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MARINA GURDZHIYA | Ayuda de concertino de la orquesta Oviedo Filarmonía

"Gracias a mi hija conseguí ser fuerte, coger el violín e irme a Alemania"

"En la URSS había mucha presión, yo era obediente y estaba orgullosa de mis juramentos socialistas; luego cayó y me dijeron que todo era un engaño"

La violinista Marina Gurdzhiya, en el auditorio de Oviedo. IRMA COLLÍN

-Nací en 1975 en Moscú, en lo que era la Unión Soviética, país que ya no existe. Tengo una hermana 6 años menor, Liana, también violinista. Por parte de mi madre son pianistas. Por parte de mi padre, que es georgiano, médicos. Ahora, la política hace que georgianos y rusos no se lleven bien, pero yo soy rusa y georgiana y me llevo muy bien conmigo.

- Nació con la música en casa.

-En Rusia era una tradición muy fuerte que cada persona, al margen de su profesión y sus posibilidades económicas, aprendiera a tocar un instrumento con bastante nivel. En el siglo XX crearon la Escuela Central Musical de Tchaikovski, única en la URSS, pública y muy selectiva, que daba prioritariamente música y la compaginaba con el resto de las asignaturas. Para entrar había una convocatoria cada 4 años y 30 aspirantes por plaza.

- ¿Cómo fue su infancia?

-Había que estudiar mucho y no tenía tiempo para estar con otros niños en el parque. A los 6 años tenía que desplazarme hora y media en dos líneas de metro, tranvía y autobús y otro tanto para volver. Comía rápido -hoy no sé comer de otra manera- estudiar dos o tres horas de violín, hacía los deberes y una o dos horas más de violín.

- Cuesta sacar sonido agradable al violín.

-Aprender violín para disfrutarlo es muy duro. Mi abuela era violinista y tuvo la paciencia de enseñarnos a mi hermana y a mí. La entiendo ahora que enseño a mi hijo.

- ¿Le gustaba el violín?

-Cuando me preguntaron si quería estudiarlo, sí; cuando tuve que estudiarlo, no.

- Su abuela parece importante en su vida.

-Se llama Emilia Shikalova. Tiene 90 años. Trabajaba en una orquesta sinfónica que interpretaba música de películas, pero se jubiló pronto para criarnos a mi hermana y a mí y que mi madre pudiera hacer su carrera. Mi abuelo, también violinista, siguió trabajando. En la URSS sólo podían salir del país los músicos, los deportistas y los políticos...

- ¿Se les notaba mucho?

-Sí, vestían de forma diferente. Despertaban mucha curiosidad en un país tan cerrado que si te encontraban un dólar podías tener pena de muerte por la relación que implicaba con el extranjero. Mi abuela tenía un amigo íntimo, concertino de los Virtuosos de Moscú, y quería para nosotras un futuro de ver mundo y tener más libertad.

- ¿Cómo había sido su vida?

-Su padre era ingeniero en Bakú (Azerbaiyán) y tenía una gran discoteca clásica. Durante la Segunda Guerra Mundial, huyendo de los alemanes, ella marchó de Moscú a Siberia, donde tocaba a 60 grados bajo cero con sus dos hermanas, con las que compartía el vestido de salir a escena. La escuela estaba a 2 kilómetros. O llevaban leña o no entraban. Mascaba café para quitar el hambre.

- ¿La abuela vivía cerca de su casa?

-Nosotros en el quinto y ella en el décimo. Estaba siempre en el ascensor con sopas y comida, me llevaba al colegio y podía esperar cinco horas para devolverme a casa. La odiaba porque me obligaba a estudiar. Ahora la entiendo y la quiero más que a mis padres.

- ¿Cómo era?

-Cariñosa, pero muy fuerte porque, si no, no estudiábamos. Teníamos muchas broncas. Mis padres siempre eran buenos porque cuando llegaban traían una chocolatina.

- ¿Era tan difícil conciliar la vida laboral y personal como aquí?

-Era peor, al menos entre los músicos.

- ¿Cómo era la URSS para una niña?

-Había más disciplina. Aquí un niño de hoy puede ser poco respetuoso con un adulto, pero allí temías al profesor, un dictador que no concebía que no obedecieras y que te intimidaba. Tenía complejo de inferioridad por la forma en que usaban su poder para decirte que eras malo, algo que es para la vida. Aquí, los niños están más seguros

- ¿Cómo es su padre, Vejtang?

