Los transeúntes alucinan. De repente, el Campo San Francisco empieza a llenarse de mujeres -hasta tres o cuatro decenas- en ropa de deporte y equipadas con un par de bastones. Se distribuyen en grupos y comienzan a desfilar por el Paseo del Bombé del parque ovetense. Caminan, hablan, ríen... ¿Qué les pasa?

Nadie diría que lo que las congrega allí cada miércoles es un drama personal y familiar que, en algunos casos, roza la categoría de tragedia. Las une el cáncer de mama, que las ha llevado practicar marcha nórdica. Por eso los bastones, sencilla herramienta de una actividad que hace unos meses nació en los pasillos del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) y que ha desbordado las fronteras hospitalarias para establecerse en la calle, en pleno centro de Oviedo.

"Caminando se activa el 50 por ciento de la musculatura; con la marcha nórdica, se mueve el 90 por ciento", destaca Isabel García Bernardo, artífice de este milagro de salud, amistad y solidaridad que todos los miércoles a las seis de la tarde se obra en el Campo San Francisco. Esta ovetense también sufrió los zarpazos del cáncer de mama, una enfermedad que le ha traído dolor y lágrimas, pero que también la ha conducido a experiencias desconocidas e inesperadas. "He percibido el apoyo incondicional de mi marido, de mis dos hijos y de algunos amigos inmejorables", subraya Isabel García Bernardo. Por eso se propuso devolver, multiplicado a poder ser, lo que había recibido de otros. Y en ello está.

La marcha nórdica es un ejercicio beneficioso para cualquier persona, recomendable para las mujeres que han pasado por el cáncer de mama, ideal para las pacientes que han sido operadas, les han quitado los ganglios de la axila y se ven amenazadas por esa indeseable hinchazón del brazo denominada linfedema.

"La marcha nórdica me encantó desde el primer momento. Desde que llegué, me he sentido entre amigas, entre familia, entre hermanas", explica la argelina Fátima Zohra Hadjam, informática de profesión y residente en Asturias de 2012. Ha llegado a su cita del miércoles preocupada porque se le ha averiado el ordenador. Pasados unos minutos, exclama: "Ya se me ha pasado la preocupación. Podemos vivir sin el ordenador". Fátima resume la actividad del grupo de marcha nórdica, que va mucho más allá del ejercicio físico: "Reímos, bromeamos, cantamos, bailamos a veces... Aquí sientes que no hay tabúes, que puedes hablar con libertad de todo lo que te preocupa". Y lo que preocupa a una mujer con cáncer de mama pueden ser muchas cosas...

Con la llegada del cáncer de mama, en la vida de Isabel García Bernardo cobraron un especial protagonismo dos amigas que se convirtieron para ella en "ángeles". Se trata de Ana Fernández y Ana Ferrer. Ellas no han padecido la enfermedad, pero desde el primer momento quisieron respaldar sin fisuras a su amiga. Ahora, forman parte del elenco de monitoras de marcha nórdica. Entre las decenas de mujeres que se dan cita en el Paseo del Bombé, de edades muy variadas, hay unas cuantas que tampoco han tenido cáncer de mama, y que se han sumado al grupo para apoyar a otras. Es lo que tiene la amistad: que del "yo" pasa al "nosotras" sin mayores alardes.

Como ya se ha dicho, la actividad de marcha nórdica para mujeres con cáncer de mama se inició el año pasado en el HUCA, en el marco de los talleres que ofrece el hospital de día del área de Oncología Médica. La iniciativa correspondió a la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), que recurrió a Isabel García Bernardo como entrenadora con experiencia.

A raíz de las sesiones del Hospital Central de Asturias, "surgió la idea de continuar con esta actividad, y empezamos a quedar los miércoles a las seis de la tarde en el número 5 de la calle Toreno, que era donde yo quedaba con mis amigas y mis hermanas", señala la promotora de esta iniciativa.

