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La mar de Oviedo

Cabezudos

De los gigantes me gustaba su altura de miras, por encima del bien y del mal; en cambio los cabezudos me daban miedo, me sorprendían mirando al cielo y me golpeaban con un globo de vejiga para despertarme de mi embeleso. En Pravia los gigantes no eran Telva y Pinón, en mi villa los gigantes eran un rey y una reina, como no podía ser de otra manera; Silo y Adosinda, supongo, no creo que Mauregato ni Aurelio, acaso Vermudo y Ozenda, o Alfonso II y una novia de Peñaullán que le dio calabazas, por eso llevó la corte a Oviedo. En Oviedo los gigantes son Telva y Pinón porque Alfonso II, aunque casado a medias con Berta, optó por la castidad tras su decepción amorosa. No obstante, pensado en la Muy Noble, Oviedo debería actualizar los gigantes y pasear a Felipe y Letizia. Y los cabezudos, está claro, los políticos que no dan el brazo a torcer. ¡Qué miedo me dan los cabezotas!

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