La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Almudena Grandes | Escritora

"Churchill era un racista que veía a los españoles como una tribu de salvajes africanos"

Almudena Grandes. IVÁN GIMÉNEZ

Almudena Grandes (Madrid, 1960) rompió moldes en 1989 con la novela "Las edades de Lulú", con la que esbozó "La Sonrisa Vertical". Luego siguieron obras como "Te llamaré Viernes", "Malena es un nombre de tango", "Atlas de geografía humana", "Los aires difíciles", "Castillos de cartón", "El corazón helado" y "Los besos en el pan". En 2010 vio la luz "Inés y la alegría", con la que arrancó la serie "Episodios de una Guerra Interminable". Tras "El lector de Julio Verne" (2012) y "Las tres bodas de Manolita" (2014) llegan ahora "Los pacientes del doctor García". Grandes será el jueves 18 la protagonista de "Las tertulias del Campoamor", a las 20.00 horas.

- ¿Cómo le quedó el cuerpo tras pasar consulta a "Los pacientes del doctor García"?

-Terminé muy cansada pero también satisfecha. Ha sido un trabajo laborioso y exigente, pero he disfrutado haciéndolo.

- ¿Por qué le interesó tanto alguien como Clara Stauffer?

-Por varias razones. Clara era una mujer muy compleja, con muchas facetas, dos nacionalidades, dos ideologías complementarias, deportista de élite en su juventud, ideóloga de la Sección Femenina más tarde, capaz de dirigir con gran éxito una red de evasión de criminales buscados en medio mundo? Pero lo que más me interesó de ella fue que, aun trabajando para el mal absoluto, era una mujer capaz, abnegada, generosa, admirable por su entrega. Eso es lo que la hace tan interesante.

- ¿Franco se mantuvo en el poder porque los aliados, en el fondo, lo permitieron?

-Absolutamente, en el fondo y en la superficie. Ésa es la única razón de que muriera en su cama en 1975. A los aliados les gustaba más Franco que los demócratas españoles. Ningún pueblo logró derrocar a un dictador en el siglo XX sin ayuda exterior, y los aliados nunca quisieron intervenir en España.

- El franquismo protegió a los nazis. ¿Por qué se conoce tan poco ese episodio?

-Porque a nadie le interesó que se supiera y, fundamentalmente, porque los aliados lo sabían y prefirieron mirar hacia otro lado. Esa realidad no encajaba en la versión de la victoria de las potencias democráticas que se difundió a partir de 1945, y Franco, que tras Stalingrado comprendió que Hitler había perdido la guerra y se dedicó a cambiar discretamente de chaqueta, tampoco tenía ningún interés en que se hiciera público.

- Ahora que el cine reivindica a Churchill, ¿conviene recordar que prefería a Franco antes que a los demócratas españoles?

-Churchill, que admiraba a Hitler en su juventud, era un racista que opinaba que los españoles éramos una tribu de salvajes africanos, indignos de la democracia que disfrutaban sus compatriotas. Para mí es un personaje odioso y el principal artífice de la permanencia de Franco en el poder.

- Hubo españoles que colaboraron en los campos de exterminio. ¿Cómo se mete una escritora en la mente de personajes así?

-Adrián Gallardo es un personaje de ficción, pero al crearlo intenté aproximarme a una de las grandes especialidades del siglo XX, eso que Hannah Arendt bautizó como "la banalidad del mal". Adrián es un ejemplo de cómo un pobre hombre, no demasiado listo, puede llegar a convertirse en un monstruo. Él se va equivocando, cometiendo un error tras otro, hasta que sus propias equivocaciones le llevan a un lugar al que nunca habría querido llegar por su propia voluntad. Pero cuando le ordenan disparar lo hace. Siempre ha habido personas como Adrián en las grandes matanzas, por eso me interesaba contarlo, para mí fue más difícil que para él. Escribir esta novela ha implicado un desafío moral constante.

- ¿Los campesinos analfabetos de los años 30 tenían más conciencia política que muchos licenciados de hoy?

-Sí, porque en primer lugar tenían conciencia de clase, ausente en nuestros días hasta entre los precarios más explotados, y porque la política era en aquellos tiempos un asunto importante, apasionante y prestigioso, todo lo contrario de lo que ocurre hoy. La conciencia política era además el primer fruto cosechado por el esfuerzo que partidos y sindicatos invertían en la educación de los trabajadores.

- ¿La burguesía republicana fue la gran víctima olvidada de la guerra y la posguerra?

