El Prado, prohibido a menores. "Nací el 2 de julio de 1944 en Madrid, y allí hice toda mi vida hasta 1975, que es cuando me vine a Asturias. Nazco en la calle de Felipe IV, la cuesta que sube desde la plaza de Neptuno hasta el Retiro, y desde mi ventana en un cuarto piso lo que veía durante mis primeros años era la Real Academia, los Jerónimos y el edificio del Museo del Prado, que sin embargo no pude conocer por dentro hasta que pasaron bastantes años, ya que estaba prohibida la entrada a menores de 14 años, me parece recordar. Así que mi primera visita al Prado no fue hasta que un día me llevó José María Rodríguez González, hijo del segundo matrimonio del fundador del Banco de Gijón, Florencio Rodríguez, quien fue el gran protector del pintor Evaristo Valle. José María Rodríguez era el marido de María Rodríguez del Valle, la sobrina del pintor, y la que años más tarde sería la fundadora del Museo Evaristo Valle en Gijón. Él era, por tanto, sobrino político de Valle, y mi madre, Ángeles García-Tuñón, era sobrina nieta del pintor. José María Rodríguez había sido diputado nacional en 1914 por el Partido Reformista de Melquíades Álvarez, y fue uno de los que financiaron el nacimiento de la "Revista de Occidente". Y él fue quien le dio una propina al conserje de la puerta del Museo para que me dejaran entrar cuando yo tenía unos 13 años. Antes, durante muchos años, incluso antes de ir al colegio, cruzábamos la calle desde nuestra casa e íbamos al parque, que para nosotros era la entrada del Prado, donde veíamos llegar a cuatro turistas que en aquellos tiempos lo visitaban".

Fundición en Monterrey.

"Mi padre, Antonio Basagoiti Amezaga, había nacido en Madrid en 1915, y era nieto de Antonio Basagoiti Arteta, mi bisabuelo, natural de Algorta, Getxo (Vizcaya), pero emigrante en México y después fundador y primer presidente del Banco Hispano Americano. Fue un vasco emprendedor que en los años cincuenta o sesenta del siglo XIX se había ido a México, donde fundó varias empresas, desde una fábrica de cerveza a entidades de finanzas, pasando por negocios textiles y de cuero, o agrarios, o ferroviarios. Pero su negocio fundamental fue Hierros y Aceros de Monterrey, que sigue existiendo en el presente, aunque la propiedad es otra. Esa factoría de Monterrey la crea porque allí hay las minas que necesita, mientras que en Bilbao, donde ya existían muchas fundiciones, había problemas por la dificultad del transporte a través de la ría. Y en Monterrey no sólo crea la factoría sino que pone un ferrocarril y levanta una ciudad con sus escuelas, su iglesia y demás servicios. Mi bisabuelo fue liquidando sus negocios en México a partir del año 1900, después del desastre colonial de 1898, y hacia 1920 ya se afincó de nuevo en España. Fue en esa época cuando constituyó el Banco Hispano Americano, del que fue presidente hasta 1933. Es decir, Florencio Rodríguez funda el Banco de Gijón en 1900 y al año siguiente Basagoiti crea el Hispano Americano. Después hubo mucha historia, ya que se fusionan o se absorben y nace el Central Hispano, que luego será el Santander Central Hispano y ahora es el Santander".

Firestone Hispania.

"Este bisabuelo se había casado con una asturiana de Colombres, Francisca Ruiz e Ibáñez, y tuvieron 14 hijos y uno de ellos fue Antonio Basagoiti Ruiz, mi abuelo, que nació en México en 1888 y coge la presidencia del Banco Hispano a la muerte de su padre. Y mi padre, como digo, nació ya en Madrid. Estudió y se doctoró en Ingeniería Industrial y eso influyó en que mis primeros estudios fueran esos. Recuerdo que mi padre me llevaba a visitar fábricas en las que trabajaba, y fundamentalmente la de Firestone, de fabricación de neumáticos para vehículos. Mi abuelo Basagoiti Ruiz había sido uno de los fundadores de Firestone Hispania, filial de la empresa americana. Eran los años 30 y en España había pocos coches pero mi abuelo se metió en el tinglado de que había que fabricar ruedas porque los coches acabarían llegando. Así, se montó una gran fábrica en Basauri y luego una ampliación en Burgos. Mi abuelo siguió lo que su padre había hecho en Monterrey y al montar la factoría crea un poblado que tenía su escuela, su iglesia y los recursos necesarios. Mi padre fue ingeniero de esas factorías y después consejero, director adjunto y vicepresidente de Firestone, que años más tarde pasó a llamarse Bridgestone, cuando la compraron los japoneses. También fue consejero del Banco Hispano Americano y presidente de 1961 a 1968, así como consejero del Banco Urquijo, de Seat, de Seda de Barcelona y de otras empresas".

