Viajar en el tiempo no es solo cosa de ficción. Con una pequeña dosis de historia y un poco de imaginación, el pasado se cuela por nuestros sentidos, transportándonos a épocas lejanas. Así lo pudieron vivir ayer los asistentes a "Los Sábados del Vapor", jornadas que se celebran en el Museo del Ferrocarril y cuyo principal atractivo son los viajes en trenes antiguos, que a pesar de durar solo unos minutos, consiguen arrancar miradas de asombro a todos los curiosos que se acercan a disfrutar de ellos.

Cada sábado del mes de julio y parte de agosto, el museo organiza estos viajes en auténticos coches de viajeros, que hace más de cien años recorrían esas mismas vías, trasladando a miles de personas desde Asturias hasta Madrid. "Ahora ese trayecto se hace en apenas cinco horas, pero hace 120 años, los trenes tardaban como mínimo 36 ", explica Sonia Cernuda, la guía turística que acompaña a los pasajeros durante el recorrido. Los adultos la escuchan sorprendidos y los niños, a veces demasiado pequeños para entender de cifras, miran embelesados por la ventanilla.

Cuando los antiguos coches de madera se ponen en marcha, las chimeneas escupen el humo con su característico pitido y en el anden se pueden llegar a adivinar, si cierras bien los ojos, a las familias que despedian al medio centenar de viajeros que se adentraban en las vías rumbo a Madrid con cada tren, hace ya 124 años. Un trayecto que, aún hoy, miles de gijoneses siguen haciendo cada año.

"¡Ya viene!", grita emocionado Mateo Villanueva, que apenas llega a los tres años de edad, mientras ve cómo el ferrocarril se acerca, impaciente. "Un día pasamos por delante del museo y lo vimos anunciado, la verdad es que nos pareció muy interesante para ellos", explica la gijonesa Elena Villanueva, rodeada de cinco niños más.

"Son viajes muy cortos en el espacio, pero muy largos en el tiempo", explica Javier Fernández, director del museo. "Apenas duran cinco minutos, pero sirven para imaginarse lo que era viajar en aquella época. Además, aunque las máquinas están muy bien conservadas, es bueno mantenerlas activas de vez en cuando", asegura.

Pero no todos los días se tiene la oportunidad de viajar en este tipo de transporte, ya que las locomotoras tan solo se encienden una media de veinte veces al año, que no es poco. Por ello, estas reliquias causan sensación entre la población asturiana, que a pesar del mal tiempo, o quizá por eso, espera su turno para subirse a la original máquina del tiempo.

Olor a carbonilla, sonido de ruedas, afinado pitido y vaporosa marcha. Los históricos ferrocarriles del museo gijonés se ponen en marcha para recordar, con nostalgia, aquellos tiempos donde viajar no era un placer, pero se siente como si lo fuera.