante es ser buena persona, e irse a dormir cada noche con la conciencia tranquila de haber hecho las cosas lo mejor que sabe.

Lula -nacida en Coviella, sí, pero parraguesa de adopción desde hace más de setenta años- sigue sonriendo como siempre, sin importarle las prisas de nuestros días, porque su vitalidad y su fuerza de voluntad se van acomodando a los tiempos. Entre misas y rosarios, sabe que es un pedazo de historia y que ha ido dejando atrás a mucha gente, pero su resignación es digna de alabanza y reconoce que hay mucho por lo que estar agradecida. Ella recoge los frutos de la amplia sementera de su vida y sabe que uno no envejece cuando se le arruga la piel, sino cuando se arrugan sus sueños, esperanzas, deseos y creencias; porque la fuerza y la dignidad son sus vestiduras.

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