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Una astrofísica asturiana y el "minero espacial"

La ovetense Noemí Pinilla-Alonso caracterizó el asteroide Bennu, al que la NASA acaba de mandar una sonda para extraer material y buscar en él el origen de la vida en la Tierra

Una astrofísica asturiana y el "minero espacial"

Es probable que la astrofísica ovetense Noemí Pinilla-Alonso, que ahora trabaja para el Instituto Espacial de Florida (EE UU), tenga el año 2023 señalado en rojo en su agenda. En esa fecha, si todo marcha según lo previsto, será cuando regrese a la Tierra la sonda espacial "Osiris-Rex" que fue lanzada por la NASA en la madrugada del viernes, hora española, desde Cabo Cañaveral, donde Pinilla-Alonso asistió al lanzamiento. Hay quien dice que "Osiris-Rex", que pesa unas dos toneladas y tiene el tamaño de una pequeña camioneta, será el primer "minero espacial" que la agencia norteamericana envía al espacio, pero la astrofísica ovetense prefiere referirse a ella como el primer "robot-aspirador espacial". Su misión será llegar hasta el asteroide Bennu y allí "aspirar" una cantidad de material que oscilará entre los 60 gramos y los 2 kilos para traerlos a la tierra sin contaminar, donde se analizarán. Ese pequeño cargamento tiene suma importancia: Bennu es un "asteroide primitivo", se formó en el nacimiento del sistema solar y su composición ha permanecido inalterada desde su formación, con lo cual puede decirnos mucho sobre el origen de nuestra estrella y de los planetas que orbitan en torno a ella "y también de las moléculas prebióticas que pudieron originar la vida en nuestro planeta", hace 4.000 millones de años. Noemí Pinilla-Alonso, que trabajó para la NASA, no forma parte del equipo de esta misión pero sí trabaja habitualmente con ellos y sí participó en la preparación del viaje de la sonda, con la caracterización previa del asteroide con telescopios terrestres. Algo de ella subió el viernes al espacio. Así que desde hoy seguro que estará esperando, como agua de mayo, el regreso de "Osiris-Rex" dentro de siete años. A ver qué noticias nos trae después de este viaje que le ha costado a la NASA 870 millones de euros.

"Bennu es un asteroide en una órbita cercana a la tierra (NEA es su acrónimo en inglés, de Near-Earth Asteroid)", explica esta astrofísica asturiana sobre el destino final de "Osiris-Rex", cuyo nombre es el acrónimo en inglés de "Orígenes, Investigación Espectral, Identificación de Recursos, Seguridad y Explorador de Regolitos". "Estos asteroides se acercan a la tierra cada cierto tiempo, haciéndose más brillantes, y después se alejan y vuelven a hacerse "invisibles" para nuestros instrumentos. Bennu se aproxima a la tierra cada 6 años. Cuando se convirtió en candidato a ser el objetivo de esta misión, hubo que coordinar una serie de observaciones para averiguar todo lo posible de este cuerpo antes de que no fuera observable más. Durante el último acercamiento, entre los años 2011 y 2012, observamos este asteroide con todas las técnicas a nuestro alcance para conocer de qué está hecho, cómo rota sobre sí mismo, qué forma tiene, etcétera. Todos esos datos han sido de vital importancia para el desarrollo de la misión", detalla Pinilla-Alonso. Bennu tiene unos 500 metros de diámetro, viaja a 100.000 kilómetros por hora y su órbita lo acerca a 300.000 kilómetros de la Tierra. La sonda pasará los dos primeros años viajando y se supone que en julio de 2020 se producirá el contacto con el asteroide y la recogida del material. Luego, en marzo de 2011, de vuelta a casa.

¿Y cuál es la importancia que tiene esta sonda que Pinilla bautiza como "robot-aspirador espacial"? Ella misma lo cuenta: "Además de una serie de instrumentos que estudiarán la superficie a distancia, 'Osiris-Rex' tiene un brazo robótico (TAGSAM) con un dispositivo aspirador que es el que va a acercar al asteroide para tomar hasta tres muestras de material que depositará de nuevo en una cápsula en la sonda. Bennu es un asteroide primitivo, que contiene información clave de la época previa a la formación del sistema solar. Está cubierto de materiales oscuros, orgánicos, que podrían almacenar moléculas prebióticas, es decir, relacionadas con el origen de vida. Ése es uno de los máximos atractivos de Bennu".

La investigadora asturiana trabaja ahora en el Instituto Espacial de Florida, adjunto a la Universidad de Florida Central (Orlando). Es su último destino profesional en un currículum en el que figura también su trabajo como investigadora en la Universidad de Tennesee y en el centro de investigación que la NASA tiene en Moffett (California). En estos momentos se ha unido a un proyecto para explotar científicamente el telescopio Espacial James Webb, que será puesto en órbita en 2018, y que abrirá una nueva era en el estudio de nuestro Sistema Solar y, en particular, de los cuerpos menores helados, como Plutón. No obstante, la ovetense se mantiene en contacto con los miembros del proyecto "Osiris-Rex", que cuenta además con participación española.

