Iris López nació peleona. Lo supieron sus padres cuando escucharon su primer llanto en la sala de partos del Hospital Valle del Nalón el 15 de febrero de 1990. Era su primera hija, cambió sus planes. Su madre tuvo que dejar de estudiar para cuidarla y su padre, formado como electricista, fue minero hasta la prejubilación y miembro de la Brigada de Salvamento de Hunosa. No tardaron en inculcarle la pasión por el estudio, el hábito de aprender. No sólo sus padres, había un murmullo en la sociedad que le decía "estudia y tendrás un buen trabajo". Y cuando Iris López formalizó su matrícula en Comunicación Audiovisual en la Universidad de Burgos, llegó la crisis. Un revés que, a su juicio, ha convertido a su generación en un ejército formado sin batalla que librar.
"Ah, ¿nos llaman 'Millenials'?", pregunta sorprendida. Dice que su generación tiene una alta percepción de sí misma, quizá porque se lo merece: "Nos hemos formado y nos esforzamos mucho, aunque tengamos fama de malcriados". Pero también ve frustración, por todas esas expectativas sociales que se generaron y que no se cumplieron.
Es su caso. Iris López no ha podido alcanzar sus metas: "Yo esperaba terminar la carrera en Burgos y volver a Asturias para trabajar, pero tuve que quedarme aquí", afirma. Trabaja media jornada para una cadena de televisión, "lo mejor que salió de lo mío". Ha aprendido a rebajar expectativas para no llevarse chascos. Es por eso que su máxima aspiración es "encontrar un trabajo que me guste en Asturias y volver. De momento, no pienso más allá", afirma.
No cree que viva peor que sus padres, pero sí tiene menos estabilidad: "A mí edad ellos ya tenían su casa y su familia montada. Pero no lo cambio por la libertad que yo tengo". Piensa que en la capacidad de reinventarse está la llave maestra que abre el futuro a su generación. "Que nadie se preocupe, seguro que pagamos las pensiones", bromea. Palabra de "Millenial".
