Lejos de pasar una noche de nervios, los novios de la quincuagésima sexta edición del Festival Vaqueiro y de la Vaqueirada, Ramiro García y Rocío Álvarez, optaron por celebrar de forma anticipada la boda en la noche anterior al enlace. Rodeados de su familia y amigos, los novios organizaron una espicha durante la víspera que sirvió para acallar los nervios de la inminente llegada del "sí, quiero" por el rito vaqueiro en la braña de Aristébano, en el límite entre los concejos de Valdés y Tineo. "La noche la pasamos bastante animada", aseguraba ayer Ramiro García a su llegada a la braña, aparentemente tranquilo. Un poco más nerviosa, Rocío Álvarez relataba cómo habían estado celebrando el comienzo de boda "hasta las mil".

Rocío Álvarez, vecina de Puerto de Vega, de 26 años, y Ramiro García, natural de Villayón y de 33, cumplieron ayer un sueño del novio, que a pesar de no tener raíces vaqueiras confiesa haber asistido a esta fiesta de pequeño, acompañado por sus padres y abuelos. "Por eso siempre me tiró intentar casarme aquí". Él fue quien más insistió para celebrar su enlace matrimonial por este rito, aunque la novia, también sin raíces vaqueiras, no tuvo ninguna duda. Estaba encantada de casarse en Aristébano: "Nunca hubiera pensado que mi boda sería así, pero esto es único".

Vestidos con el traje típico totalmente negro, del que sólo sobresalía la camisa blanca, llamó especialmente la atención el tocado de la novia, que decidió agregar a su pañuelo una mantilla "para darle un toque diferente". Además de los novios, casi la mitad de los invitados al enlace acudieron con el traje típico, lo que un año más hizo muy vistoso tanto el muy nutrido cortejo nupcial como el momento de la ceremonia.

Con una media hora de retraso respecto al programa previsto, la comitiva nupcial salió del núcleo de Aristébano, hacia la plataforma donde se celebró el "casorio", entre vítores a los novios, gritos vaqueiros y la música de las bandas de gaitas. Encabezando la marcha iban los grupos folclóricos, seguidos del carro del país tirado por bueyes que cargaba con el ajuar de la pareja, compuesto por una cama, para la noche de bodas; pan, escanda, trigo, miel y un orinal. Inmediatamente, de entre la multitud sobresalían los novios montados a caballo y flanqueados por los padrinos, así como por sus invitados, los componentes del Consejo Rector, los Vaqueiros Mayores y los de Honor.

Pero ayer, el mismo día y en el mismo sitio, hubo, además de boda, aniversario. En esta ocasión, los novios compartieron protagonismo con el matrimonio que se casó por el mismo ritual y en el mismo sitio en 1979. Ramiro Vidal Rodríguez y María del Carmen Gayo celebraron su 35.º aniversario de boda volviendo a vestir los trajes vaqueiros en la braña de Aristébano, donde además de recordar su propia boda recibieron un homenaje por parte del Consejo Rector de la Vaqueirada. "Cuando nosotros vinimos a casarnos aquí teníamos una tensión nerviosa y una inquietud que ahora recuerdo viendo a estos novios, que me imagino que tendrán el mismo problema", rememora Vidal. Ambos reconocen que nunca cambiarían su forma de casarse: "Nos gustó que fuese al aire libre y ante una multitud".

Manuel y Soledad, dos Vaqueiros Mayores de vuelta a la infancia

La de ayer también resultó ser una cita memorable para el matrimonio compuesto por Manuel Fernández y Soledad Gancedo, del pueblo tinetense de Bullacente, que fueron nombrados Vaqueiros Mayores. La mujer explicó emocionada que fueron sus hijos quienes los propusieron ante la organización para un reconocimiento que "representa una alegría muy grande, porque somos vaqueiros de nacimiento", asegura Soledad Gancedo. El matrimonio acude todos los años a esta celebración que siente muy suya. "Es muy bonito, se vuelve a revivir lo que se hacía antes, cuando nosotros éramos críos", confiesa. Para su marido, la fiesta vaqueira y la celebración de la boda "es lo más grande que hay en el mundo", una forma de ensalzar la cultura vaqueira "a la que antes nadie quería pertenecer y de la que ahora somos todos", enfatiza Manuel Fernández. Ambos presumen de ser vaqueiros desde los tatarabuelos "por no ir más atrás", subraya Fernández, y se muestran encantados de ver cómo se continúa con las tradiciones, "sobre todo por parte de los jóvenes".

También recibieron el reconocimiento de vaqueiros de honor, por parte de la organización, el presidente del grupo de montaña "Estoupo" de Valdés, Rubén Díaz García; el presidente de la empresa Imasa, Tomás Casado Martínez (que este año recibió la "Amuravela de oro" que entrega la asociación "Amigos de Cudillero"); el investigador Amador Menéndez Velázquez; la directora del grupo de teatro "Factoría Norte", Carmen Gallo Gallo; el presidente de la asociación cultural de Tuña, José Manuel Bouzas Conde, y el párroco de Las Regueras, Pablo Gutiérrez. Del ámbito político e institucional llevarán esta distinción los alcaldes de Valdés y Tineo, Simón Guardado y José Ramón Feito, respectivamente; su homólogo de Oviedo, Agustín Iglesias Caunedo, y el presidente de la Red Asturiana de Desarrollo Rural y regidor de Somiedo, Belarmino Fernández. Todos ellos acudieron a la fiesta vestidos con el traje típico y participaron del cortejo nupcial, acompañando a los novios montados a caballo y caminando tras la comitiva.

Tras la ceremonia, los invitados a la boda, la organización del festejo y los homenajeados compartieron mantel bajo una carpa en el alto de Aristébano, donde dieron buena cuenta de una comida típicamente vaqueira a base de lacón asado, chosco, rapa (un plato ancestral vaqueiro compuesto por una base de harina de maíz y centeno, berza, chorizo y jamón, cocinado al horno) y el postre con natas vaqueiras y café de puchero.

La fiesta se prolongó durante la tarde con el Festival de Folclore Vaqueiro.