Dos marquesados.

"Mi madre, Ángeles García-Tuñón y Rodríguez del Valle, había nacido en Cuba, aunque los García-Tuñón son originarios del concejo de Las Regueras y fueron emigrantes a Cuba e indianos. De este modo, al casarse con mi padre, se unen de nuevo los Basagoiti con una familia asturiana, al igual que había sucedido con mi bisabuelo y Francisca Ruiz. De ese modo se cerraba de nuevo el círculo de relaciones familiares y también comerciales y bancarias, ya que los García-Tuñón invirtieron parte de sus capitales en la fundación del Banco Hispano Americano. Mi madre descendía de Segundo García Tuñón, al que la Corona le concedió el título de marqués de Las Regueras y a Basagoiti Arteta se le concedió el título de marqués de Algorta, que nunca aceptó porque era una persona muy modesta".

Tradición bancaria.

"Fui el segundo de seis hijos, tres chicos y tres chicas. Todos viven. Por orden somos Antonio, Guillermo, Juan, María, Belén y Aurelia. Mi hermano Mayor, Antonio, nacido en 1942, es el que ha seguido la tradición bancaria de la familia. Fue consejero del Banco Santander, presidente de Unión Fenosa y es presidente de Banesto. Su hijo, y sobrino mío, es Antonio Basagoiti Pastor, ex presidente del PP vasco y que ahora está afincado en México y moviéndose en el círculo de los grandes empresarios de ascendencia asturiana, que le han impresionado por su dinamismo y potencia. Dejó la política un poco escaldado y después de haber peleado durante 15 años y jugándose el pescuezo todos los días por la amenaza de ETA.

La sencillez de una castaña.

"Mi madre pintaba y lo hacía muy bien, y mi padre, con otra mentalidad, la de ingeniero, también pintaba. A mi madre le transmitió Evaristo Valle varias influencias y ella fue la que le transcribió a máquina todos los manuscritos de su obra literaria. Había una especial afinidad entre ellos. En el presente se está haciendo una tesis doctoral precisamente con los escritos literarios de Valle. La primera vez que yo coincidí con el pintor fue en Gijón, durante un mes de agosto, en la casa que hoy es la sede del Museo. Fue hacia el año 1948 y yo era muy pequeño. Recuerdo que fue una comida de esas de alcurnia, con presidentes de bancos, algún ministro y el presidente del Tribunal Supremo, que era un primo de Valle, Santiago del Valle. Después de la comida, Evaristo Valle me llama y me aparta del grupo, y me lleva a los jardines. Allí coge una castaña, la abre y me la enseña. Y me habla de la belleza que hay en aquello tan simple. Vista desde ahora, la escena era de un enorme contraste con aquellas conversaciones de la comida, que supongo eran de tipo macroeconómico. Ese fue mi primer y último contacto personal con Evaristo Valle, porque el segundo recuerdo que tengo es que, estando en Madrid, nos dice mi madre con gran pesar que se había muerto el tío Evaristo. Era el año 1951 y yo tenía 7 años. Fui adquiriendo aficiones artísticas e inquietudes que me obsesionaban. Creo que hay temas genéticos, y uno de ellos era para mí lo industrial, que está presente en toda mi obra de escultor. Durante los veraneos en Bilbao, mi paisaje favorito era el de la ría. Me escapaba con una bicicleta y contemplaba aquello, que para mí era increíble, con todas las fundiciones, los desguaces de barcos o los astilleros. Y digo que es genético porque también está ese pasado del Basagoiti y su fundición en México".

