La historia del cebro ibérico tiene muchas ramificaciones interesantes. Por ejemplo, este caballo fue el que dio nombre a las cebras africanas, aunque ya se había extinguido cuando fueron descubiertas. Carlos Nores lo cuenta así: «El primer dato sobre las cebras africanas aparece en un libro de 1591 del geógrafo y matemático Filippo Pigafetta. La información procede de Duarte Lopes, un mercader portugués que estuvo en el norte del Congo (actual Angola) y viajó desde allí a España y a Roma como embajador del rey Álvaro I del Congo, convertido al cristianismo, para entrevistarse con Felipe II y establecer relaciones estatales, y con el Papa Sixto V, para que enviase misioneros. Ninguno le hizo caso, pero en Roma conoció a Pigafetta y le contó cosas, y luego aquél publicó un libro, que fue el único que existió durante mucho tiempo sobre el África transahariana. Ahí describe a la cebra africana».

Lopes llama cebra al équido africano, un nombre que también utilizan los misioneros portugueses que van a Mozambique, mientras todas las demás referencias a estos animales los designan como asnos o caballos rayados. «Acababa de extinguirse el cebro, pero persistía la tradición», aclara Nores. Así, cuando Pigafetta, por boca de Lopes, describe la velocidad y ligereza de las cebras, hace referencia al dicho «veloz como una cebra» que se utilizaba en Portugal y en Castilla, obviamente en referencia al cebro.

El «bautismo» científico de las cebras le corresponde a Ulisse Aldrovandi, autor de una enciclopedia de fauna, cuyo tomo relativo a los mamíferos solípedos (équidos), publicado en 1616, recoge su descripción de un libro del holandés Jan Huyghen van Linschoten, secretario del Obispo de Goa (India), quien, a su vez, la había tomado de Pigafetta. La referencia de Aldrovandi será utilizada por Carl von Linné en su «Systema naturae». Llegados a este punto, Nores hace notar un equívoco en el tipo de cebra al que se refiere la primera descripción de la especie. «Se pensó que era la Equus zebra, la cebra de montaña, la que hay en Ciudad del Cabo, porque de ahí venían los datos que se tenían -era parada obligada en la ruta de las Indias-, pero la referencia corresponde a la cebra del norte de Angola, Equus quagga quagga», ya extinguida, cuyo aspecto se asemeja más al que se le supone al cebro ibérico.