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Los asturianos que desnudan el cerebro

El Instituto de Neurociencias, en la vanguardia contra el párkinson, la esquizofrenia, el trastorno bipolar y los daños cerebrales por una dieta incorrecta, reclama más compromiso de la sociedad y la Administración

Cero euros. Ésa es la cantidad exacta que el Instituto de Neurociencias del Principado (Ineuropa), creado ya en 2011, recibe como tal de la Administración regional y de la Universidad de Oviedo. Hay 150 científicos colaborando con esta entidad científica; de ellos, 80 forman parte de la plantilla universitaria o de la red sanitaria asturiana. Para sus respectivos proyectos van captando como pueden fondos de distintas instancias europeas o programas de I+D, pero, además, los dineros del Gobierno central que tienen "preconcedidos" para algunos proyectos no acaban de llegar. Pese a ello, no se rinden. Así que este grupo de investigadores encabezados por el catedrático de Psicobiología Jorge Luis Arias, director del Ineuropa, se está planteando la posibilidad de impulsar una campaña de donaciones ciudadanas, como ocurre en Portugal, para seguir profundizando en el conocimiento del cerebro humano. Y no sólo necesitan dinero. "También nos hacen falta voluntarios que quieran colaborar en nuestros estudios", añade. "Precisamos población normal para poder comparar con los que están enfermos. Hacemos mediciones, no hacemos pruebas que supongan daño alguno. Pero cuando haces una convocatoria pública, no viene nadie. Al contrario que en Dinamarca. Allí ves a las madres que llevan a sus niños y les colocan electrodos en la cabeza para medir y están orgullosas de estar colaborando con la ciencia".

El Ineuropa cuenta con tres líneas principales de trabajo. La de investigación básica o experimental, que dirige Arias; la neurológica, con Manuel Menéndez al frente, y la psiquiátrica, a cargo del catedrático Julio Bobes. Todos los investigadores ponen el conocimiento, los laboratorios y las ganas de coordinarse y cooperar entre distintas disciplinas. Pero el Ineuropa ni siquiera tiene fondos para las tarjetas de visita de su presidente y menos para poder conceder becas propias a investigadores. Tampoco para hacer realidad los necesarios proyectos piloto que exige Europa antes de conceder cualquier dinero que eche a andar un programa más ambicioso. Y todo ello en una región donde las enfermedades neurológicas, dado el acusado envejecimiento de la población, tienen una incidencia especialmente relevante. Si hay algún sitio de España donde interese conocer mejor el funcionamiento de nuestro cerebro, por qué se producen los problemas de pérdida de memoria y de deterioro cognitivo, y enfermedades como el alzhéimer y el párkinson, ése es Asturias.

¿Pero, en concreto, qué hacen en la región los investigadores vinculados al Ineuropa y qué aplicaciones prácticas tienen sus trabajos? Esto que sigue es un recorrido por los proyectos de estos científicos.

Anticiparse al párkinson

La enfermedad del párkinson tiene un lado visible que se manifiesta en temblores, rigidez del tronco y extremidades o problemas de equilibrio. Pero también hay un lado "invisible": los enfermos sufren depresión, ansiedad, deterioro cognitivo, trastornos del sueño y pérdida del olfato. Estos aspectos, que apenas han tenido consideración hasta hace poco pero que impactan enormemente en la calidad de vida del paciente, son los que interesan a la doctora Camino Álvarez-Fidalgo. En colaboración con Alejandra García y el grupo de investigación italiano del doctor Manuel Carta, de la Universidad de Cagliari, investigan el lado menos conocido de una enfermedad que afecta al 2% de la población mundial mayor de 65 años y es la segunda patología neurodegenerativa más frecuente del mundo después del alzhéimer. Y pese a todo ello, aún no se sabe por qué se produce el párkinson. Ni existe cura.

Los trabajos encabezados por Álvarez-Fidalgo tratan de determinar, en primer lugar, qué regiones cerebrales implicadas en la cognición podrían estar afectadas en los primeros estadios de la enfermedad. En segundo lugar, pretenden encontrar tratamientos específicos para esos efectos "no motores" del párkinson pues en la actualidad sólo contamos con tramientos paliativos para los síntomas motores.

