La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

MANOLO SOLO | Actor, estará en Gijón el 21 de abril con la obra "Smoking room"

"Mi técnica de interpretación es la misma que cuando tenía 6 años"

"Disfruto más en el teatro porque tienes tiempo para ensayar y seguir haciéndolo en las funciones, además se nota la energía del público"

Manolo Solo.

Ha interpretado personajes reales como Felipe González en el teatro o el juez Ruz sobre las tablas y luego en la versión cinematográfica en "B de Bárcenas". El 21 de abril llega al teatro Jovellanos Gijón con "Smoking room".

- ¿Cómo aborda los papeles que son reconocibles por el espectador?

-Yo intento que la gente los reconozca, pero no imitarlos, sino hacer una representación. Primero, porque no tengo esa capacidad, no soy un gran imitador, y segundo porque creo que gastar demasiada energía en eso te puede quitar de donde debes estar, que es en conseguir como personaje lo que necesitas en la escena de tu compañero y estar atento a lo que tu compañero te ofrece para devolvérselo... Jugar, en definitiva. La imitación, quizá, te encierra un poco en ti mismo. Lo que yo hago es coger algún rasgo del personaje. En el caso de Felipe González fue más fácil que en el del juez Ruz, porque la gente reconoce, por ejemplo, su manera de hablar, que es lo que yo agarré. Lo demás fue estar vivo y que el público se olvidara de que, en los primeros cinco minutos, pensó que no me parecía en nada a él. La intención es que poco a poco vayan entrando en el juego y, más o menos, lo he podido conseguir...

- En esto de la interpretación hay actores como Gary Cooper que decía que se quitaba el traje de vaquero cuando llegaba a casa y luego están los del Método. ¿Se reconoce en alguna de estas maneras o hay una tercera vía Manolo Solo?

-No sé, no tengo una vía... No tiene nombre, eso seguro (ríe). Normalmente, cuando me quito el traje -de vaquero me encantaría, por cierto- no me suelo llevar al personaje a casa, salvo porque sigo pensando en él. En enriquecerlo y darle matices... Pero tampoco es que lo tenga dentro. Es mi trabajo, es algo en lo que pienso, sobre lo que reflexiono, porque el trabajo de actor no se ciñe sólo al momento en el que estás en el teatro o en el set. Empieza desde que sabes que tienes el papel. Pero eso de llevarse el personaje a casa, de seguir problematizado o sufriendo, yo no soy de eso, soy más de jugar. Creo que la actuación tiene una parte lúdica, de jugar a ser otra persona y, en la medida de lo posible, eso es lo sano. Igual que es para un médico desconectar.

- ¿Entonces se trata de no perder esa capacidad de juego que tenemos de niños?

-Yo creo que es eso. No haber perdido esa parte. No sólo no haberla perdido, sino haberla desarrollado. El actuar funciona con esa capacidad de juego que tenemos todos. Lo que pasa es que, al hacernos adultos, solemos empequeñecer ese aspecto de nuestra personalidad.

- Usted se ha especializado en papeles cortos pero intensos. ¿Es casualidad o es buscado? ¿Le gusta o preferiría protagónico, como dicen en Latinoamérica?

-Lo que a mí me gustan son los buenos personajes, sean grandes o pequeños. No por ser protagonista tiene que ser un buen personaje y por ser pequeño no es peor. Pero no le voy a mentir, he hecho muchos papeles cortos, de supporting, como dicen los anglosajones, porque tengo que comer. Yo no he empezado mi carrera haciendo un personaje que me pusiera en la órbita de que me ofrecieran papeles buenos, sino que he llevado muchísimo tiempo -y aún sigo haciéndolo, aunque cada vez menos porque estoy teniendo mucha suerte- haciendo papeles pequeños. En cualquier caso, he intentado hacer de la necesidad virtud, buscando sacar el máximo partido al material que tenía. Claro que me gustaría tener personajes protagónicos, como usted dice, o secundarios potentes, pero si no llegan, ahí seguiremos. Es un lujo trabajar en esto.

- Usted está de gira con "Smoking room". El mensaje de la obra es muy duro, y, al mismo tiempo, tan real que da miedo.

-Sí, el mensaje es que lo que predomina, es el individualismo. Cada uno tira para lo suyo y juntarse o movilizarse para una causa que se considere más o menos justa depende de las necesidades y los objetivos de cada persona. Predomina más el egoísmo que la solidaridad. En trabajos de oficina, donde suele haber una jerarquía de rebaño, parece que la masa es fácil de dominar y es difícil que se pongan de acuerdo para reivindicar algo.

- Si hay algo que llama la atención de su manera de interpretar es su naturalidad. ¿Eso lo tiene desde chico o ha sido aprendido?

-Si lo tengo, que no lo sé, no lo domino. Cuando era chico y me ponía a hacer de un personaje me lo creía al máximo. Y es lo que sigo haciendo. Mi técnica de interpretación es la misma que cuando tenía 6 años. Jugar a hacer el personaje, creyéndomelo a muerte.

- ¿Puede elegir entre teatro, cine y televisión?

-Yo disfruto más en el teatro, porque tienes más tiempo para ensayar, para buscar, para explorar y luego para seguir haciéndolo durante las funciones, donde somos los actores los que llevamos las riendas. Además, está la energía del público, que, aunque no se manifieste sonoramente, se nota. Y eso te modifica.

- ¿Se percibe? ¿Cómo?

-Se percibe... No soy esotérico, pero es una especie de energía que se nota en runrunes, en movimientos, en ausencia de movimientos, en el silencio total, cuando están atentísimos... Sabes que están contigo. Y luego el cine es otra cosa, que también me encanta. Ahí el poder está en otro sitio, en el sentido del control, que es del director. Haces lo que puedes, todas las veces que te piden y no se sigue la trama de manera cronológica, lo que le añade cierta dificultad, pero también tiene la ventaja de que puedes repetir. Al final, lo que tú has hecho es un elemento más de un trabajo coral que acaba con el montaje, el director decide lo que entra y lo que no. Los actores somos un elemento más. Pero a mí me encanta participar en eso, contar historias. El cine da la posibilidad de dar veracidad. En el teatro, el espectador tiene que completar lo que se le da, porque no es de un realismo total. Tiene que imaginar y creerse que ese espacio de tablas es, no sé, una celda, un palacio o la calle. En el cine, sin embargo, se cuentan las historias de manera muy verista, que hace que el espectador se meta dentro.

- ¿Cómo le gusta que sea un director, que intervenga mucho o que le dé libertad?

Me gusta que sea bueno, que sepa lo que quiere contar, pero luego que te deje aportar, que tenga escucha, generosidad, que marque límites, que sea el capitán..., pero con margen.

Compartir el artículo

stats