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Eurovisión da el cante

La prohibición de agitar ciertas banderas, un sistema de votaciones novedoso y la victoria de un tema de tintes políticos llenan de polémica la última edición del festival

Eurovisión da el cante

Polémica servida. Como todo buen "show" mediático, el festival se ve envuelto año tras año en alguna controversia en torno a acusaciones de plagio, actuaciones comprometidas o declaraciones políticamente no muy correctas por parte de algunos de sus participantes. Hablamos, entre otros, del huracán Conchita Wrust, la negativa que recibió Serrat a entonar el "La, la, la" en catalán, que motivó su sustitución por Massiel, o el celebre Jimmy Jump, que se coló en plena actuación de Daniel Diges y su "Algo pequeñito".

La 61.ª edición del eurofestival, celebrado los pasados 10, 12 y 14 de mayo en la capital sueca, no ha sido menos. Primero, la guerra de las banderas. La ikurriña aparecía en la lista de banderas prohibidas para ondear entre el público junto a otras como la de Kosovo y la del Estado Islámico. Finalmente, la organización rectificó y retiró la prohibición en torno a la bandera vasca.

Un nuevo y cuestionado sistema de votación hizo que muchos seguidores, eurofans y parte de la crítica mediática pusieran el grito en el cielo. Por primera vez, los votos de un jurado profesional y los del televoto se emitieron de forma separada y no de forma conjunta como hasta ahora. De este modo, primero se daban a conocer los votos del jurado a través de las conexiones con cada país. Una vez efectuado el veredicto de los profesionales, se procedía a dar a cada país los puntos procedentes de los votos de los espectadores a través de mensajes SMS, lo que hizo variar considerablemente el resultado de la primera ronda respecto al juicio del jurado.

La cara de emoción de la bella Dami Im, surcoreana de origen y representante de Australia, se tornó en decepción cuando los puntos del televoto la hicieron bajarse del liderato en el que el voto del jurado la había posicionado. Volvería a las Antípodas con una simbólica medalla de plata y un sabor agridulce. Lo opuesto a la ucraniana Jamala, que ha regresado a su hogar convertida en toda una heroína. Posicionada en segundo lugar tras concluir el resultado del voto del jurado, vio cómo el televoto la catapultaba a la gloria, venciendo en esta 61.ª edición y dando a su país el segundo triunfo en la historia del eurofestival (el primero fue en 2004 con Ruslana y su "Wild dances").

Pero la victoria del antiguo país soviético también ha sido víctima de la controversia. Vestida de azul y con fuerte aplomo, Susana Jamaladinova (nombre de pila de la artista "Jamala") entonaba "1944", una balada de toques folk que contaba la historia de su bisabuela, una entre los miles de tártaros que fueron deportados de Crimea por el régimen de Stalin. Curiosamente, la bandera de Crimea figuraba en la famosa lista de banderas prohibidas y, paradójicamente, las normas del concurso impiden letras con tintes políticos, todo un filón para que la popularidad del festival suba como la espuma y arrase en debates mediáticos. Casi nada.

En definitiva, una edición envuelta en polémica. Hasta la participación de Australia por segundo año consecutivo se ha visto cuestionada al no pertenecer al continente europeo. También es curiosa la inclusión de Estados Unidos, que ha retransmitido por primera vez en directo el eurofestival y regaló una actuación (fuera de concurso) del gran Justin Timberlake. ¿Será un presagio de una futura participación del país norteamericano en el festival? Quizá lleguemos a oír: "And twelve points goes to the United States. Etats Unis douze points". Entonces también habrá polémica.

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