Tan malo tan malo.

«En Madrid conozco a dos veteranos literatos: Pérez de Ayala, al que me lleva a ver Casariego, y Pío Baroja, a cuya casa me conduce su sobrino y gran amigo mío, Julio Caro Baroja. Don Pío estaba metido en la cama, con un gorrito blando y me dijo: "De Oviedo es usted..., ¿cómo se llama ese novelista de Oviedo tan malo tan malo y que ustedes tanto quieren?". Al decir lo de tan malo le cite nombres de escritores menores y no era ninguno. "¿Don Pío, pero no se acuerda usted, hombre?". "No, ni quiero recordarlo". "¿No será Clarín?". "¡Ése, ése!". Lo tenía cruzado porque Clarín, que era un crítico literario muy duro, castigó muy duramente la primer novela de Baroja».

Un viaje en «Seiscientos».

«Me casé en 1958, con Elsa Pérez Sanmartín, uruguaya, a la que había conocido aquí, ya que su madre era vasca y su padre era de Figueras, y solían venir a visitar a sus parientes. Siendo novios, hice dos viajes a Uruguay, donde me puse en contacto con diversos etnógrafos, porque entonces yo ya era conocido por las publicaciones en la revista del CSIC. Después de casarnos también viajamos al Uruguay y cuajavascript:cargarFckEditor('pTexto');ndo ella quedó embarazada de nuestra hija Ramona resultó ser un embarazo complicado y por temor a un aborto vivimos dos años allí. Aproveché para investigar en los archivos del Uruguay las historias de los asturianos emigrantes en ese país y sobre ello publique numerosos artículos en "El Día", que venía a ser como el "ABC" en España, un periódico de derechas. Y también publiqué el libro "Huella y presencia de los asturianos en Uruguay", que se sigue citando bastante. Allí conocí a Pivel Devoto, el más importante historiador del Uruguay y que más tarde fue presidente del país. Hicimos mucha amistad y nos íbamos todos los domingos al rastro, a revolver papeles, e incluso alguna vez fuimos al rastro de Buenos Aires. Siendo presidente vino a España tres o cuatro veces y siempre se hospedó en esta casa. Una de las veces le llevaba después en mi "Seiscientos" al aeropuerto de Santiago y nos paró la Policía. El gobernador de Lugo quería saludarle, y él accedió, pese a que había rechazado recibir al de Asturias en Figueras. Al volver a salir para el aeropuerto el Gobernador vio mi "Seiscientos" y dijo que él ponía su coche y su chófer para el viaje, pero Pivel se negó en redondo: "De ninguna manera; vine para estar con José Luis y con él voy a viajar"».

Una carta feroz.

«Volvimos de Uruguay en 1961 y pedí la excedencia en el banco para establecerme en Figueras. La vida de la ciudad no me acababa de gustar. Comencé a ejercer la abogacía y pronto adquirí clientela en civil, penal y mercantil, en los colegios de Oviedo, Lugo y Coruña. Fui muchos años abogado del astillero Gondán, hasta que ya fui limitándome, y en el presente me dedico a civil y muy poco de penal, sobre todo, con clientes de toda la vida. Gracias a los ingresos que iba teniendo pude ir incrementando mi biblioteca; pero en 1965 me llega una carta del gobernador Mateu de Ros en la que me dice que quedo nombrado alcalde de Castropol. Quedé pasmado: "¿Cómo que alcalde, si nadie me ha consultado nada?". No tenía ningún interés político y bastaba con que fuese alcalde para perder toda la clientela. De Ros replico que yo ya estaba nombrado y que no revocaba la decisión. Entonces le escribí una carta preguntándole que quién era él para gobernar mi vida. Me respondió con una carta feroz en la que me decía que yo quedaba fichado como enemigo del régimen. A continuación le amenacé con que si se culminaba el nombramiento yo me iba a vivir a Madrid. Ya no me molestó más y quede en Figueras».

Si Castán supiera «el Castán».

«Mientras ejercía la profesión publiqué sobre historia del derecho en Asturias, en particular "Juristas asturianos del siglo XIII al XIX". Presidí la Academia Asturiana de Jurisprudencia de 1985 a 2010 y soy académico de honor de la Real Academia Nacional de Legislación y Jurisprudencia, en la que me introdujo el famoso José Castán, catedrático y autor de la obra de derecho civil ("el Castán") que tenían que empollarse todos los estudiantes. Su hijo, muy bibliófilo, me contó una anécdota de su padre. Como los sueldos en su época eran bajos en la Universidad alguien le sugirió que se presentara a oposiciones de notario porque, con su obra escrita, no habría tribunal que le echase atrás. Entonces Castán replicó: "Sí, escribí el Castán, pero ¡ay!, si yo me lo supiera?"».

