Los autónomos, mal llamados empresarios, continúan siendo los trabajadores peor tratados en éste país llamado España. Para nada me refiero a las grandes fortunas, sino a las clases modestas. Tan sólo hay que percatarse de la competencia desleal, sí, como suena, de los Ayuntamientos a la hora de promover obra pública, la cual, en una gran parte de los casos, suele ser ejecutada por operarios o personal de la propia Administración local, bien a través de sus respectivos servicios municipales de Obras; o bien impulsando uno de los muchos planes de empleo, con las consiguientes ayudas y subvenciones económicas de los distintos organismos públicos.
Solo hay que darse un garbeo por algunos de los concejos del oriente del Principado de Asturias para contemplar las cotidianas actuaciones y comprobar esos hechos. Por cierto, totalmente lícitos. Pero, en mi opinión, los incluiría en una absoluta competencia desleal con respecto a los pequeños emprendedores, los mismos que deben hacer acrobacias para poner llegar a fin de mes y cumplir con todos y cada uno de sus requisitos legales. Sí, sí... los mismos que deben contribuir al erario público más cercano con sus con sus impuestos -viñetas, contribución, tasas, etcétera-, los mismos que no tienen donde caerse por la falta de "curro".
Jamás podría entender que un Ayuntamiento, con independencia de la ideología del equipo de Gobierno que rija sus destinos, se decantase por echar a andar un plan de empleo, previamente aprobado y subvencionado por los organismos competentes, para reformar o acondicionar unos metros cuadrados de cualquier tipo de obra. De nada sirve que alguien, ducho en la materia, trate de dejarme en evidencia con eso de que se persigue dinamizar la actividad económica y crear empleo. ¿Por qué no se ayuda a los pequeños autónomos a la hora de sacar inversiones de carácter público de escasa cuantía?
Por ello, me enrabieta que los ayuntamientos hagan oídos sordos a la situación y se empecinen a "competir" con sus propios medios. Ya no se trata de cuadrillas municipales para tareas de mantenimiento, sino de operarios -algunos muy buenos en su faceta, todo hay que decirlo, faltaría más- que deben realizar trabajos de obra nueva en villas, pueblos o aldeas.
Me importa poco si se trata de rehabilitar una escuela rural, adecentar una dependencia municipal, pavimentar una calle o pintar cualquier edificio de la Administración. Creo, con la que está cayendo, que debería velarse mucho más por esos pequeños emprendedores, vecinos de toda la vida, dándoles facilidades para poder desarrollar sus respectivas profesiones en cuanto a obras de inversión pública. Lo puedo decir más alto, aunque no más claro.
Todo esto me viene a la cabeza por otra situación muy de actualidad en municipios turísticos. Me refiero a la contratación de auxiliares, como puede ser los de la Policía Local. Sin ir más lejos, y conste que guardo muy buena relación con muchos que no son nativos del lugar en el que prestan servicio, veo que varias plazas fueron adjudicadas, insisto legalmente, a personas que poco o nada tienen que ver con la zona en la que desarrollan su labor. Me resulta un tanto paradójico que algunos de esos puestos no hubiesen sido conseguidos por lugareños, quizás poco preparados con relación a otros aspirantes forasteros.
Es una pena que los jóvenes tengan serias dificultades para hacerse con empleos eventuales de carácter público en sus concejos de nacimiento. Insisto una vez más que nada tengo contra aquellos empleados que, pese a no ser oriundos del sitio en el que trabajan, sacaron legalmente las plazas convocadas por los Ayuntamientos.
Es muy probable que alguno se sienta aludido, pero no me puedo callar ante lo que considero una injusticia en materia laboral, ya sea un autónomo o pequeño empresario, en unos casos; o un chico o una chica joven que persigue su primer contrato laboral, aunque sea de carácter temporal.