Julia de León, investigadora del Instituto Astrofísico de Canarias, es una de las componentes de ese equipo. Está integrada en el Grupo de Procesamiento de Imágenes de la misión. "Nuestra tarea se centra en procesar y analizar las imágenes de la superficie del asteroide, que se irán tomando a medida que la nave se acerque al objeto, con un conjunto de cámaras. Además realizaremos un mapa de color de la superficie", explica. Según esta astrofísica el color aportará información de la composición del asteroide. "En concreto buscamos indicios de la presencia de silicatos hidratados. Este tipo de silicatos se forman cuando el mineral se encuentra en contacto con agua líquida, de ahí su interés y su importancia. Estos mapas de color ayudarán también a determinar cuál es la región idónea para recoger material y traerlo a la Tierra".

Tras este lanzamiento, el 2023 será un año clave para todos los científicos implicados en el proyecto. "Una vez que el material llegue al laboratorio, el tipo de análisis que se haga dependerá mucho de la cantidad de material que se haya conseguido", explica Julia de León. "Si todo va bien y no hay ningún incidente en la maniobra, se recogerá suficiente muestra para hacer un análisis exhaustivo de la muestra: análisis de rayos X, microscopio de electrones y de luz polarizada, análisis químicos, etcétera. Todas estas pruebas y análisis nos darán información detallada sobre los minerales presentes en las muestras, su contenido en distintos elementos químicos (hierro, magnesio, calcio) o la presencia de distintos isótopos. Y esto, a su vez, se comparará con la información obtenida con los instrumentos de la nave para caracterizar completamente el asteroide y saber con detalle qué ha ocurrido desde que se formó, cómo se originó y dónde".

Julia de León incide en que en este tipo de misiones la parte más delicada es siempre la de la toma de muestras. "Desde la maniobra de aproximación al objeto hasta la recogida y el sellado de las muestras, así como todo el protocolo para la reentrada en la atmósfera de la Tierra". Según esta astrofísica, en el caso de la misión "Osiris-Rex", la nave no se posará sobre el asteroide, "hará una maniobra que se llama "touch and go" (tocar y marchar) o TAG. La nave, que estará orbitando durante meses al asteroide, se aproximará durante la maniobra muy lentamente a su superficie con un brazo mecánico extendido. Este brazo, que tiene el mecanismo que toma las muestras, liberará un gas a presión para que se levante material de la superficie y recogerá un mínimo de 60 gramos y hasta un máximo de 2 kilos de material. Además, tocará la superficie durante algunos segundos para recoger partículas más pequeñas. Una vez hecho esto, se sellará la cápsula con el material y la nave retornará a la Tierra. En su regreso, no aterrizará en la Tierra sino que soltará la cápsula, que será recuperada en la superficie". La llegada del "paquete" está prevista para septiembre de 2023 y la caja con el material de Bennu se recibirá cerca de la ciudad estadounidense de Salt Lake (Utah, Estados Unidos)

Bennu es uno de esos asteroides que, de vez en cuando, protagonizan noticias sobre apocalípticos impactos sobre la tierra. ¿Será el meteorito del fin del mundo tal y como lo conocemos ahora? "Si lo que me pregunta es si Bennu va a impactar la Tierra, mi respuesta tiene que ser: puede. Bennu pertenece a ese tipo de asteroides que se acercan mucho a la tierra y que en algún momento pueden impactar. Todos sabemos de casos similares a lo largo de la historia, desde Tunguska al más reciente, Chelyabinsk, en 2013. Sin embargo, Benu no supone una amenaza para nosotros", afirma Noemí Pinilla-Alonso. Esta astrofísica explica que se acerca a la tierra cada 6 años "pero a una distancia mayor a los casi 400.000 km que nos separan de la Luna". Y añade: "No será hasta el año 2135 cuando se acerque a una distancia menor a la órbita de la Luna. En ese momento, su órbita podría cambiar y hacer que entre los años 2175 y 2199 impactara con la Tierra. Esa posibilidad, aún así, es de 1 entre 2.500". La científica ovetense apunta que "puesto que la posibilidad (de impacto) existe, conocer este asteroide y otros catalogados en detalle es un avance que recibirá un gran impulso gracias a esta misión y otras similares que las agencias espaciales internacionales desarrollan, tanto de vigilancia activa como de desarrollo de mecanismos de protección".

Julia de León abunda en la explicación. Es tajante al negar que Bennu pueda ser el asteroide que acabe con la Tierra. "En el (improbable) caso de que Bennu impactara contra la tierra, su tamaño no provocaría el fin del mundo, aunque con casi 500 metros de diámetro causaría muchísimos daños". Esta astrofísica del Observatorio de Canarias precisa que "en realidad, el peligro de que un asteroide impacte con la Tierra es real, pero también es verdad que a medida que el tamaño es mayor, la probabilidad de impacto es menor". Actualmente, los expertos tienen identificados más del 90% de los asteroides con tamaño superior a un 1 kilómetro, "que son los que realmente podrían causar una catástrofe mundial", dice León. El peligro potencial está en otro sitio: "Los más pequeños, los de cientos de metros, que impactan en promedio una vez cada varios miles de años, son más abundantes y sólo tenemos identificados del orden del 15-20%. Son éstos los que tenemos que localizar".

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