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Sin selfies no hay Paraíso

Los turistas soportan colas para retratarse en los emplazamientos más emblemáticos de la región de Oriente a Occidente

Sin selfies no hay Paraíso

Cuando las turistas extremeñas escucharon las advertencias de la vecina de Naves (Llanes) decidieron no prestarle atención. Una marea no prevista había vaciado la playa de Gulpiyuri antes de lo esperado. A pesar de las indicaciones, y después de varios días pateándose Asturias, decidieron recorrer el pedregoso camino hasta el acantilado, hipotecando sus tobillos al espectáculo, secas de sed y envueltas en un calor húmedo al que no están acostumbradas en la tierra de los conquistadores.

Allí, efectivamente comprobaron que la mujer decía la verdad. Ni rastro de lo que habían visto en Google, cuando planificaron su viaje por el Norte de España. Desilusionadas, advirtieron que lo que definen como el mar más pequeño del mundo, sólo se intuía porque tenía arena y gente tomando el sol. "Vaya mierda, esto no es lo que me esperaba" (ya os lo avisaron). "Si lo sabemos, no venimos" (¡Pero si lo sabías!), exclamaron con su inconfundible acento.

Sin embargo, no dudaron un segundo y rápido se pusieron de espaldas a donde se suponía que tenía que estar el agua filtrada entre las rocas. Estrecharon sus brazos por encima de sus hombros. Se arreglaron el pelo. Sonrieron (mucho). Colocaron su móvil en posición horizontal y enfocaron con un pellizco en el centro del terminal. La pantalla de su teléfono empezó a ser intermitente. Sonido de disparo, negro, foto y bis. El dedo de una de ellas marcaba el compás al ritmo que pulsaba el disparador. La sinfonía sólo se interrumpía para cambiar la expresión, el gesto o la dirección del flequillo. Dedicaron unos cuantos segundos a comprobar que la luz era buena. O la sonrisa aceptablemente amplia. Y así, tras tantos intentos que era imposible llevar la cuenta, tenían lo que habían ido a buscar: el "selfie" perfecto. Con la galería de fotos bien alimentada, regresaron sobre sus pasos. Su cuenta de Instagram se relamía. Esas instantáneas no bajarían de los 100 "me gusta".

Cada día este proceso se repite en los lugares más turísticos del mundo, Asturias incluida. El Principado no se libra de esa fiebre por las autofotos. La playa de Gulpiyuri sólo es un ejemplo. Uno muy bueno. Porque ofrece un entorno que no se le ocurre ni a un guionista de Juego de Tronos. Tan bello que hay que ser muy mal fotógrafo para no pillar un plano bonito. Esa coyuntura para los profesionales del "postureo" es dejarles la portería vacía para que se recreen. A poco que acierten con el filtro, lo tienen todo para triunfar.

El arenal cercano a Naves no es el único punto caliente. Sólo hay que ver la campaña de veraniega de turismo del Gobierno Regional. En ella, se ven monumentos y parajes que en realidad sólo existen en las postales. Nunca están tan vacíos como se ven la propaganda. En un país que hipertrofia el músculo del turismo, el Principado no iba a ser menos. Ver viajeros que buscan el mejor encuadre para sus "selfies" es un peaje implícito en el que se desembolsa antes de El Negrón.

Probablemente, la Santina de Covadonga sea uno de los puntos más masificados. Visitarla es una asignatura obligada del visitante en tierra astur. Recientemente, el abad Adolfo Mariño reconocía que no hay plazas de parking para tantos turistas. Más de 10.000 coches en alguna jornada, aseguró. Sale a más de tres millones al año. El triple de la población de la región. Si estos números ya marean, piense por un momento que todos se quieran sacar al menos un selfie (suelen ser más porque en el tema de las autofotos no abundan muchos Robert Capa). ¿Cuál es el resultado? Pues que a veces sea inevitable que se formen colas para posar. Un recuerdo virtual (y gratis) de un lugar espiritual. En Cangas de Onís llegaron a ampliar la acera frente al puente romano, lo que evita que la gente tenga que invadir la carretera -bastante transitada de coches- para hacerse la foto de rigor en la antigua capital del reino. Y en Gijón, durante la "Semana grande", la Policía difundió consejos útiles para realizar "selfies" más seguros.

La ruta de los autorretratos en el Principado incluye una parada obligada en el Cabo Peñas. Describirlo con palabras sería hacerle poca justicia. Por eso, quizá es mejor capturarlo de fondo. Todos los días, decenas turistas aprovechan este escenario para guardarse un recuerdo en su teléfono móvil del lpunto más septentrional del Principado. Acompañados de sus palos "selfies" muchos emulan a las chicas de Extremadura de Gulpiyuri.

Los grandes núcleos urbanos también sufren los picos de "postureo". En puntos estratégicos de Oviedo y Gijón se arremolinan turistas que quieren dejar constancia en sus redes sociales de haber estado allí. La capital lo pone barato con sus numerosas esculturas. ¿Qué diría Woody Allen si viera cómo un grupo de adolescentes se están sacando fotos abrazando su efigie? A lo mejor, les llamaría bígamos. O se reafirmaría en su teoría de que el cerebro es uno de los órganos más sobrevalorados. Gijón cuenta con el emplazamiento que casa a la perfección con el "selfie". Uno no ha estado allí si no se ha colgado de las "letronas" del puerto deportivo. Si se presta atención a los paseantes, casi se puede dividir a los gijoneses en dos tipos de personas. Los que comprenden a los turistas que se cuelgan de la tipografía roja, aguardando a que tomen su foto. Y los que se hacen los suecos y pasan por delante sin ruborizarse. Habrá quien diga que este es un ritual propio de la villa de Jovellanos. Falso. En Plasencia, hay una versión local, sólo que en azul, de esa escultura. Allí los turistas hacen lo mismo que en Gijón. Así que no es descabellado afirmar que esos "selfies" no son producto exclusivo de la magia, los encantos, los embrujos y las alegrías sino de la necesidad de retransmitir al mundo todos y cada uno de nuestros pasos tiene mucho que ver.

Una última reflexión. El que esté libre de haberse hecho un "selfie" alguna vez para presumir, que saque su cara cámara y se entregue sin remordimientos a su pasión. Dos: que el ego no impida disfrutar de Asturias (ni de ningún otro lugar). Tres: las turistas extremeñas de Gulpiyuri eran en realidad muy simpáticas.

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