La historia del toreo a caballo debe su impulso a "los cuatro jinetes del Apoteosis" cuando en buena hora pasaron las labores camperas a la plaza y le dieron entidad a la doma frente al toro. Muchos años después nació un torero en Lisboa, que vive en la rebosante de arte Puebla del Río. De nombre Diego y apellido Ventura que ha logrado sobre el caballo lo que aquellos cuatro caballeros -Ángel y Rafael Peralta, don Álvaro Domecq Romero y el portugués José Samuel Lupi- soñaron entonces. Tras ellos, señalaron el camino, entre otros, Javier Buendía, Joao Moura, Fermín Bohórquez y Hermoso de Mendoza. Pero las cotas alcanzadas por Diego Ventura rompen moldes y Gijón fue ayer testigo.

Si bien en El Bibio su trayectoria era ya inmaculada la ambición de Diego Ventura brotó al actuar por primera vez en terna completa a caballo en el coso asturiano. ¿Quién dijo que era mala idea una corrida de rejones? Ya lo discutimos mañana cuando se recupere el respetable de la "fartura" de toreo a caballo y, por favor, que no pasen otros 26 años hasta la próxima.

Ventura cortó dos orejas al primero de su lote tras una notable faena que se queda chica en comparación con el éxtasis vivido en el quinto. Brilló con "Romeo" en el toreo de costado y con "Ritz" en unos quiebros batiendo muy cerca para clavar arriba. También "Remate" dejó pasajes de su valor frente al toro para que su jinete prendiera tres banderillas cortas al violín. Tan efectivo fue el rejón de muerte que ni siquiera le dio tiempo a Ventura de echar pie a tierra. El delirio estalló en dos orejas ajenos a lo que luego vendría.

Brindó a Carlos Zúñiga en un largo parlamento y se fue a porta gayola a recibir sobre "Añejo" al quinto del festejo. Lo esperó para clavarle el rejón de castigo nada más aparecer por toriles en labor de encomiable mérito que sorprendió a los tendidos. Incluso tardaron en aplaudir aunque pronto se entregaron y metieron de lleno en la faena cuando lanceó con la cola, en círculos, al toro de Pallarés que, por otro lado, no fue nada del otro mundo.

La faena fue a más con "Sueño", una de las estrellas de la cuadra de Ventura que le permitió lucir el toreo de costado a dos pistas, recortando por los adentros para cambiar de pitón. Lo llevó a escasos milímetros de la grupa antes de clavar dos rehiletes en todo lo alto, el segundo de ellos precedido de un precioso pase español del jaco en el cite. Ejecutó bien la suerte con "Chalana", que con una pirueta en la misma cara levantó de los asientos al graderío, y con el caballo albino, llegó el delirio. "Remate" dinamitó la faena y le puso en bandeja los máximos trofeos.

Citó al "passage" para clavar dejándose llegar el toro a la espuela. Las cabriolas fueron de colores, que diría la bandida tonadillera, hicieron el resto antes de dejar arriba las cortas y rematar haciendo el teléfono, con el codo en el testuz. Luego, para poner el broche tamaña obra, se amarró las riendas a la cintura para un soberbio par a dos manos que puso la plaza boca abajo. La doma perfecta, el riesgo en los cites y la brillante ejecución de las suertes despertaron en el público el sentimiento de grandeza que tiene la fiesta. Diego Ventura enterró el rejón y acudió raudo a contemplar la muerte de su oponente que se produjo en segundos. Las dos orejas cayeron del tirón y el rabo, de ley y orden, coronó una obra cumbre que engrandece su leyenda en el toreo. En la vuelta al ruedo no le quedaba espacio para tantas flores que le tiraron desde el tendido.

Andy Cartagena enmudeció al tendido en el primer lance de la lidia. Perdió pie su caballo "Cuco" y el toro arrolló sin compasión al binomio. Ya en el suelo, aturdido, fue prendido por la zahona, zarandeado y devuelto al suelo. Cartagena se levantó con ayuda y tras unos minutos dubitativo tomó la riendas de la lidia. Todo se quedó en un susto y el dolor de su semblante. Con "Pinta", el equino de capa apaloosa, prendió la mecha de la ovación sonora con sus piruetas ante un toro a menos. Justa oreja que no pudo pasear por irse a la enfermería. En su lugar, "Pinta" dio la vuelta al ruedo.

De menos a más fue la labor al cuarto al optar más por la doma que por el toreo a caballo por culpa de su aquerenciado oponente, acobardado en tablas. Un metisaca tras pinchazo cercenó el triunfo.

Leonardo Hernández pechó con el peor lote de una ya de por sí mala corrida de Pallarés. Precisó de los auxiliadores en su primero para sacar el toro a los medios y clavar los rehiletes con "Calimocho", jaco negro de imponente estampa. Los quiebros de "Eclipse" y los brincos de "Xarope", en el sexto, avivaron una faena lastrada por el mal estilo de toro de Benítez Cubero que echaba la cara arriba en el embroque. Frente al más difícil de la corrida, Leonardo derrochó voluntad y tuvo justa recompensa de una oreja.

Pero la tarde sólo podía tener un nombre propio. El de Diego Ventura. Y ahora, con la calma, que vayan contando si hay siete, nueve o veinticinco toreros del grupo A en el infame pliego. A pie, a caballo o en la bicicleta que circula por el carril bici de su desvergüenza.