El suplemento de verano «El Paraíso» de LA NUEVA ESPAÑA se despide hoy de sus lectores. Y lo hace a golpe de spray. El campeón y el subcampeón del concurso de grafitis de la Feria Internacional de Muestras de Asturias, Javier Robledo y Alejandro Torre, han diseñado para la ocasión un mural con el que poner fin, hasta el próximo verano, al suplemento. El grafiti, realizado en la plaza Hermanos Cantón de Montecerrao (Oviedo), se basa en el rostro de una joven y la obra «Éxtasis de Santa Teresa» de Bernini.

Una obra de Bernini y un rostro juvenil, inspiración del mural

Javier Robledo ha decorado el Palacio de los Niños y otros locales, mientras que Alejandro Torre desarrolla su obra en Madrid

Oviedo, Sergio GRANDA

Cuando pintan, el silencio es sepulcral. Javier Robledo suelta el spray, da seis pasos atrás y compara su obra con la foto que sujeta en su mano derecha. Comprueba si las proporciones son correctas y, sobre todo, si los ojos que ha pintado son directos e inquisitivos. A la izquierda del muro, Alejandro Torre ni pestañea. La gama de colores que usa en el rostro que pinta parece interminable. «En cada grafiti podemos dejarnos más de cincuenta euros sólo en pintura», explica Torre tras acabar su obra. Tanto Javier Robledo como Alejandro Torre no son nuevos en este mundo. Su primero y su segundo puesto, respectivamente, en el VI Concurso de grafiti de UGT Asturias en la Feria Internacional de Muestras los avalan como dos de los mejores grafiteros de la región. Ambos han diseñado para LA NUEVA ESPAÑA un mural con el que despedir el suplemento de verano.

«Empecé en este mundo hace cinco años. A través del rap me fui interesando por el grafiti. Mi padre tenía unos sprays en el garaje y un día me puse a pintar junto a un amigo». Así explica Alejandro Torre, de 19 años, su primer contacto con el mundo del arte. Al principio sus padres asociaban esta práctica al vandalismo y las broncas eran frecuentes, pero luego lo aceptaron. «Además, yo nunca pinto de ilegal. Sólo en concursos, exhibiciones o sitios donde tenga permiso», asegura Torre. Robledo, de 20 años, también recuerda sus inicios y cómo para muchos sólo resulta una afición pasajera: «La mayor parte de los que empezaron conmigo ya no sigue».

Aunque vivir de esta disciplina es prácticamente imposible, ambos quieren dedicar su vida profesional al mundo de la pintura. Los estudios de Javier Robledo, un módulo de automoción en chapa y pintura, le han hecho darse cuenta de esto: «Pintar coches es mucho más mecánico, todo está calibrado». Alejandro Torre, que está en segundo curso de Bellas Artes en Madrid, no se cierra puertas: «En el futuro intentaré vivir del arte, aunque no es nada fácil». Su opinión sobre la regulación de los grafitis en el Principado no es muy positiva. Torre acusa la falta de seriedad por parte de las instituciones: «En Asturias los ayuntamientos sólo dan permisos cuando les viene bien. Si quieren que les decoremos algo nos dan cuatro pinturas y ya está, pero si somos nosotros los que pedimos permisos la cosa cambia mucho».

Para el de LA NUEVA ESPAÑA fue necesario tramitar un permiso con el Ayuntamiento de Oviedo. Los sprays de Robledo, que en el mundillo se hace llamar Xav, no sólo han decorado muros públicos. Además de bares y una guardería, gran parte del Palacio de los Niños en Oviedo ha sido ilustrado por este gijonés. El langreano Alejandro Torre, «Jheal», sigue su periplo artístico por Madrid, ciudad en la que también experimenta con otras disciplinas artísticas como el videoarte.

Ambos destacan la creciente aceptación que esta manifestación está teniendo en los últimos años. «Hubo un día que estaba pintando un muro. Alguien llamó a la Policía y cuando vino a uno de los agentes le gustó tanto que no se podía creer cómo alguien se había molestado», relata Javier Robledo. Alejandro Torre concibe el grafiti como crítica y arte, aunque no se encuentra muy a favor con la concepción actual de este último: «En el arte de hoy en día hay mucha demagogia, todo es válido mientras que tenga una explicación», asegura el langreano. Su último grafiti, para este periódico, recoge dos rostros donde la expresividad y la mirada cobran especial interés. La pintura del gijonés nace a partir de una fotografía «sacada de internet», dice, cuyos ojos parecen observar a quien lo mire se ponga donde se ponga. La obra de Alejandro Torre se inspira en Bernini y su «Éxtasis de Santa Teresa».