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Pequeño bestiario de rarezas

la asturias escondida - Desde el ampelis europeo hasta el calamar gigante: los registros de fauna asturiana recogen hallazgos tan extraños como una morsa en 1986 y un escarabajo rojo en 1963, ya extinguido en la Península

Pequeño bestiario de rarezas

1. Ampelis europeo

Esta pequeña ave se detectó en Avilés por vez primera en 2011, y al invierno siguiente repitió visita para alegría de los ornitólogos de todo el norte, que acudieron a la villa para fotografiar y estudiar su inesperado regreso. Originario de la taiga, en Suecia o Rusia es normal verlo en grandes bandadas. Sin embargo, más al sur los avistamientos descienden sensiblemente, tendencia que solo se rompe con la llegada de olas de frío, cuando migran en busca de alimento y temperaturas más suaves. Los expertos de grupos ornitológicos como Mavea o la COA consideran que el ejemplar registrado en Avilés era el mismo en ambas ocasiones, y aunque se esperaba su regreso al año siguiente, en diciembre de 2013 no volvió. Y hasta hoy. Probablemente muriera, o simplemente no emprendiese de nuevo su larga e inusual travesía.

2. Escarabajo rojo de las cortezas

Una rareza en toda regla. Aunque para el común de los mortales que lo vea -si es que se da la oportunidad- le parecerá un simple bicho del suelo, esta especie, cuyo nombre científico es "Cucujus cinnaberinus", es, sin lugar a dudas, el coleóptero más escaso de España. Sólo se ha detectado un ejemplar vivo en toda la Península, en una fecha tan lejana como 1963, en la reserva de Muniellos. En Europa central es frecuente, pese a que la destrucción de los bosques de hoja caduca, su medio natural, ha causado una merma progresiva de la especie a escala continental. Así lo consigna el Libro Rojo de la Fauna Asturiana, catálogo de referencia para especies locales en peligro, añadiendo que la extrema escasez de este insecto impide hacer estimaciones de su población o determinar si es (o fue) una subespecie autóctona. Porque transcurridos 53 años sin avistamientos, es muy probable que se haya extinguido por completo.

3. Salamandra común

Como su nombre indica, la salamandra común, llamada popularmente sacavera, no es escasa ni rara. Lo inusual es que la subespecie que habita en Oviedo se caracteriza por parir crías totalmente desarrolladas, en vez de alumbrar larvas acuáticas o poner huevos como cualquier otro anfibio. El biólogo David Álvarez señala que esto, a diferencia del resto de salamandras, le permite reproducirse sin depender de la presencia de charcas ni ríos. Por ello, el casco viejo de la capital tiene enorme interés para el estudio de la subespecie, con poblaciones que han vivido aisladas durante siglos y que presentan variaciones muy peculiares. El biólogo añade en el documental "Los últimos dragones de Oviedo" que la sacavera dejó huella en la vida de la ciudad desde épocas muy tempranas: lo atestiguan las esculturas de la Catedral, con salamandras talladas en los capiteles del claustro o en la sillería del coro. Será mera coincidencia, pero hasta Tino Casal lució en sus últimos años unas llamativas salamandras de brillantes en sus atuendos más excesivos. Casualidades al margen, las noches de lluvia son la ocasión idónea para toparla por las calles de Oviedo: los suelos húmedos las atraen al ser su hábitat natural. Si encuentran una, tengan respeto. En el sentido puro de "respetar" y no en el de "dar miedo", porque aparte de un tesoro biológico, son totalmente inofensivas.

4. Morsa

Otro animal que, hasta la fecha, se ha registrado en Asturias en una sola ocasión. Fue el 23 de octubre de 1986, durante una borrasca, cuando unos pescadores se quedaron de piedra al encontrarla en la playa de Arnelles, en Coaña. LA NUEVA ESPAÑA se hizo eco de la noticia y Jorge Jardón, corresponsal del diario en el Occidente, tomó varias fotografías del animal, cuyas poblaciones europeas se limitan al Ártico. Hasta entonces, los avistamientos más meridionales solo llegaban a Escocia. El ejemplar que aquel día llegó a Asturias medía unos tres metros y se ajustaba al promedio de adulto totalmente desarrollado. Fue avistado en Arnelles y Ortigueira (Navia), y luego desapareció en el mar hacia Luarca. Desde entonces nadie ha vuelto a ver una morsa en Asturias, y muchos no darían crédito a este hecho tan inusual si no existieran los documentos gráficos que lo avalan.

5. Kraken

Cargando con la injusta fama de monstruo marino, el Calamar Gigante o Kraken es quizá el ejemplo más llamativo de fauna abisal de las costas asturianas. Desde que se comenzó a estudiar la vida que alberga el Cañón submarino de Avilés en sus 4.800 metros de profundidad, se ha constatado la abundancia efectiva de esta especie, no tan escasa como se creía. Y aunque solo suelen verse cuando un ejemplar aparece muerto y varado en alguna playa, su aspecto y dimensiones impresionan: puede medir veinte metros y pesar mil kilos. Sin embargo, que nadie piense en explotar comercialmente su pesca. Las fotos y las cifras podrían sugerir negocios boyantes, pero es que no es una simple variante crecidita de la sepia o el chipirón: aunque la carne de un solo ejemplar permitiría hacer bocadillos suficientes para un regimiento de cosacos, la alta tasa de amoníaco que contiene lo hace venenoso para el ser humano. Tampoco tiene el comportamiento hostil que se le adjudicaba en "Veinte mil leguas de viaje submarino", aunque aún se desconoce mucho de su biología. Definitivamente, es mejor dejar que siga desarrollando su ciclo vital y, por pura lógica, no aceptar "kraken" como animal de compañía. Ni en la mesa.

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