El párkinson se produce como consecuencia de la muerte de unas neuronas llamadas dopaminérgicas, presentes en una región del cerebro denominada "Sustancia Negra". En sus estudios, mediante la utilización de un modelo animal del párkinson en un estadio muy temprano de la enfermedad, "hemos encontrado que incluso cuando la muerte neuronal es leve, se produce un déficit en ciertos aspectos cognitivos como por ejemplo en el aprendizaje espacial", dice esta especialista en la enfermedad del párkinson.

Cuando hoy se diagnostica el párkinson, a través de los síntomas motores, ya se ha producido la muerte del 80 por ciento de las neuronas dopaminérgicas. Entonces la dolencia está muy avanzada. Por ello un mayor conocimiento de los síntomas no motores resulta fundamental para una detección temprana de la enfermedad, "lo que permitiría avanzar en nuevos tratamientos no centrados en mejorar la sintomatología, sino en evitar una muerte precoz de las neuronas dopaminérgicas y por lo tanto en encontrar una cura definitiva".

Comer con cabeza para no dañar el cerebro

Sara García-Higarza y Marta Méndez, en colaboración de la doctora Natalia Arias, de la University College of London, investigan sobre la relación entre alimentación y cerebro. Parten de esta pregunta: ¿qué impacto tiene una dieta rica en grasas sobre la conducta y la actividad cerebral? "La excesiva ingesta de grasa se asocia con numerosas enfermedades, tales como la obesidad o las enfermedades cardiovasculares. Asimismo, numerosos estudios demuestran que también está relacionada con el desarrollo de conductas ansiosas y depresivas, déficits de memoria, un volumen cerebral disminuido e incluso enfermedades neurodegenerativas", dicen estas investigadoras. "Los cambios observados, reflejan que la dieta rica en grasas afecta al hígado, lo que provoca su mal funcionamiento y que sustancias como los triacilglicéridos queden en libertad viajando hasta el cerebro provocando inflamación y alteraciones metabólicas en zonas concretas de nuestro cerebro", añaden.

El siguiente paso es buscar soluciones para revertir los efectos producidos por esta dieta en el cerebro. La solución más cercana es una dieta sana y realizar ejercicio físico. Pero estas investigadoras además están apostando por "el desarrollo de tratamientos cerebrales no invasivos, como la aplicación de láser de baja potencia, que ya se utiliza en otras disciplinas como la dermatología o la fisioterapia, y que se ha asociado con una mejora en la función cerebral".

Señales para evitar el suicidio

¿Hay algún marcador cerebral que nos indique la posibilidad de que una persona con depresión intente a suicidarse? ¿Podemos detectar cuáles son los factores de riesgo a los que se ve sometida esa persona para tratar de reducirlos y, por tanto, salvarle la vida? Ésas son las preguntas que trata de responderse Julia Rodríguez Revuelta, psiquiatra adjunta en el centro de salud mental de La Corredoria, que colabora como investigadora doctorando en el área de Psiquiatría del departamento de Medicina de la Universidad de Oviedo, en la línea de investigación sobre el comportamiento suicida dirigida por los doctores Pilar A. Saiz y Julio Bobes.

La investigación tiene una evidente aplicación práctica. El suicidio es la principal causa de muerte no natural en el mundo, por encima incluso de los accidentes de tráfico. En Asturias, una media de 125 personas se quitan la vida al año, una de las tasas más altas de España, cercana a la de los países nórdicos.

"Hay una estrecha relación entre suicidio y enfermedad mental. Aproximadamente el 90% de personas que se suicidan padece un trastorno mental y la depresión es la dolencia que más frecuentemente se asocia con el mismo. Pero hay que tener presente que la mayoría de pacientes con trastornos psíquicos no realizan comportamientos suicidas a lo largo de su vida", subraya la investigadora. ¿Entonces qué ocurre en el cerebro de los enfermos de depresión que sí lo hacen? ¿Dónde está la diferencia? "El cerebro parece estar preparado para mantener la supervivencia del individuo y, por tanto, se han detectado deficiencias en el funcionamiento cerebral de las personas con comportamiento suicida. En particular en el lóbulo frontal, que es el encargado de estructurar la información de forma correcta, establecer metas y diseñar los planes para una correcta resolución de los problemas", detalla. Para conocer más a fondos esa relación se hacen una serie de tests específicos que miden factores como la impulsividad, la agresividad, el procesamiento de la información, la toma de decisiones, el aprendizaje, la atención y la memoria entre otros y se intenta establecer la relación con la depresión y con el resto de factores externos (socio-familiares, acontecimientos estresantes o consumo de tóxicos).

