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Urogallos y pinos, ¿una alianza viable?

Una reciente propuesta vincula la supervivencia del ave más emblemática de la cordillera Cantábrica a la plantación del árbol con el que llegó durante las glaciaciones, que desapareció desplazado por el haya

Urogallos y pinos, ¿una alianza viable?

El pino silvestre, albar o escocés y el urogallo común tienen una larga y estrecha historia juntos. Una sociedad que se mantiene en casi toda su área de distribución, salvo en la cordillera Cantábrica, donde comenzó a debilitarse hace unos 3.000 años, conforme el haya se fue extendiendo y desplazando a la conífera, apoyada en un clima favorable a esa sucesión (también en la acción del hombre: talas, quemas y aclareos para crear pastos), y que hoy solo subsiste en un bosque de la zona, el pinar de Lillo, en el norte de León (al otro lado del puerto de Tarna), una de las manchas vestigiales de la era de los pinos en la región atlántica ibérica, junto con las de Velilla del Río Carrión, en Palencia, y las de la sierra de Xurés, en la frontera luso-galaica.

La ruptura de ese vínculo parece estar en el origen antiguo de la actual crisis de las poblaciones cantábricas de urogallo, con una identidad genética diferenciada (la raza "cantabricus", exclusiva de estos territorios), en tanto las acículas de pino, y del pino silvestre en particular, son la base de la dieta del ave durante todo el año en el resto de su área de distribución, mientras que en la cordillera cantábrica ha debido buscar recursos alternativos, menos nutritivos, menos abundantes y menos predecibles, especialmente en invierno, que es una época crítica en la que el urogallo sobrevive casi de milagro. Teniendo en cuenta esa circunstancia, se ha propuesto recientemente la plantación de matas de pino silvestre como vía para tratar de salvar los últimos urogallos cantábricos.

La operación tiene su lógica, pero no se puede reducir la problemática del urogallo a un hábitat menos idóneo, ya que hay muchos otros factores añadidos que están actuando en su contra, comenzando por el golpe fatal que representó la caza legal de la especie hasta mediados de la década de los setenta, cuya herencia ha sido una población muy mermada y empobrecida genéticamente, y continuando por los desequilibrios en su hábitat derivados del manejo de los bosques hasta llegar a los efectos del cambio climático en curso. De igual modo, tampoco se puede ignorar el hecho de que los pinares de pino silvestre desaparecieron como consecuencia de una sucesión natural, inducida por un cambio climático (aunque con cierta ayuda humana), por lo que restituirlos "a la fuerza" a sus antiguos territorios -una operación que seguramente sea factible, dados la plasticidad y la frugalidad de esta conífera- puede tener consecuencias imprevisibles para la ecología de la cordillera y sus otros habitantes. Por lo demás, tal vez, al cabo de tres milenios de vida en bosques de frondosas, el urogallo cantábrico no acepte de buen grado ser devuelto al hábitat y las costumbres de sus ancestros (de hecho, aunque hay muchos pinares de repoblación, solo el de Bedramón, en Allande, le ha parecido "acogedor"), o no se acomode a ellos con suficiente rapidez. Y dados su debilidad demográfica y sus dificultades de supervivencia, no está para experimentos. Tampoco hay que perder de vista que el urogallo está en declive en toda su área de distribución; la población pirenaica, que vive en pinares de pinos silvestre y negro como los que hubo en la cordillera Cantábrica, no afronta una situación más halagüeña, y algunas poblaciones europeas "de pinar" han desaparecido. Se parte, además, del desconocimiento de algunos aspectos esenciales de la biología y la ecología del urogallo cantábrico, que impide predecir su respuesta.

Y el pino silvestre, ¿sería capaz de reconquistar sus antiguos dominios? La tendencia del clima a una mayor sequedad lo favorece como potencial colonizador del norte ibérico, que en el escenario previsto para 2050 se convertirá en su principal refugio (las cordilleras Pirenaica y Cantábrica), mientras que desaparecerá de los montes Béticos y de la mayor parte del Sistema Central. No obstante, según los mismos modelos climatológicos, la gran beneficiada por el calentamiento será la carrasca, por lo que favorecer los pinares no sería una buena estrategia adaptativa al nuevo escenario. Un escenario, por cierto, muy inconveniente para el urogallo.

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