Cándido Riesgo, al que tanto sigo queriendo, cuando aproximaba la Dama del Alba publicó sus últimos artículos. Comercial de ancho vuelo, titulaba uno "La tienda de la esquina". Era contra la desaparición de establecimientos tradicionales de proximidad.

Cerca de casa, una pequeña tienda de abalorios supera la falta esquinera con el reclamo en la acera de una oxidada bicicleta de mujer. De niño resultaba más fácil subirme a esas máquinas sexistas que al cuadro, con barra, de las supuestamente masculinas.

En alguna parte de su ingente novelón, Marcel Proust se refiere a la bicicleta de chica joven que, como en la calle Cabo Noval, resulta por instantes inmóvil.

En los cincuenta, con la Vuelta en Los Álamos, un as del pelotón, José Segú, llegó en ¡bici de señora! Semejante excentricidad plástica impresionaría mi corazón de apasionado del ciclismo. Por un pinchazo el corredor improvisó el cambio momentáneo a una generosa espectadora en la confluencia de Fray Ceferino con Uría.

Quirós, compañero de la banca, me indujo en mis sucesivos cargos a establecer dos etapas históricas, los Lagos de Covadonga y la cronoescalada al Naranco.

En audaz montaje, Emilio Sagi, nuestro genio local, subió al Campoamor una bicicleta femenina para aproximarnos, creo, a Puccini y al Quartier Latin. ¿Qué haría Emilio en el escenario del MET? En ese coliseo neoyorquino vi introducir un haiga para la espectacular "Lady Macbeth de Mtsensk", de Shostakovich.

No es Oviedo con sus colinas fácil para bicis, con las que, en pura bajada, inauguramos en 1983 la llamada Ronda Sur. Cuando antes un concejal entonces comunista, Silvino Lantero, pidió la adaptación del viario, además de injusta befa, le blandieron que sólo catorce ciclistas pagaban la recóndita tasa de matriculación. Poco después, Julio Gavito, consejero de Industria, personalidad fascinante, me sugirió estudiar la experiencia de Amsterdam y otras muy civilizadas ciudades. Lo he vivido estos años pasados en mi Brubru.

En Madrid, el sistema de alquiler municipal de bicis funciona, aunque no sé si su coste está bien calculado. En París, con mis nietos, y, por mi cuenta, en Tallin, capital de Estonia, constaté cómo exóticos taxis de pedales y refuerzo eléctrico prestan atractivo servicio en su casco antiguo.

El antiguo velocípedo fue superado históricamente, pero la bicicleta sigue en el horizonte. ¡Y seguirá con la preocupación tras el clima repasada en la cumbre de jefes de Estado y Gobierno!

Algo debe de saber un / una tendero / tendera de mi barrio de Santa Cruz / Rosal, donde transcurría "Juegos de billar", de José Avello, de la nómina de la bien novelada.