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La cruzada contra los refrescos azucarados y la reacción de la industria

La cruzada contra los refrescos azucarados y la reacción de la industria

El primer alimento objeto de persecución sistemática fue la grasa animal. Ejemplarmente, los huevos fueron satanizados por su alto contenido en colesterol. Sin embargo, desde principios de la década de los sesenta se sabe que el colesterol de la dieta influye moderadamente en el de la sangre; son los ácidos grasos de cadena media, como el palmítico, los que más lo elevan. Hubo que esperar hasta que estudios de dieta y enfermedad cardiovasculares confirmaran que los huevos no son tan malos. Es una pequeña muestra de la complejidad de la relación dieta/enfermedad y de cómo se pueden malinterpretar los datos. Entonces la ciencia apenas se preocupaba de los azúcares como no fuera en los diabéticos. Ahora hay muchas pruebas que muestran cómo los carbohidratos pequeños, mono y disacáridos, tomados en exceso producen importantes daños a la salud, consecuencia de su rapidez en la absorción y de la exigencia que imponen al organismo en metabolizarlos.

Las grasas son alimentos más energéticos que los hidratos de carbono. Esto les señaló como responsables de la obesidad. Sin embargo, está cada día más claro que los carbohidratos tienen mucha culpa, además facilitan el acúmulo de grasa en la región abdominal, precisamente donde más daño hace: esa grasa segrega hormonas y sustancias que desequibran el sistema, se asocia a hipertensión, diabetes, enfermedad cardiovascular y algunos cánceres.

La lucha contra los azúcares se recrudece en la satanización de las bebidas azucaradas. Contra eso ha reaccionado Coca-Cola, como debe ser en el mundo capitalista. Porque una empresa tiene por objetivo ganar dinero y la lucha contra los refrescos ha visto mermadas sus ventas. Decidió gastar sumas inmensas, colocadas en manos de prestigiosos investigadores de la relación obesidad y dieta, para desmentir o al menos minimizar la información que les perjudica. Ellos, estos científicos que reciben cada uno entre uno y dos millones de dólares para sus trabajos, han fundado un movimiento, Global Energy Balance Network, que dirige el énfasis hacia el ejercicio. El mensaje es beba cuanta Coca-Cola desee pero gástelo. Porque, concluye este grupo, no es la cantidad de comida o los refrescos azucarados que se consumen lo que produce obesidad sino el desequilibrio entre ingesta y gasto, de ahí el protagonismo del ejercicio.

Las tácticas de la industria para confundir a la opinión pública, haciendo énfasis en los poros que tienen las verdades de la ciencia, para colar por ahí un mensaje que ponga en duda los que lanza la salud pública, muestran una vez más cómo los intereses influyen en la verdad. Durante años la industria tabaquera contrató a los mejores científicos dispuestos a poner su talento al servicio de la duda de la relación tabaco/salud. Ahora le toca a la industria de los refrescos. Es la sutil y peligrosa táctica de la compra de voluntades.

Los médicos estamos acostumbrados a recibir financiación de la industria farmacéutica, tanto para la asistencia a congresos como para la investigación. Son actividades que en principio no buscan el lucro personal sino la mejora de la atención. Sin embargo, tienen un efecto perverso inevitable. Aunque no conozco a ningún médico que sienta que la aceptación de dinero de la industria afecte a sus elecciones, es inevitable que a la hora de tomar una decisión, cuando existe esa opción, se inclinarán por la que complace a la industria que los financia; y el examen de los datos de un estudio estará condicionado por el financiador, que celebrará los resultados si le son favorables con más apoyo.

Es una censura interior que quizás la mayoría de las veces actúe inconscientemente y por eso tiene más poder. Que Coca-Cola haya logrado reclutar a un grupo de prestigiosos científicos que nos dicen que su ciencia no se dejará influir y que no reciben de su financiador ninguna otra consigna que la de buscar las causas de la obesidad y el papel de los refrescos, es alarmante. De momento, el grupo dice que hay pruebas contundentes, basadas en dos estudios que citan, ambos con financiación de Coca-Cola, que demuestran que la llave para perder peso es gastar más porque las restricción de calorías es inefectivo a largo plazo. Llegan a afirmar que es más fácil conseguir un balance energético cuando se realiza ejercicio físico de moderada o alta intensidad a la vez que se consumen más calorías.

Yo celebro que un grupo prestigioso ponga énfasis en el ejercicio, pero no creo que sólo con ello se resuelva el problema de la obesidad. Hay que comer menos y es muy importante reducir el consumo de alimentos con índice glucémico alto, aquellos que producen una elevación rápida del azúcar en la sangre, como los refrescos, pero también las patatas o los cereales refinados. Somos relativamente eficientes en el uso de energía, para gastar lo que se ingresa con una lata de Coca-Cola hay que caminar cinco kilómetros. Concluyo advirtiendo que de acuerdo con un estudio publicado este año en la prestigiosa revista "Circulation", el consumo de bebidas azucaradas produce 184.000 muertes al año. No hay necesidad de consumir estas bebidas, dice el autor.

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