En este proceso interviene un equipo multidisciplinar de investigadores del área de Psiquiatría de la Universidad de Oviedo, liderados por Bobes y Saiz y formado entre otros por la profesora García Portilla, las doctas Rodríguez Revuelta, Burón y Abad. El proyecto recibe el apoyo del Instituto Carlos III y la aprobación del comité de ética e investigación clínica del Hospital Universitario Central de Asturias y se realiza en colaboración con otros centros de investigación españoles de la red CIBERSAM.

En busca de marcadores de la degeneración neuronal

La Unidad de Enfermedades Neurodegenerativas del HUCA (UENED) abarca tanto la enfermedad de alzhéimer (y otras demencias) como el párkinson (y otros trastornos del movimiento). Está integrada por los doctores Marta Blázquez Estrada, Esther Suárez San Martín, Ciara García Fernández, Santiago Fernández Menéndez, Rocío Álvarez Escudero y Manuel Menéndez González. También participan enfermeras, médicos residentes y estudiantes de grado y máster.

En la actualidad este equipo tiene tres líneas prioritarias de investigación. En primer lugar buscan biomarcadores de las enfermedades neurodegenerativas. Se trata de identificar aquellas pruebas que ayuden a diagnosticar más precozmente estas enfermedades, así como a diferenciar mejor entre algunas de ellas que se pueden presentar con características clínicas similares.

En segundo lugar, desarrollan estudios genéticos, para conocer las bases genéticas de estas enfermedades. "Estamos interesados en el estudio de polimorfismos genéticos que afectan el riesgo de presentar las enfermedades o algunos aspectos de las mismas y del conocimiento de las mutaciones deterministas que producen las formas hereditarias de estas enfermedades", indican estos científicos. Esta línea de investigación está liderada por la doctora María Victoria Álvarez, del Servicio de Genética Molecular y cuenta con financiación en convocatorias públicas (FIS) desde hace más de una década.

Finalmente, la tercera línea de trabajo son distintos estudios neuropsicológicos, en colaboración con el neuropsicólogo Juan Álvarez Carriles. Aquí tratan de identificar las alteraciones cognitivas que se producen al comienzo de estas enfermedades y seleccionar las pruebas más idóneas para detectarlas.

Este equipo también participa en registros nacionales e internacionales de estas enfermedades (como el registro COPADDIS para el párkinson o el registro ENROLL para enfermedad de Huntington) y en ensayos clínicos sobre alzhéimer, párkinson y distonías. Finalmente, también están estamos trabajando en la constitución de un Registro Regional de Enfermedades Neurológicas de Origen Genético y la creación del Banco de Líquido Cefalorraquídeo, que se integraría dentro del Biobanco . "Ambos recursos tendrán gran interés para futuros estudios", subrayan.

La guerra contra el ictus, incluso con ultrasonidos

La unidad de Patología Cerebrovascular del HUCA se encarga del diagnóstico y tratamiento de las enfermedades cerebrovasculares, tanto de naturaleza isquémica como hemorrágica, y está integrada por los doctores Sergio Calleja Puerta, Montserrat González Delgado, Lorena Benavente Fernández, Davinia Larrosa Campo, Nuria Riesco Pérez y María Rico Santos. Más allá de la labor asistencial, todo el equipo ha participado a lo largo de los últimos años en una constante actividad investigadora, que tiene varios puntos de atención.

En primer lugar, han abordado un tratamiento recanalizador en la fase aguda del ictus isquémico. Han abordado diversas investigaciones, en colaboración con el equipo de neurorradiología intervencionista, encaminadas a optimizar la actuación del equipo en la fase aguda del ictus a fin de lograr los mejores resultados de los tratamientos de recanalización (abrir paso a través de un vaso obstruido). Dichas investigaciones buscan mejorar la selección de los pacientes candidatos a tratamiento recanalizador mediante marcadores clínicos o de neuroimagen, a minimizar el tiempo transcurrido desde el inicio del ictus a la aplicación de los tratamientos y a optimizar los cuidados a fin de disminuir al máximo la posibilidad de complicaciones.

