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La profecía del chamán y la mojadura dichosa

Al recibir la Orden Mexicana del Águila Azteca, José Manuel Gómez recordó en su discurso una anécdota ocurrida en 1976 que resume no sólo su relación afectuosa con México sino también un balance vital: "Al llegar a Teotihuacán, después de estar varios minutos mirando a lo alto para disfrutar de la 'danza de los hombres voladores', pasamos al interior del centro de información, donde -¿tal vez porque yo seguía mirando al cielo?- caí de pie dentro de un estanque con plantas acuáticas que estaba a nivel de suelo. Esto causó un gran revuelo entre los funcionarios del lugar. Uno de ellos, mientras yo vaciaba de agua los zapatos y me libraba de las plantas acuáticas, me dijo muy entusiasmado a la vez que ceremonioso: 'Señor: hace poco, cuando inauguramos este centro de bienvenida, un chamán sentenció que los visitantes que cayeran inadvertidamente en este estanque ¡serían muy afortunados en su vida, incluso en el más allá!'. De aquel afortunado "aterrizaje" en Teotihuacán ("lugar donde los hombres se convierten en dioses" o "lugar donde se hicieron los dioses") puede decir Gómez que "el chamán acertó en la predicción". El editor recordó su condición de asturiano y contó que "ya en 1918 existía el Centro Asturiano en la Ciudad de México; bien es cierto que al principio no era, digamos, un centro muy culto; era más bien la sede del Club de Fútbol Asturias (campeón de Liga de Primera División en 1943)". Y llegaron páginas familiares: "Una mexicana de padres españoles, nacida en Torreón (Coahuila) -Araceli-, se casó con un señor de Cuenca -licenciado Melecio Carrión-. Su hijo Melecio Carlos se casó con mi hija Ana, y hace tres meses me hicieron abuelo de una preciosa niña -Lucía Elizabeth-. Y tengo otro hijo, Álex, que (con su esposa Emma) me ha dado dos nietos maravillosos, Hugo y Diego. Aunque la verdadera y gran suerte la tuve un año antes de ir a México por primera vez. Fue en 1975, cuando me casé con Marion -que, por supuesto, está aquí-. A Dios y a ella todo se lo debo. No me canso de repetirlo cada vez que tengo ocasión". El chamán acertó.

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