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"Con la ruleta on-line acabé empufado hasta las trancas"

Rafael, un taxista avilesino treintañero, relata cómo en un año se enganchó al juego por internet l Mintió a toda su familia para sacarles dinero y se fundió 25.000 euros apostando sin parar

"Con la ruleta on-line acabé empufado hasta las trancas"

Más ludópatas, más rápido, más jóvenes. Prepárense para una plaga de hombres y mujeres que perderán su dinero y su fuerza vital ante un ordenador. Y en tiempo récord. Hace sólo dos años que se legalizaron los casinos on-line en España y los españoles que caen en la adicción al juego a través de internet ya suponen el 10% de los ludópatas. En el mundo real, con las cartas, con las tragaperras, los jugadores tardan entre 6 y 8 años en engancharse. En el mundo virtual, caen en dos años. Y cada día caen más jóvenes. Rafael es el nombre ficticio de un avilesino treintañero que se ha prestado a detallar a LA NUEVA ESPAÑA cómo cayó él. En año y medio, en la ruleta on-line, se fundió 25.000 euros, mintió a toda su familia para sacarles los cuartos, se las ingenió para alejar a su mujer y a una hija de 4 años de casa mientras él se encerraba, un mes entero, a jugar 18 horas seguidas, sin comer, casi sin dormir, sólo pendiente del juego de ruleta. Pero apostó al rojo y salió negro. Acabó hospitalizado en una unidad psiquiátrica para evitar un suicidio. Quitarse la vida era la única salida que veía para el atolladero. Hoy, tras ponerse en manos de la asociación Larpa (Ludópatas Asociados en Rehabilitación del Principado de Asturias), presidida por Máximo Enrique Gutiérrez, empieza a levantar cabeza. Ante un café, vuelve a aquellos días en los que una bola hecha de píxeles giraba y giraba en la pantalla. El juego on-line lo devoró. "La gente no sabe el problema que se nos viene encima. Esto va a ser muy grave, muy grave".

Y entonces piqué. "Después de cinco años trabajando en el taxi, quedé en el paro. Fue en enero de 2013. Y lo típico, van pasando los meses y ves que no te alcanza el paro. A mí me gustaba mucho internet. Vas navegando y te salen páginas de éstas de casinos, de póker? Un día picas. Entré en una. Apostabas 20 euros y te regalaban otros veinte. La mentalidad del jugador que comienza es: si apuesto más, gano más. Subí las apuestas. Si le echo cojones, pensaba, puedo ganar mil, lo que sea. Primero cinco, luego diez. Luego veinte, luego cincuenta, luego cien, luego el desfase total. Cuando quedé en el paro, pensé: pues voy a estar unos meses con mi hija, que me lo merezco, no va a ser todo el día trabajar. Luego, por culpa del juego, casi ni la vi".

El rey del mundo. "Después de ver cómo jugaba a la ruleta pensaba que yo tenía un método para acertar. Piensas: aquí yo soy el más listo, yo con esto me gano la vida. No voy a tener que trabajar y voy a ganar un dineral. Iba ganando, pero cuando empecé a hacer apuestas más altas, empecé a perder. Entonces cambias de mentalidad: voy a recuperar lo que aposté, te dices".

Jugar "sin dinero". "No ves el dinero de forma física. Tienes 400 euros, los metes y eso se transforma en fichas. Apostar cien euros en una ficha no te supone nada. Si yo hubiera visto, en cambio, un billete de cien encima de una mesa quizá me lo hubiera pensado: estás loco, son cien euros. Ése es el problema del juego on-line, no juegas dinero real, juegas dinero imaginario. No lo tocas, no lo sientes, es un número nada más, un número que sube y baja. Que sube, genial. Que baja, bueno ya lo recuperaré. Que llega a cero... bueno, vamos a meter más con la tarjeta. Y vuelve a subir el número".

Jugar sin vergüenza. "Con el juego on-line estás escondido las 24 horas, cuando tú quieras y cómo tú quieras. En ordenador o con el móvil, ¿qué vergüenza puedes pasar? En la máquina tragaperras estás expuesto a que te vean, tienes que alejarte de la zona de donde vives. ¿Pero quién te dice a ti que no entra un conocido, tu jefe, un cuñado? Aquí, en el casino on-line, puedes hacer lo que quieras sin miradas. Que tienes que levantarte al baño, te levantas. En las tragaperras conozco gente que estaba diez horas seguidas sin moverse de la máquina. Si iban al baño, si llegaba otro metía la moneda y llevaba el premio".