-Tiene 68 años, era ingeniero automovilístico y mi dios. Apoyó mucho nuestra carrera. Nos dio todo el poco tiempo que tuvo.

- ¿Y su madre, Elena?

-Trabaja en el Conservatorio de Moscú. Cuando yo estudiaba violín me acompañaba al piano. Éramos como amigas porque mi madre era la abuela.

- La tuvieron a usted muy joven.

-Con 19 años. Había mucha presión: si no formabas una familia antes de los 25 años, ya no lo harías y serías una mujer incompleta.

- ¿Su madre era su confidente?

-No, en la formación socialista no se podía fumar ni beber y aunque mi madre lo había hecho no me salía decirle nada. Intento no hacer eso con mis hijos; tener confianza.

- ¿Tenía amigos y amigas?

-Los del colegio los cultivaba por teléfono porque las distancias en Moscú pueden ser como de Oviedo a Llanes. Aún me gusta mucho hablar por teléfono.

- ¿Cómo era su casa?

-Estaba en un edificio moderno de 14 plantas. Vivíamos los cuatro en un piso de 22 metros cuadrados y estudiábamos violín y piano. En el cuarto más grande teníamos un piano de cola sobre el que apilábamos de todo. Yo tocaba para mis amigos en mi cumpleaños. Ahora van al Palacio de los Niños y gritan y no quedan recuerdos. En la URSS valías por cómo eras y qué hacías y era una vergüenza presumir de lo que tenías.

- ¿Había diferencias de clase?

-Todos vivían parecido. Nosotros éramos clase media y vivíamos bastante bien.

- ¿Qué tipo de niña era usted?

-Muy abierta y tímida a la vez. Tenía complejo de inferioridad y dependía mucho de la opinión de los demás. Me gustaba proteger a mi hermana. Tenía pocos amigos, pero me implicaba y me sacrificaba por ellos, lo que no siempre está bien. Los grupos me intimidaban. Era insegura y autoexigente y fui así hasta que España me aportó seguridad.

- ¿Por qué?

-Aquí la gente es muy buena y le importas. Tenía trabajo en Alemania y superior nivel de vida, pero aquí estoy más a gusto. En un bar me atendían bien aunque fuera con gestos. En Alemania, si no dices exactamente qué quieres, pasan de ti. También influye que los georgianos son latinos.

- ¿Cómo vivía bajo el comunismo?

-Era tanta la presión. Me acuerdo de estar superorgullosa de los juramentos. Por el primero, a los 8 o 9 años, recibías una chapa con el retrato de Lenin. A los 11, jurabas ser fiel a las ideas comunistas y ganabas una corbata roja. No hice el tercer juramento a los 21 años de fidelidad a la patria, porque cayó la URSS.

- Ritos equiparables a la primera comunión, la confirmación y la jura de bandera.

-A una niña con crucifijo la echaron del colegio.

- Aquí habrían echado al que llevara la hoz y el martillo.

-Las dos cosas son pura religión. Luego nos dijeron que todo era fatal. Ahora hay más libertad e información, pero desaparecieron todos aquellos valores y nos dijeron que lo que sabíamos era un engaño.

- Le coinciden la adolescencia, que es inestable, y la caída de la URSS.

-Sí pero el violín no me dejaba tiempo y que no me saliera un pasaje sí que me afectaba. De repente, Lenin era un demonio y no lo entendía, pero era obediente y pensaba: "Ésta es la moda". Ahora veo que vino otro poder y se aprovecha igual de nosotros y los ateos de entonces son tan religiosos...

- ¿Gorbachov?

-Lo asocio a la caída del muro de Berlín y al desastre nuclear de Chernobil.

- ¿Yeltsin?

-Toqué para él en el Kremlin. Pensaba que los políticos tenían que ser personas de alto nivel, pero el ministro de Finanzas nos preguntó si no nos aburría la música clásica y no era mejor tocar algo folclórico. A los 14 años los amigos llevamos bocadillos a los soldados que luchaban contra el régimen. Arriesgamos porque creíamos que era importante. Mis padres no saben esto.

- Acabó sus estudios a los 23 años.

-Y divorciada. Me casé a los 22 con otro alumno del Conservatorio. No estaba preparada para tener una familia y duró un año, pero nació Alexandra y mi vida giró 180 grados. Conseguí ser fuerte gracias a mi hija. Tuve que buscarme la vida, cogí el violín y fui a presentarme a una prueba en Alemania.

Segunda entrega, mañana, lunes:

"La burocracia impidió tres años que mi hija pudiera vivir conmigo en Oviedo"

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