Las estadísticas se han quedado viejas. El umbral de los 65 años, que marcaba la jubilación, está obsoleto: la vejez ya no comienza ahí. Ahora, cada día más, el final de la vida laboral se ha convertido en el comienzo de una segunda vida mucho más activa y más comprometida socialmente, con la que muchos devuelven a la sociedad un capital emocional y de conocimientos que reunieron durante décadas.
Los demógrafos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) llevan tiempo advirtiendo de este cambio social propiciado por el aumento de la esperanza de vida y el retraso de la discapacidad. Asturias es, además, un caso paradigmático. Fruto de la reconversión, especialmente en las minas, la región cuenta con el contingente de jubilados más joven de todo el país: una de cada diez personas retiradas tienen menos de 65 años. Es un segmento de población con poder adquisitivo, tiempo y salud para gastar su dinero, pero que, pese a tener comportamientos de consumo similares a los de otras edades, no encuentra una oferta adecuada de sus demandas. En esta página y en las dos siguientes se ofrece un buen puñado de ejemplos de jóvenes jubilados que tienen mucho que aportar.