Dedicatorias de Calvo-Sotelo.

«Como periodista fui director, oficialmente digamos, de "Las Riberas del Eo", que editaba José María Puebla, un periódico que vivió 98 años, y cuando Puebla, ya mayor, lo cerró me vendió la colección entera y me regaló el archivo. A comprar dicha colección aspiraron también Gamayo Fierros, que me declaró enemistad rotunda por ello, y Leopoldo Calvo-Sotelo, que siempre fue gran amigo mío, hasta su muerte. Tengo todos sus libros dedicados y en uno de ellos, "Papeles de un cesante", de 1999, me escribió una dedicatoria que me enorgullece: "Para José Luis Pérez de Castro, a quien cito en la página 296 de este libro y a quien debería haber citado mucho más por ser muy grande mi deuda de gratitud con él"».

«Barco tertulia».

«Hasta este año, que le he cogido un poco de respeto, he navegado mucho a vela y motor por el Cantábrico y por el Eo. De ahí salió el "barco tertulia del Eo", navegando con amigos como Gonzalo Anes, Vallejo-Nájera, García Yebra, Cunqueiro, Masip o Graciano García. Paco Rodríguez, de Reny Picot, suele decir que ha recorrido varias veces el mundo pero que no ha visto nada tan hermoso como remontar el Eo hasta Abres. Y Piñole navegó conmigo muchas tardes. Fuimos algunos amigos suyos los que le recomendamos que por razones patrimoniales se casara con Enriqueta, y yo fui quien se lo propuse, aquí en Figueras, a ambos por separado, y aceptaron. Se casaron en la intimidad en Gijón, y mi esposa y yo fuimos sus padrinos. Mi mujer murió tempranamente, cuando llevábamos casados unos veinte años, en un accidente de tráfico. Dejó escrita, aunque inacabada, una obra en cuatro tomos sobre el traje popular asturiano, sobre el que ya había publicado tres trabajos. Ella había estudiado notariado, porque en América a las notarías se accede por título y no por oposición. Y nuestra hija Ramona, profesora de Historia del Derecho, es una gran aficionada a la historia que en breve publicará su tesis doctoral sobre las fundaciones asturianas desde la Edad Media hasta el siglo XIX.

Homenaje a Areces.

«Otro de los navegantes de las tertulias del Eo ha sido el ex presidente Álvarez Areces, junto a su esposa Soledad. En una ocasión había ido yo a pedirle un libro publicado por el Principado que no estaba a la venta y desde ese día Areces ha sido el mayor colaborador de mi biblioteca asturiana. Por eso cuando se despidió de la candidatura al Principado acudí al homenaje que le hicieron en Gijón. Muchos asistentes, entre ellos el propio Areces, o Masip, se extrañaron de verme allí, porque era un acto político. Les dije: "Vengo al homenaje de alguien a quien estoy agradecido". Al parecer, tengo fama de ser del PP, pero siento por la política un gran rechazo. Como le oí decir a un ministro de Portugal en un congreso en Cádiz: "Mire usted, la política siempre fue una mierda y lo que cambian son las moscas que pican en ella"».

Con mucha paciencia.

«He publicado hasta la fecha 708 títulos, entre libros -como los cinco tomos de "Autobiografías de Asturianos"-, artículos y separatas, etcétera. Ahora tengo unos 50 trabajos sobre Asturias en marcha y sigo, con mucha paciencia, con la ordenación de mi biblioteca, sobre la que Ramón Rodríguez, director de la biblioteca de la Universidad de Oviedo, escribió en su libro sobre bibliotecas asturianas que "posee colecciones bibliográficas excelentes referidas a temas jurídicos, etnográficos, antropológicos, históricos o literarios, que cuenta con magníficos impresos de la época e incunables de los siglos XVI al XVIII. Sin embargo, la parte más valiosa de la biblioteca y la que la ha hecho más famosa es la colección asturiana, la mejor de todos los tiempos". Empecé a reunir libros siendo estudiante, cuando empecé a tratar con Arboleya y eso se fue engrosando. Una amiga bibliotecaria de Madrid hizo una vez un cálculo aproximado de que la biblioteca contiene 65.000 referencias. Yo creo que no son tantas. Tal vez 45.000».