Cuadro de honor.

"Estudio en el Colegio de El Pilar, de los Marianistas. En un curso superior, el compañero de mi hermano era Javier Solana, que siendo ministro de Cultura me lo recordaba cuando vino a la inauguración del Museo. Tuve una sintonía muy grande con Solana, porque cuando andábamos fijando la fecha del acto me decía incluso: "Vente ahora mismo por el Ministerio; coge un taxi y nos vemos ahora mismo. Pero de El Pilar me expulsaron muy pronto, cuando tenía 12 o 13 años. Yo no sintonizaba nada con aquella disciplina y me dedicaba a jugar al frontón cuando había que estar en clase. Fui un estudiante nefasto y cuando formábamos en los pasillos para entrar a las clases yo miraba de reojo los cuadros de honor que había en las paredes, con los números uno. Y mi padre estaba en uno de esos cuadros, el primero, y, en cambio, yo deshonrándole. La expulsión, ya digo, fue porque no asistía a clase, sino que en los recreos me escondía para luego seguir jugando al frontón".

El Sistema 3, de IBM.

"Después fui al Colegio Arana, en la calle de Claudio Coello, un centro para gente con dificultades de estudio. Lo pasé bien y realmente, como se educaba con la fuerza y te pegaban unas palizas impresionantes, yo me decía: "Aquí hay que estudiar, si no te zumban". Es cuando realmente empecé a estudiar y al terminar el Bachillerato, por esas influencias industriales de mi padre, hice dos años de Ingeniería Industrial y después pasé a Ingeniería Aeronáutica. Pero lo dejé y pasé a trabajar en IBM, en el centro de procesos que tenía en el paseo de la Castellana. Primero fui becario y después me hicieron un contrato como programador. Fue un trabajo que tampoco me interesó mucho, pero conocí los primeros sistemas informáticos, por ejemplo el Sistema 3, que era un mini ordenador que ocupaba una habitación entera, pero tenía menos potencia y capacidad de almacenamiento que la que hoy tiene un teléfono móvil. Pero era lo más novedoso entonces e IBM no tenía competencia. Todos los centros de datos de los bancos trabajaban con esa empresa y el primer trabajo que tuve fue la implantación de las tarjetas de crédito del Banco Bilbao".

Exposición de Rubio Camín.

"Pero mi ambiente era la Biblioteca Nacional, o el Café Gijón, que estaban cerca. Ya cuando era estudiante universitario y supuestamente tenía que estar en la Escuela, me escapaba a esos lugares. En los bajos de la Biblioteca Nacional se organizaban unas importantes exposiciones de arte contemporáneo, entre ellas una de Joaquín Rubio Camín, que es la que me abrió los ojos a todo este mundo al que me dediqué después. Estamos hablando de finales de los sesenta y principios de los setenta. Aquella fue una exposición impresionante, que ocupó todos los bajos y con un montaje espectacular. Había unos angulares muy sencillos, perfiles industriales con los que Joaquín trabajó mucho, y me abrió un mundo de expresividad en torno al arte industrial que a mí me interesaban. Y en 1975, estando yo en IBM y cuando ya tenía dos hijos que debían de tener 2 y 3 años, decidimos mi mujer, Alina Brown, y yo, casi heroicamente, trasladarnos a Asturias".

El accidente de Ickx y Oliver.

"Pero antes hay un periplo interesante y que también explica mi matrimonio con Alina. En el período anterior a IBM yo empiezo a trabajar en la fotografía. Mi madre me había regalado una cámara que había sido de su padre, Guillermo García-Tuñón. Era una cámara Kodak de fuelle, de los años 20, para la que ya no había película porque utilizaba el carrete de seis y medio por once. Pero la modifiqué con una especie de flejes y una corredera y también me monto un laboratorio. Y con 12 o 13 años empiezo a hacer asiduamente fotografía en blanco y negro, que me ayuda mucho a mirar, a educar la mirada. Aquello fue algo realmente importante para mí y a finales de los años sesenta asisto como fotógrafo libre a los grandes premios de Fórmula 1, trabajando para Firestone, que suministraba las ruedas. Había que tomar imágenes para temas de publicidad y otros asuntos, y haciendo aquello logro unas fotografías en un Gran Premio de España de Fórmula 1, en el circuito del Jarama de Madrid. Fue el día que Jacky Ickx y Jackie Oliver tienen un accidente, un choque, y se incendian sus coches. Yo obtuve unas imágenes espectaculares, con el incendio y con ellos envueltos en llamas y saltando de los coches, y girando y restregándose por el suelo para apagar el fuego de sus trajes".

