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Lamentaciones del lobo

Lamentaciones del lobo

Bajo la piel de lobo empieza y concluye con sendos planos aéreos que cavan y entierran el drama. Hay muerte al acecho. Un mismo fusil, distintas vidas. Distintos modos de zanjar destinos. Mario Casas, generoso en el esfuerzo, rudo hasta decir basto y gruñón, encarna a un descarnado francotirador de animales. Les debe mucho: sus pieles le garantizan unas monedas que le permitan seguir recluido en montañas trágicas donde los padres venden a sus hijas y las tumbas acogen fantasmas sin historia. Tras sus primeros planos como documentalista, Samu Fuentes arriesga con encomiable valor en su primera apuesta de ficción eligiendo una historia que no transita por los caminos más trillados del cine comercial al uso y concediendo una importancia capital a las hechuras visuales con una doble intención. Por un lado, cuenta la rutina diaria de ese alimañero fundido con el paisaje y la fauna con inequívoco dominio del terreno documental, logrando imágenes de una sobrecogedora e ilustrativa belleza. Por otro, aplica al contenido dramático moldes pictóricos y cinematográficos muy bien integrados, con escenas de ecos fordianos (dos personajes, un cementerio con neblina al acecho) y planos que recuerdan lienzos de Mantegna y Rembrandt.

Pregunta: "Si no quieres un perro, ¿por qué no una mujer?". Respuesta: "Son más difíciles de domar". Sugerencia: "¿No te gustaría tener un hijo?" Ahí empieza a cocerse a fuego lento la tragedia que late "Bajo la piel de lobo". Una tragedia contada a la contra del cine español: mandan las imágenes. Mandan las miradas y los silencios. Mandan los gestos y mandan las sugerencias. No por casualidad una de las mejores escenas -y clave para el desarrollo de la historia- se muestra desde el exterior de la casa con los protagonistas difuminados por la tristísima caída de la lluvia.

La acumulación de momentos visualmente potentes -el cara a cara con un lobo de mirada gemela, el cadáver envuelto y abandonado en casa del padre, el arranque de furia contra las cruces del cementerio...- hace de Bajo la piel de lobo un debut más que prometedor: hacía mucho que el cine español no estrenaba una obra tan volcada en apurar al máximo el lenguaje cinematográfico al servicio de una historia áspera y sin concesiones donde los personajes viven atrapados por cepos de un destino feroz. El Samu Fuentes director demuestra una madurez y creatividad admirables. El Samu Fuentes escritor aún tiene alguna asignatura pendiente: a la película le falta concisión en su primera parte y se queda algo coja en la segunda, en la que el personaje de una estupenda Irene Escolar pide a gritos y susurros más espacio.

Las localizaciones

Argul (Pesoz)

"Rodar en Argul era algo que tenía muy claro desde el principio. Es un pueblo medieval que se conserva en unas condiciones extraordinarias. Las calles tienen unos empedrados fantásticos, con unos pasadizos muy chulos. Es un pueblo anclado en el pasado, nos encajaba a la perfección y tenía la ventaja de que no hacía falta reconstruir nada para el rodaje".

Os Teixóis (Taramundi)

"La idea de incluir una herrería entró durante el rodaje. Era algo que nos venía muy bien, porque tenía mucho sentido en la historia y nos permitía ampliar los espacios del pueblo. En Os Teixóis encontramos el sitio: era espectacular, parecía creado para el rodaje. Fotográficamente era un sitio muy chulo y nos encajaba a la perfección".

Bar (Santa Eulalia)

"Para ambientar el bar buscábamos un espacio diáfano, con interiores en madera y piedra. En el mesón ´La Cerca´, de Santa Eulalia de Oscos, encontramos todo eso y una chimenea que nos daba muchas posibilidades. Era perfecto por las dimensiones y las posibilidades para recrear lo que queríamos. Raúl, su propietario, nos lo cedió con mucha amabilidad".

Molino (Mazonovo)

"Para recrear el molino utilizamos en realidad dos. El interior es el Mazonovo, en Taramundi: el mejor museo de molinos que hay en España. Tienen toda la maquinaria, y el interior está perfecto. No tuvimos que intervenir prácticamente nada en lo referente a la decoración. Para el exterior, en cambio, no teníamos tiro de cámara y buscábamos algo más idílico. Lo encontramos en Santa Eulalia, en realidad es una ferrería".

Cueva (Villayón)

"La cueva del Pímpano era un lugar que tenia claro. Es grande, un sitio en el que pueden entrar animales, y está a pie de carretera, con buenos accesos. Hay una cascada cerca, pero no es la que insertamos en la película: es una de las de Oneta, en Villayón, en concreto la segunda. Y la ruta de la Seimeira, en Santa Eulalia, la usamos mucho para los planos de caminos".

Capilla (Sta. Eulalia)

"Queríamos que la capilla tuviera un texu, y que fuera además muy sencilla. En la capilla de Quintá, en Santa Eulalia de Oscos, encontramos todo eso y, además, una fuga perfecta, con un bosque al lado. Pero además, estaba muy cerca de una carretera, lo que nos facilitaba las cosas. Había algunos postes de la luz, que enmascaramos como árboles o quitamos digitalmente".

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