"El primer miércoles vinieron cinco o seis personas, y después la cosa fue creciendo mediante el boca-oreja", indica. Hoy son 30 o 40 mujeres las que acuden al encuentro semanal. "La gente entra y sale. Hay personas que vienen, aprenden y vuelan, pero la mayoría empiezan y se quedan en el grupo", indica Isabel García Bernardo. ¿Por qué se quedan? "Porque, además de ser un deporte saludable desde el punto de vista físico, es impresionantemente saludable en los planos mental y social. La gente viene aquí y comparte vida, experiencias del tratamiento, cosas intrascendentes del día a día...".

Compartir vida. Loreto Fernández Junceda valora mucho esta puerta que se abre después de atravesar un pasadizo oscuro. "Empecé con la marcha nórdica hace tiempo; paré tres semanas, las últimas de la quimioterapia; y ahora la he retomado y no creo que la deje", asevera. Loreto Fernández resume los beneficios que percibe: "Haces ejercicio, que es muy importante, y conoces gente, que ayuda mucho desde el punto de vista psicológico. Vuelves a casa muy bien. Ayuda mucho a recuperar la movilidad del brazo". En su caso, en la cirugía no le quitaron los ganglios de la axila, pero se muestra encantada al máximo: "Quiero animar a las mujeres a que se apunten. Como ejercicio sirve para todo el mundo, no sólo para las mujeres operadas".

A la cita de hoy, las participantes han acudido con la camiseta verde de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). Es un gesto de gratitud a esta organización, que ha propiciado que estas mujeres se encuentren. "La asociación realiza una labor fascinante", destaca Isabel García Bernardo.

Lola Rubín empieza hoy con la marcha nórdica. "Me hablaron de ella amigas de varios sitios", apunta esta funcionaria del Catastro que confiesa que, en ocasiones, echa de menos su trabajo. Lola ilustra la variedad de mujeres que se suman a la actividad: "No tengo cáncer de mama, sino un cáncer de pulmón no operable. Solía ir mucho al monte, pero ahora no puedo ir, y tengo que aficionarme a otro tipo de cosas, y ésta es una buena opción". Lola Rubín es de las que suele hablar de su enfermedad "sin ningún problema".

También Laura Pérez Fernández es extrovertida. Esta antigua tendera de El Fontán, que se ha incorporado recientemente al ejercicio de los bastones, reconoce sin mayores solemnidades que está "en una segunda prórroga". "Hace cinco años me operé de cáncer de mama, y a consecuencia de esa operación tengo un linfedema. Y ahora tengo una metástasis de hueso, pero lo llevo muy bien", indica. Laura Pérez hace hincapié en que "lo que hacen en el HUCA es impresionante, pero también quiero hacer lo que pueda por mi cuenta, fortalecer el cuerpo, que funcionen mejor el riego sanguíneo y el sistema linfático, que en mi caso está tocado. Es muy gratificante hacer en grupo este tipo de ejercicios. Hay que vivir cada día con alegría, disfrutar del momento".

Éste es el clima que se genera en la reunión de los bastones del Campo San Francisco. "El cáncer me ha cambiado muchísimo. Ahora vivo el día a día, y estoy feliz con lo que tengo", subraya Fátima Zohra Hadjam, quien, con el fin de manifestar su gratitud "al HUCA, a España y a tanta gente que me ha ayudado", ha decidido trabajar como voluntaria enseñando francés en la Asociación Española Contra el Cáncer.

El HUCA ha presentado la actividad de marcha nórdica a los premios "Hospital Optimista". Un acierto pleno. La lucha por la vida, la capacidad de superación y las actitudes generosas han hecho posible que la solidaridad germine en el Campo San Francisco. Pero no ha brotado en la zona de césped, sino en la de hormigón. Ése es el milagro: eso que las promotoras de esta actividad han denominado "la magia de los bastones".