La foto mejor pagada.

"De todo aquello ya había hecho diapositivas en color y las llevé a la Agencia "Efe", para que me hicieran una oferta. Pero ésta fue ridícula, de unas 25.000 pesetas, creo recordar. Así que cojo un avión y me planto en París y se las consigo vender a la revista "Paris Match", pero con la mala suerte de que hay una huelga de talleres y el número de esa semana no sale. Entonces, a través de un artista español que se llamaba Ramón Bilbao, contacto con la Walter Thomson, la agencia de publicidad, y, curiosamente, uno de los que llevaba allí los temas de fotografía era íntimo amigo de Jacky Ickx. Él coge las diapositivas y se planta en el aeropuerto para entregárselas a un piloto, de modo que a la mañana siguiente estaban en Nueva York. A las pocas horas me comunican de la revista "Life" que las compran y que van a hacer una página doble con una de ellas. Por las cifras que me dieron, fue la foto mejor pagada del fotoperiodismo, un millón y medio de pesetas de entonces, que era mucho dinero. Eso me ayudó a obtener recursos y a adelantar mi matrimonio. Luego esas fotos se fueron vendiendo a varias revistas en Europa y también a "Sport Illustrated", la revista de deportes. En EE UU trabajaban con una seriedad absoluta y cada vez que me llegaba un sobre con el membrete de "Life" me daban palpitaciones por ver de cuánto era el talón por los derechos de la venta de las fotos".

Seriedad comparada.

"Pero hay otro detalle para ver cuál era el nivel de seriedad si comparábamos países. Cuando yo me presento en "París Match" me dicen que esas fotos ya les habían llegado de la agencia "Efe". Y lo que había sucedido es que en "Efe", cuando había ido a verles, se llevaron las diapositivas de mi presencia durante cinco minutos. Era alucinante. O sea, me daban cuatro duros y además las reprodujeron sin que yo lo supiera y sin pedirme autorización. Pero al comprar las mías la revista "Life" ya llevaron el asunto a rajatabla. Supongo que "Efe" envió a "París Match" unas copias de baja calidad, unos contactos en blanco y negro, pero las originales eran mis diapositivas en color. Yo no estaba acostumbrado a esa cantidad de dinero porque como fotógrafo libre Firestone me pagaba cuatro duros, o sea, los gastos para los desplazamientos y poco más. Yo tampoco exigía mucho más y si vendía alguna foto era por un precio simbólico para mantener la actividad y el equipo. Como para decidir casarme...".

El fotógrafo japonés.

"La Fórmula 1 había sido algo minoritario hasta aquel tiempo, pero entonces comenzaba a tener proyección. Al Jarama iban 2.000 o 3.000 espectadores, que, no obstante, era poco. En las fotos del accidente se ven las gradas y la mayor parte está vacía. Pero ya iba la televisión, porque de ese día tengo fotos del cámara tirándose de una especie de torreta, un andamio, cuando se produce el fuego. Y recuerdo también que a mi lado había un fotógrafo japonés que estaba preparadísimo. Tenía un montaje que era la primera vez que yo lo veía. Estaba sentado delante de una especie de teclado de ordenador y tenía varias cámaras motorizadas sobre trípodes. Cuando yo estaba haciendo las fotos del accidente pensé: "Bueno, al japonés éste le saldrán unas fotos espectaculares". Pero resulta que el japonés también pegó un salto y salió disparado con el fuego. Yo, al revés, me acerqué todavía más al accidente, que era como un mar de llamas".

Segunda entrega: El almirante Brown