Bulnes (Cabrales), Ramón DÍAZ

«A la cumbre del Picu le falta algo. Han robado un símbolo, una parte de la historia del alpinismo». Fernando Calvo, experto guía de montaña, está indignado por la desaparición, hace casi dos meses, de la pequeña imagen de la Virgen de las Nieves que presidió la cumbre del Urriellu (Naranjo de Bulnes) durante 56 años. El sentir es unánime: todos los montañeros consultados, católicos y no católicos, creyentes, agnósticos y ateos, aseguran que quien se ha llevado o ha destruido la imagen de Nuestra Señora de las Nieves le ha faltado el respeto a la historia. «Es lo mismo que si alguien se lleva de Santa María del Naranco la piedra clave del arco central. Sólo puede ser obra de un cafre», añadió Calvo. No hay pistas sobre los autores del robo.

La Virgen de las Nieves era ya parte del mito. Llegó a la cima del Urriellu el 5 de agosto de 1954, justo el día que se cumplían cincuenta años de la primera escalada a la mítica cumbre de los Picos de Europa, protagonizada por Pedro Pidal y Gregorio Pérez, «El Cainejo». Subieron la imagen varios miembros del Grupo de Montaña Tajahierro, de Santander. Aquella primera reproducción de la Virgen María y el Niño Jesús era mucho más grande que la actual (pesaba unos cincuenta kilos), ya que incluía una base, una especie de pedestal y la imagen propiamente dicha. Fue destrozada hace veinte años y, muy poco después, reemplazada por la actual, que pesa unos cinco kilos y que no está anclada al suelo.

La imagen de piedra caliza de la Virgen del Urriellu ha vivido múltiples peripecias. La leyenda montañera cuenta que en los últimos setenta del siglo pasado un alpinista irreverente le dio una patada a la Virgen y la lanzó al vacío. Los veteranos del Picu aseguran que, milagrosamente, la imagen quedó intacta sólo unos metros más abajo. La segunda parte de la leyenda asegura que la persona que intentó destruir la imagen, unos meses más tarde de esa acción, se rompió la pierna con la que le dio la patada a la Virgen. Y se la rompió en el Urriellu.

Tampoco es la primera vez que la imagen desaparece. Hace unos años un montañero bajó la imagen y se la llevó hasta el hospital en el que convalecía su novia. Fue una promesa: la devolvió unos días más tarde. En otra ocasión un alpinista escondió la imagen en un recoveco de la cumbre. Pero la Virgen apareció poco después. Nunca hasta ahora había faltado tanto tiempo de la cima.

Fernando Calvo asegura que la imagen tenía para él un significado religioso o, cuando menos, protector. Y destaca que la práctica totalidad de los montañeros, incluso los no creyentes, respetaban la reproducción y la consideraban un símbolo de la cumbre. «Unos la besamos la primera vez que hicimos cumbre, otros simplemente se fotografiaban con ella al llegar arriba», señaló Calvo, quien añadió que quizá hoy no colocaría una imagen similar en el Picu «por respeto a la gente a la que no le gusta», pero la imagen del Urriellu «llevaba allí mucho tiempo y formaba parte ya de la historia de la montaña».

Erik Pérez, guía de montaña y leyenda vida del Picu, señaló que la desaparición de la Virgen es obra «o de un zumbado o de un vándalo». Le parece una acción «intencionada», que se une a la desaparición o destrucción, en los últimos años, de otras imágenes similares en las dos Peñasantas y en el Llambrión. «Sólo queda ya la Santina de Torrecerredo», señaló Pérez, quien destacó que todas las cumbres importantes de los Pirineos y los Alpes tienen también figuras similares. «Para muchos asturianos que no son católicos la Santina es un símbolo, como la bandera. Y ésta era un poco la imagen de los Picos, la Virgen de la Montaña», añadió Pérez, quien desveló que unos veinte montañeros han hablado ya sobre la posibilidad de subir otra imagen. «Volverá a estar en la cima y será lo más parecida posible a la que ha desaparecido», auguró.

Los hermanos Eneko e Iker Pou, escaladores vascos que han protagonizado algunas de las mayores hazañas en el Urriellu, como la apertura de la vía «Orbayu», la más difícil del mundo, no son partidarios de colocar ornamentos religiosos en las cumbres. Claro que «en este caso la imagen era un símbolo, una tradición, no hacía mal alguno y siempre suponía una ilusión encontrarla», indicó Eneko Pou, quien expresó su deseo de que la imagen aparezca y regrese a la cima «cuanto antes».

Cipriano López, otro de los guías «históricos» del Picu, fue uno de los primeros en dar la voz de alarma. «No soy muy devoto, pero siempre le daba un beso cuando llegaba a la cima. No estorbaba a nadie», añadió.

López incidió en que al Urriellu suben personas de múltiples nacionalidades, de distintas ideologías y de diferentes credos, pero la mayor parte de ellas respetaban la imagen. El guía cabraliego, responsable del refugio de La Tenerosa, besó por primera vez a la Virgen de las Nieves a los 13 años, cuando holló por primera vez la cima del Picu. Casi treinta años después y con decenas de escaladas al Urriellu -diez sólo este año- lamenta su desaparición.

Tomás Fernández, ex alcalde de Cabrales y guarda del refugio de la vega de Urriellu, calificó lo ocurrido de «falta de respeto». «Soy católico no muy practicante, pero la imagen ni estorbaba ni ofendía a nadie y estaba perfectamente integrada en el paisaje». En su opinión, incluso para los no católicos era también «como un testigo de que se había hecho cumbre. Un certificado», añadió el guarda y montañero cabraliego.

Juan Carlos Chamoso, guía de montaña, señaló que, al margen de cuestiones religiosas, la imagen era «muy bonita» y estaba «perfectamente integrada». Criticó con dureza al «justiciero de turno» que decidió quitar «un símbolo que gustaba a todo el mundo», incluso a los no creyentes.

Bulnes, R. DÍAZ

Sólo unos días después de que desapareciera la imagen de la Virgen de las Nieves alguien colocó en la cima del Picu varias banderas de oración tibetanas. Son símbolos religiosos que los sherpas y porteadores del Himalaya colocan a los cuatro vientos para que los protejan en la montaña. Lo mismo que ocurre con las banderas de Asturias y España que se van colocando en la cima, algunos montañeros retiraron las banderas tibetanas sólo unos días más tarde para despejar la cumbre. «Sólo la imagen de la Virgen es tolerable en el Picu, por tradición», indicó Tomás Fernández.

Juan Carlos Chamoso coincidió con el anterior al señalar que las banderas tibetanas «no pintan nada en el Urriellu, no es su sitio».

«La imagen ni estorbaba ni ofendía a nadie y estaba perfectamente integrada en el paisaje», afirma el guarda Tomás Fernández