Ello fue que un día a los políticos que nos han caído encima les dio por proteger -modas tontas- y se pusieron a ello como si no hubiera mañana. Total, que hoy más del 30 por ciento del territorio de Asturies está protegido. Sería mucho mejor, sin duda, que estuviera protegido, por poner, el 3 por ciento, pero de verdad. Porque en este pequeño país del Norte se protege solo sobre el papel. Para la galería. Para fardar. No hay más que darse una vuelta por esos monumentos naturales, por esos parques nacionales o por esos paisajes protegidos para percatarse de la engañifa. Abandonados a su suerte muchos de ellos. Demostrable. Y mientras en otros países se conjuga la conservación con las iniciativas respetuosas con el medio ambiente, aquí se va a lo fácil: a prohibir. Bueno, salvo que haya presión, porque en ese caso se acaba permitiendo todo. Y así andamos, entre el cero y la nada. Que, al menos en matemáticas, no son lo mismo.