-La burguesía republicana ha sido prácticamente extirpada del relato literario y cinematográfico de la guerra y la posguerra. Frente a la brillantez de la clase social más intrínsecamente vinculada del proyecto republicano español, ha prevalecido la imagen de los republicanos como gente oscura y sucia, inculta y desarrapada, fijada por la historiografía franquista con algunas ayudas impagables, como la tristemente célebre novela de Hemingway "¿Por quién doblan las campanas?". El exterminio de la burguesía progresista en el relato conocido por los españoles actuales no es inocente. De hecho, refuerza el argumento de que el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 era inevitable, puesto que esa pobre gente sucia e incapaz no podía garantizar el futuro de nuestro país. Es mentira y es muy injusto. No hay más que estudiar el esplendoroso desarrollo intelectual, económico y cultural que el exilio republicano español provocó en países como Argentina o México, para probar su calidad y lo que España perdió con su marcha.

- Rescata la lucha diplomática de algunos exiliados para aislar el franquismo. ¿La suya fue una victoria o una derrota más?

-Fue una derrota más, sin duda, porque muchos personajes del exilio republicano, con Pablo de Azcárate a la cabeza, destinaron mucho tiempo y mucho esfuerzo a ponerle las cosas difíciles al régimen de Franco en el campo diplomático. Y aunque tuvieron éxito al lograr que España no fuera admitida en la ONU ni en otros organismos y foros internacionales, todo terminó mal, como de costumbre, cuando en 1953 se firmó el Pacto de Madrid, en el que los norteamericanos obtuvieron cuatro bases militares en España en condiciones abusivamente ventajosas a cambio de perdonar a Franco su pasado fascista para presentarlo como un campeón anticomunista de la Guerra Fría.

- ¿Mezclar ficción e historia le dio muchos quebraderos de cabeza? ¿Algún personaje real le puso las cosas difíciles?

-Mezclar ficción e historia siempre da quebraderos de cabeza, porque impone un equilibrio muy preciso, primoroso incluso, entre la libertad que exige la creación y la lealtad a la verdad histórica sobre la que se construye la ficción. Todos los personajes reales de los que me he "apropiado" para tratarlos como personajes de ficción me han puesto las cosas difíciles, y no sólo en esta novela.

- El franquismo protegió a los nazis y en la Transición se pasó página sobre el franquismo. ¿Es comparable?

-No. El franquismo fue un régimen resultante de un golpe de Estado que desencadenó una Guerra Civil que arruinó este país y provocó centenares de miles de muertos para instaurar una dictadura sanguinaria que exterminó a más de ciento cincuenta mil personas en tiempo de paz. No hay nada que pueda compararse con eso.

- ¿Por qué se olvida a los antifranquistas?

-Porque no encajan en el relato de la Transición, que se presentó a los españoles como un proceso admirablemente natural, de concordia, consenso y simpatía. La insistencia de miles de hombres y mujeres españoles que se jugaron la vida por la democracia durante treinta y siete años seguidos, sin dejar de luchar un solo día, compromete esa versión hasta el punto de que no quedó ningún espacio para ellos.

- ¿Lo que ocurre en Cataluña es trágico, cómico o ambas cosas?

-A estas alturas es más bien patético.

- ¿Algún político de hoy sería un personaje interesante para una novela?

-Muchos. Puigdemont cada día se parece más al Holandés Errante, el ministro Zoido parece un personaje de sainete, la historia de Susana Díaz es una versión de las guerras de Pirro y a la vez un novelón.

- ¿Meterse en la cabeza de Rajoy sería un desafío o un aburrimiento?

-A mí me aburriría bastante.

- ¿El odio en Twitter es el mismo que alentó una Guerra Civil?

-Yo diría que en el aspecto formal se parece bastante, pero escribir cualquier cosa en Twitter es muy fácil, instantáneo, y sale gratis, por lo menos hasta que un juez se fija en ciertos mensajes. En los años 30 del siglo XX opinar, conspirar, intoxicar, era mucho más trabajoso, más costoso, y exigía una consciencia que yo creo que la mayoría de los opinadores de Twitter no tiene. En ese sentido, me parece menos grave.

- ¿Podemos es la historia de una decepción o de un triunfo?

-Representa, o puede llegar a representar, ambas cosas. Su nacimiento fue en sí mismo un triunfo -dado el férreo bipartidismo que parecía inamovible en España- cimentado sobre la decepción que inspiraba la izquierda tradicional. En este momento, mientras muchos de sus primeros votantes se sienten decepcionados por su trayectoria, no me atrevo a descartar que sea capaz de reinventarse y volver a representar una formación ganadora, aunque quizá con otro nombre, quizá con otros líderes.

Compartir el artículo

stats