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Al gorrión se le acaba la suerte

El "Ave del año" de 2016 en España, el pájaro más extendido en el mundo y uno de los más numerosos, se hunde en Europa por la falta de alimento y de hábitats adecuados en las ciudades

Al gorrión se le acaba la suerte

La historia del ser humano durante los últimos 10.500 años, es decir desde el nacimiento de la agricultura en Oriente Próximo, tiene un pequeño invitado que ha compartido cada paso de la evolución de la sociedad campesina, incluido el éxodo a las ciudades. Es, también, un precursor de la globalización, pues siguiendo al hombre se ha expandido con éxito por todo el planeta (exceptuadas las regiones árticas) y aún hoy sigue conquistando países (en Asia, África subsahariana y Sudamérica). Estos atributos lo han hecho popular, aunque no siempre apreciado, dependiendo de las circunstancias, los tiempos y los lugares. El gorrión común o doméstico es el ave corriente por excelencia en Europa (todo el mundo la conoce o, al menos, le suena: el término "gorrión" se utiliza de forma generalizada como comodín para cualquier pájaro menudo), aunque no sea la más abundante. De hecho, cada vez lo es menos: su población ha disminuido un 71 por ciento desde 1977. Y sigue cayendo. Esa crisis ha motivado su elección como "Ave del año" de 2016 por la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife) (en 2015 lo fue en Suiza, y en el Reino Unido, donde más y mejor se ha seguido su deriva, lleva años centrando la atención de ornitólogos y amantes de las aves, que son legión).

¿Qué le pasa al gorrión? ¿Por qué una de las aves más abundantes del mundo ha visto desplomarse sus poblaciones? La crisis actual de los gorriones urbanos tiene un precedente en el ámbito rural, consecuencia de los cambios en las prácticas agrícolas (en algunos casos por el abandono de los cultivos de cereal, como ocurrió en el norte de España, y en otros, por su intensificación), del uso de pesticidas y productos fitosanitarios, y del despoblamiento. Lo que está ocurriendo ahora en las ciudades no tiene unas causas tan claras. Quienes han venido siguiendo la decadencia de la especie en el Reino Unido -donde el gorrión común ha pasado de un censo estimado de 12 millones en la década de 1970 a los seis millones que se calcula quedan ahora- barajan diversas razones. La principal, por ser la más generalizada y la que posee mayor fundamento científico, es la falta de alimento. Que los gorriones pasen hambre en las ciudades puede resultar sorprendente, aunque el incremento de la limpieza de las calles ha repercutido, sin duda, en la disponibilidad de residuos de comida humana. No obstante, el problema se focaliza en los pollos, que necesitan consumir proteínas de origen animal, insectos y otros invertebrados, y éstos sí que se han hecho raros. Sin una nutrición adecuada, los pollos no prosperan o, si lo hacen, adquieren una pobre condición física que determina una elevada mortalidad juvenil. Esta dependencia influye, por otro lado, en la propia distribución de la especie dentro del espacio urbano, ya que en época de cría las parejas no se distancian más de 60 o 70 metros del nido en busca de alimento (el resto del año la movilidad de los adultos aumenta hasta dos kilómetros). Así, puede darse la circunstancia de que buenos espacios de alimentación no sean utilizados por la falta de asentamientos adecuados para los nidos dentro de ese radio. Estas disfunciones tienen mucho que ver con la propia evolución de los medios urbanos, que tienden a ser cada vez más homogéneos y con espacios verdes más abiertos y más despejados, sin la suficiente vegetación arbustiva, muy importante para los gorriones porque les proporciona cobijo y, además, facilita la necesaria dispersión de las aves no reproductoras.

También se ha observado el rechazo de los gorriones hacia las vías urbanas con tráfico más denso, donde la contaminación del aire hace disminuir el éxito reproductor. La falta de oquedades propicias para el anidamiento puede ser una causa más local, ya que en lugares donde se han instalado cajas-nido para facilitarles las cosas no se ha apreciano ninguna mejora en sus poblaciones.

El creciente incremento de los depredadores urbanos, como las ardillas y las urracas, también parece estar relacionado con el declive de los gorriones urbanos, sobremanera si se tiene en cuenta que unos y otros poseen las mismas preferencias de hábitat.

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