Jugar con mentiras. "Empecé a perder y a necesitar dinero. Mentí a mi madre, a mi hermana, a mis hermanos, a la familia de mi pareja, a algunos amigos y, sobre todo, a mi pareja. Ella fue la más perjudicada. A mi hermana le dije que mi madre, que vive en un piso que está un poco desvencijado, necesitaba unos arreglos y que como tiene unos 20.000 euros a plazo fijo podíamos sacar 6.000 para las reformas. La convencí. Ella es cotitular de la cuenta y lo sacamos. Usé la mitad de esos seis mil para devolver lo que debía a mi padre, dinero que le había sacado con trolas. Le conté que no me habían sellado el paro, pero yo tenía el justificante on-line así que tendría que presentar un supuesto recurso y que un mes no cobraría el paro. Le pedí que me adelantara dinero. Luego le dije que me iban a pagar el día veintitantos y que iba a estar un mes entero y veinte días más sin cobrar y me volvió a adelantar dinero. Luego me inventé que había vuelto a trabajar en el taxi y que necesitaba para alquilar la plaza. Cuando les contaba aquellas bolas, yo no sentía ni remordimiento ni leches en vinagre. A mí lo que me importaba era sentir el dinero en la mano para ingresarlo y tener en la tarjeta para internet".

Créditos fáciles. "Empecé a pedir créditos rápidos, con intereses altísimos. Entonces pensaba: qué guay que existe esto. Pero ahora pienso: vaya hijos de puta. ¿Cómo pueden concedérselo a gente que está cobrando el paro? Pero si saben que no vas a tener forma de devolverlo... Me inscribieron en la lista de morosos, pero me seguían dando crédito".

La locura final. "Fue en julio del año pasado. Mi mujer, que se había operado, se fue a casa de una hermana a recuperarse. A la niña se la llevaron unos parientes. Yo dije que había encontrado trabajo en el taxi y que no podía quedarme con ella. Estuve jugando un mes. Dormir poco, comer poco. No recuerdo más... Era todo jugar, jugar, jugar. ¿Tienes preocupaciones? Juega. Te escapas de todo. El tiempo se para. No hay preocupaciones, no hay angustias, te diviertes, lo estás pasando bien. Aunque pierdas. Te pueden decir: estás perdiendo. Y tú les dices: no, estoy jugando. Llegué a pasar 18 horas seguidas jugando. Desde las diez de la mañana hasta las cuatro o las cinco de la madrugada, del tirón. Juegas, vas esperando el momento idóneo, te dices: ahora es la mía. Perdí peso, estaba demacrado. Al final del mes, cuando me pillaron y se descubrieron todos los engaños, ese día había dejado la cuenta a cero. Mi pareja me pidió explicaciones, me agobió, discutimos, me fui de casa. Me fui a un parque, frente a la zona de juegos, hacía sol, allí lo vi: estaba con la mierda hasta arriba, empufado hasta las trancas. ¿Qué futuro le esperaba a mi hija? No teníamos ni un duro para comer. Pensé que la única salida era suicidarme. Pedí que me ingresaran en una unidad psiquiátrica".

¿Naces o te haces? "Naces con ello, hasta que te llega un desencadenante y te lo activa. Tenemos una especie de interruptor en la cabeza, nacemos con él apagado y en un momento de tu vida se activa. En mi caso fue la crisis. Quedé en el paro y se me activó. Luego ves las máquinas tragaperras, con sus luces, hasta a los niños les atraen. Te entra una sensación rara: ¡te lo meten de guaje! Puede ser lo más inocente del mundo; a mi niña le atraen los colores, pero quién me dice que no se le queda en el subconsciente. ¿Será genético o no lo será? Mi padre jugaba a las máquinas, aunque yo nunca lo he visto con un problema. Después de esto, no lo he vuelto a ver jugando, nunca".

La recuperación. "Mi pareja me sigue controlando. Cuando me ve con el móvil me pregunta: qué haces, dale la vuelta al móvil. Y yo lo hago. Lo peor de la recuperación es que te controlen, que no tengas la libertad de antes, tener que dar explicaciones por todo. No tengo acceso al dinero, a tarjetas, todo lo tengo que justificar con facturas. Les he mentido y ahora tengo que volver a recuperar la confianza con gestos pequeños. Lo que no sé es si volveré a tener confianza en mí mismo. Mi recuperación es día a día. No sé ni lo que voy a hacer mañana. Me digo: yo sé que hoy no jugué. Cuando me levante mañana por la mañana voy a decir: no voy a jugar. Cuando vaya a la cama: hoy no he jugado, otro día más. Y pienso en cosas: en mi hija, en mi mujer, en no volver más a un área de psiquiatría de un hospital. De lo que más me arrepiento es que durante ese año y pico pasé totalmente de mi hija. Fue un año en la vida de mi hija que me perdí y no voy a recuperar. Ahora estoy en proceso de recuperación y no tengo posibilidades económicas, pero en un futuro me gustaría, digamos, recompensarlas, a mi pareja y a mi hija. Por mi culpa, mi hija se perdió muchas cosas. Nunca la hemos podido apuntar a ninguna actividad extraescolar. No hay dinero para hacerlo. Le gusta bailar, podíamos haberla apuntado a baile. A natación, tampoco. Son cosas que te marcan. Ahora voy a intentar estar ahí".

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