En segundo lugar buscan biomarcadores. "Se está intentando identificar marcadores moleculares que permitan diferenciar los ictus isquémicos de los hemorrágicos o predecir la evolución de los ictus sometidos a tratamientos de recanalización", indican los integrantes de este equipo. En tercer lugar han desarrollado estudios neurosonológicos. Es decir, la aplicación de los ultrasonidos en diferentes aspectos del diagnóstico del ictus. El equipo dispone de un laboratorio de neurosonología que facilita el desarrollo de esta línea, en la que se ha colaborado con otros departamentos del HUCA, como el de Medicina Interna.

Este grupo también trabaja en el tratamiento de la patología carotídea. En esta línea vienen desarrollando una estrecha colaboración con los equipos de neurorradiología intervencionista y cirugía vascular, con resultados de gran trascendencia, que han permitido reordenar la práctica clínica. Finalmente, estos especialistas se han integrado en el consorcio Nordictus junto a neurólogos de numerosos hospitales de la mitad norte del país, que se han asociado para abordar proyectos de investigación a gran escala.

El cerebro de los bebés maltratados

María Banqueri, Nélida Conejo, Héctor González y el catedrático Jorge L. Arias investigan sobre el estrés posnatal, una línea de investigación que está sufragada por el Ministerio de Economía y Competitividad. "En ella tratamos de conocer cuáles son los efectos a nivel conductual, neurobiológico y molecular que causan los desafíos o situaciones estresantes sufridos al inicio de la vida y sus repercusiones en las personas cuando son adultas".

El tipo de crianza, el apego, la prematuridad, la alimentación... todo ello afecta al desarrollo temprano de los individuos. "Pero nosotros quisimos profundizar en conocer si esto tiene consecuencias a lo largo de la vida, por ello desarrollamos diferentes modelos experimentales emulando diferentes condiciones de desarrollo temprano deficitario, simulando lo que se produce en los senos de familias desestructuradas o incluso en situaciones de orfandad o exclusión social", dice Jorge L. Arias. ¿Qué aplicación tienen estas investigaciones sobre la vida cotidiana? Vean las noticias y cómo las migraciones y las guerras están dejando a miles de niños huérfanos o abandonados por sus padres. ¿Qué "factura" tendrán que pagar por ello en sus vidas adultas?

Los cerebros de los diferentes modelos desarrollados son posteriormente analizados en la juventud y en su estado adulto aplicando técnicas de neuroimagen (TAC, resonancia o tomografía de positrones), cuantificación neuronal y glial, actividad metabólica o de genes tempranos. Estos investigadores persiguen conocer los cambios que puedan producirse y que manifiesten tener un reflejo en las diferentes pruebas conductuales y en las que evalúan reflejos, aprendizaje y diferentes tipos de memoria. De sus trabajos ya tienen la constatación de que "el estrés temprano o lo que es lo mismo, las experiencias tempranas adversas, tiene sus mayores consecuencias en el estado adulto, donde los sujetos manifiestan trastornos como la ansiedad. Lo que les impide resolver los problemas planteados con mayor seguridad y acierto", dice Arias. Y añade: "Podría parecer esperable que un trauma temprano produjese efectos negativos, incluso a largo plazo, así que el siguiente paso que estamos desarrollando es aplicar tratamientos de sociabilización, enriquecimiento ambiental, estimulación temprana y la aplicación de tratamientos incruentos efectivos que puedan paliar o revertir el funcionamiento de las diferentes redes cerebrales implicadas y que los efectos producidos por el maltrato y el abandono sufrido en edades tempranas del desarrollo puedan ser compensados".

Un nuevo enfoque contra la esquizofrenia

Leticia González Blanco, licenciada en Medicina por la Universidad de Oviedo y actualmente médica especialista de Psiquiatría, participa como investigadora colaboradora y doctorando en el área de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad asturiana. Su línea de investigación, dirigida por los profesores Julio Bobes y María Paz García-Portilla, ambos catedráticos de Psiquiatría, se centra en los mecanismos de inflamación subyacentes a los procesos psicóticos. Junto a ella participan en esta línea, entre otros, investigadores del área de Psiquiatría-CIBERSAM como la doctora Leticia García Álvarez, Lorena de la Fuente Tomás, los profesores Pilar Saiz, Celso Iglesias y la profesora Ana Coto Montes, del departamento de Morfología y Biología Molecular.

