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MARCOS M. MERINO | Director, estrena la "La llucha"

"La llegada de los mineros a Madrid fue un momento emocional inolvidable"

"Nuestra idea con este trabajo es que el relato de la lucha minera quede como un legado para futuras generaciones"

"La llegada de los mineros a Madrid fue un momento emocional inolvidable"

Primero fue en la pantalla grande. El documental "ReMine" emocionó y enardeció con su crónica de la huelga indefinida emprendida por los mineros asturianos contra los recortes aprobados por el gobierno. Ahora, su director, Marcos M. Merino (Gijón, 1973), ha convertido su crónica en una serie, "La llucha", que se emitirá por la TPA el martes a las 22.10 horas y a la misma hora los dos martes siguientes.

-¿Qué siente?

-Satisfacción, vértigo, responsabilidad. Por momentos. Hacer documentales siempre conlleva una responsabilidad importante porque estás enseñando tu punto de vista sobre la vida de otras personas y, en este caso, se trata de un personaje colectivo. Aunque también siento mucha satisfacción por el esfuerzo y el respeto con el que hemos trabajado. Los días irán despejando las emociones.

-¿Qué veremos en televisión que no vimos en el cine?

-Más de un hora de metraje nuevo, más protagonistas, entrevistas, diferentes formas de presentar la historia y más información sobre lo ocurrido. Son dos historias muy diferentes desde el punto de vista emocional.

-¿Es una secuela o una versión extendida de la película?

-La llucha es una adaptación de ReMine al formato y a la audiencia al que va dirigido. La película emplea un lenguaje cinematográfico dirigido a un público universal que pudiera entenderlo sin ser capaz de poner siquiera a Asturias en el mapa mientras "La llucha" adapta la forma de la película a la narrativa en televisión y pensando en una audiencia asturiana que entenderá perfectamente el metraje que fue desechado.

-¿Y la banda sonora?

-La música tiene una influencia narrativa muy diferente. La banda sonora original la han compuesto e interpretado "Las Casicasiotone", un dúo asturiano de música experimental que está teniendo una repercusión muy destacada fuera de Asturias. Han creado un "Santa Bárbara bendita" con sonidos originales que rodamos en el interior de la mina y la emoción que provoca es muy precisa.

-¿Qué escenas le ha emocionado especialmente repescar?

-Hubo una escena que fue especialmente doloroso desprendernos de ella en el montaje de "ReMine". Ocurre mientras la Marcha Negra está atravesando un pequeño pueblo de León y un grupo de ancianos espera pacientemente durante un buen rato para aclamarlos. De repente, aparece un protagonista inesperado que dispara la emotividad y el sentido de la secuencia. Tenía tanta carga emocional que desequilibraba el pulso narrativo de "ReMine" pero en "La llucha" encaja perfectamente.

-¿Qué aprenderán las nuevas generaciones?

-Los jóvenes vuelven a ser uno de los objetivos prioritarios de este trabajo. Vivimos un momento de mucha incertidumbre y escepticismo político y sindical, sobre todo, entre los más jóvenes. "La llucha" aborda directamente y con transmisión oral muchas reflexiones históricas, políticas, sindicales y personales de sus protagonistas. No conviene olvidar de donde venimos para decidir el camino que vamos a tomar en el futuro. Nuestra idea es que este relato de la lucha minera quede como un legado para futuras generaciones y que puedan conocer cómo se lograron la mayoría de los derechos laborales y libertades del hoy amenazado Estado del bienestar europeo.

-¿Ha tenido en cuenta las opiniones recibidas?

-Soy muy respetuoso con las opiniones ajenas pero la verdad es que soy bastante impermeable a su influencia salvo que sea yo el que pida la opinión porque tenga alguna duda. Llevo casi 20 años exponiendo mi trabajo ante millones de personas en televisión y uno debe intentar crear y evolucionar desde el trabajo, la paciencia y el respeto con la historia que está narrando pero nunca desde las opiniones ajenas que responden a estímulos concretos. Las películas son seres vivos que dejan de pertenecerle a uno con el paso del tiempo y cada espectador tiene su propia relación con "ReMine".

-¿Habrá una tercera parte?

-No, aunque tampoco me gusta ser determinista porque la vida es imprevisible y hay un escenario muy complejo en el año 2018.

-¿Hay cosas que sólo se podrían contar desde la ficción?

-Ficción y no ficción son dos etiquetas que cada vez están más difusas. La ficción te permite menos complejidad moral con la historia y supongo que facilitaría la narración de bastantes intrahistorias difíciles de rodar en la vida real. Pero también ocurre lo contrario. Por ejemplo, la asamblea final en el pozo Santiago. He visto decenas de asambleas en cortometrajes y largometrajes de ficción y nunca he visto la fortaleza y la verosimilitud que alcanzan los documentales en este sentido. No creo que sea un problema entre ficción y no ficción sino en acercarse con el debido respeto y esfuerzo a la historia que uno desea contar. Desde el prejuicio y la distancia es difícil reproducir la realidad.

-¿Qué escena le sigue emocionando?

-La llegada a Madrid o la conversación de las familias con los encerrados. Son dos escenas que representan con bastante precisión lo que ocurrió aquel verano. Yo he cubierto informativamente decenas de manifestaciones en Madrid y lo que ocurrió aquella noche nunca lo había visto. Miles de personas agradeciendo a un grupo de trabajadores el ejemplo que estaban dando al país cuando más apretaba la crisis económica y muchos de esos mineros conocieron Madrid así. Fue un momento emocional inolvidable porque había temor a que hubiera problemas con los antidisturbios y, al final, fue todo lo contrario e incluso se rescataron lemas a favor del movimiento obrero que yo no escuchaba tan masivamente desde hacía 20 años.

-¿Dónde le hubiera gustado haber metido una cámara oculta durante aquel episodio?

-No echo de menos haber podido ocultar la cámara sino haber podido multiplicarme porque vi muchas situaciones que no pude rodar porque no estaba en el escenario o no tenía las condiciones técnicas. Me acuerdo de unos policías en un pueblo de Madrid que vinieron al amanecer a escoltar a la Marcha Negra y entregarles un sobre que habían recaudado entre todos los compañeros para agradecerles el esfuerzo. El policía no era muy partidario del rodaje y yo tampoco quise incordiar. Hubo batallas como una nocturna en Pola de Lena mientras yo estaba en Zamora con la Marcha Negra o el acceso a los encierros pero, en ningún caso, su ausencia ha condicionado la narrativa de la serie o la película.

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