Jean Becker, director de "La fortuna de vivir", "Un crimen en el paraíso", "Mis tardes con Margueritte" o una de mis películas favoritas de Belmondo, "Simpático sinvergüenza", regresa al cine con "Unos días para recordar", un filme teatral que se desarrolla casi enteramente en una habitación de hospital. Allí ha acabado Pierre (Gerard Lanvin) confinado tras un extraño accidente en casa que le ha devuelto a la realidad. Después de enviudar y abandonar a su nueva novia, la estancia en el sanitario parece que le hará retomar la vida que antes tenía, fuera de la depresión.

Al comprobar los grandes resultados de taquilla de largometrajes "feel good" como esa ponzoña del buenrollismo titulada "Invencible", no nos podemos sorprender que el cine francés trate de mantener ese modelo. Aquí Becker, un realizador resolutivo, cuenta la sucesiva aparición de personajes en la reclusión forzosa de este hombre con apatía notable y almíbar excesivo. Todo se reduce a planos y contraplanos donde no se advierte la habilidad del cineasta más que para controlar a Lanvin, un actor propenso a sobrepasarse. No es, ni de lejos, su interpretación lo que más molesta de "Unos días para recordar", sino esa constante intención, políticamente correcta, de alternar estereotipos multiculturales vacuos y elevar la tolerancia, una actitud propia de perdonavidas, a lugares que no merece.