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La isla perdida

Noruega quiere el hielo sin fin de Pedro I

Fabian Gottlieb Thaddeus von Bellinghausen.

La isla de Pedro I, al parecer, está llena de glaciares y, por eso, hace un frío que pela. Si me pierdo, búsquenme allá a lo lejos: bajo la nieve, en lo más alto de unos acantilados altísimos, a un paso de la Antártida. Que sí, que me piro, que ya lo he decidido.

Los primeros ojos que se posaron en la isla de Pedro I fueron los de Fabian Gottlieb Thaddeus von Bellingshausen, un tipo entre alemán y ruso que descubrió el continente austral y también la isla que recuerda al zar más grande de todos. Fue en 1821. Bellinghausen no pudo desembarcar. El hielo se lo impidió.

Nadie se preocupó de la isla hasta 1929, cuando un zoólogo noruego -Ola Olstad- pisó por primera vez la isla inaccesible. Descendió, la exploró? y se dio cuenta que sus huellas eran las primeras que quedaban marcadas en un territorio alejado del mundo. Judith Schalansky, la esclarecida autora del "Atlas de las islas remotas", dice que hay más hombres que han pisado la Luna que la isla de Pedro I. No me esperen a cenar, que me lanzo, que lo sé, que me lanzo. Ola Olstad se pidió la isla para su nación y Noruega no para decir que la isla es suya desde 1931. Nadie les cree y ellos no hacen demasiado por convencer al planeta. Pero es normal, en Pedro I sólo hay líquenes, un volcán extinto y mogollón de hielo. Brindemos por los corazones helados.

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