La sintomatología psicótica tiene su máxima expresión en la esquizofrenia, un síndrome que afecta al 1% de la población mundial y no hace distinciones claras entre sexo, nacionalidad o estrato sociocultural, explica Leticia González Blanco. La esquizofrenia es una patología mental, compleja, de inicio en la juventud y que se desarrolla habitualmente con episodios agudos de clínica alucinatoria y/o delirante, con una progresiva pérdida en las capacidades de relación social y de habilidades cognitivas, y que genera un nivel alto de sufrimiento a los pacientes y sus familias. "Desde hace más de 100 años, se buscan las causas del paradigma de la enfermedad mental con el objetivo de su comprensión para poder elaborar un plan de tratamiento adecuado. En esa búsqueda, la línea de investigación que relaciona los fenómenos inflamatorios y los síntomas psicóticos puede aportar importantes datos de interés", indica González Blanco.

La línea de investigación que desarrolla esta especialista vinculada al Ineuropa busca identificar parámetros en sangre relacionados con la inflamación que están presentes desde las fases iniciales de la enfermedad, y a su vez determinar si existe alguna asociación entre estos parámetros y las diferentes manifestaciones clínicas de la esquizofrenia.

Además, dado que la enfermedad evoluciona a lo largo del tiempo, se lleva a cabo un seguimiento al año de estos pacientes, "con el objetivo de determinar los posibles cambios en su estado inflamatorio y su relación con la situación clínica posterior".

La identificación de estos parámetros podría permitir en un futuro mejorar la capacidad diagnóstica y pronóstica de los profesionales en su labor asistencial utilizando herramientas más objetivas y fiables, así como identificar posibles dianas de tratamiento que contribuyan a un mejor control sintomatológico de la enfermedad.

Una clasificación para el trastorno bipolar

Lorena de la Fuente Tomás, licenciada en Psicología por la Universidad de Oviedo y máster en Investigación en Salud Mental, está desarrollando su tesis doctoral en el área de Psiquiatría de la Universidad de Oviedo sobre el trastorno bipolar. "Se trata de una enfermedad que afecta a los mecanismos que regulan el estado de ánimo. Las personas que lo sufren tienden a describir su humor con oscilaciones que van desde la euforia patológica hasta la depresión, sin que éstos se encuentren relacionados con variaciones en su entorno", indica De la Fuente. Y añade: "Estos cambios duran desde unos días hasta meses, y no hay que confundirlos con los altibajos emocionales que experimentan la mayoría de las personas. Se trata de una enfermedad grave, crónica y recurrente que se sitúa en el séptimo lugar del listado de enfermedades según la carga global por enfermedad en el mundo".

En el equipo de investigación del área de Psiquiatría de la Universidad de Oviedo se está desarrollando un modelo que permita clasificar a los pacientes en función de la gravedad del trastorno bipolar, herramienta utilizada en otras especialidades de la medicina, como son la oncología y la cardiología. "El funcionamiento es el siguiente: identificar una serie de marcadores objetivos y cuantificables que permitan determinar el estadio en el que se encuentre el paciente desde, por ejemplo, el I (fase inicial, sin afectación) hasta el V (afectación extensiva en varias áreas de la vida). Esto permitirá predecir la fase de la enfermedad y adoptar un tratamiento adaptado a la misma", indica esta investigadora.

Esta nueva herramienta clínica, añade, "permitirá a los psiquiatras españoles lograr una mayor precisión en el diagnóstico, el pronóstico y la adopción del tratamiento en base a las necesidades individuales de los pacientes. Lo que a su vez repercutirá en una mayor eficiencia del uso de los recursos en salud mental". La novedad de su trabajo, matiza la investigadora, "es que se extiende más allá de la psicopatología e incorpora aspectos relevantes para los pacientes que, hasta ahora, no estaban siendo tenidos en cuenta, como la carga de enfermedades físicas asociadas, las dificultades en el rendimiento cognitivo, el funcionamiento del paciente en la vida cotidiana y su percepción de calidad de vida".

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