Ángela Vila y Juan Antonio Fernández, maestra de Educación Infantil e ingeniero de minas. Están en la treintena, se conocieron en Argentina, mientras aún estudiaban, se casaron en 2015 y luego estuvieron trabajando en Kazajistán y Canadá. Y, mientras tanto, fueron teniendo niños. El cuarto acaba de nacer en la casa de Muros adonde llegaron en 2020.

Ángela Vila Pozo, valenciana, maestra de Educación Infantil, de 33 años, y su marido, Juan Antonio Fernández García, de 35 años, ingeniero de minas criado en Oviedo pero de familia casina, se instalaron en 2020 en Muros de Nalón, en una casa que aún están reformando y en cuyo prado juegan incansablemente sus tres hijas pequeñas: Inés, Isabel e Irene. Pero hay uno más: acaba de nacer un cuarto hijo, Juan. Han encontrado por fin el sitio donde quieren criarlos. Pero hasta llegar a este punto dieron muchas vueltas. Se conocieron en Argentina, adonde ambos acudieron a estudiar por separado. Después de casarse, en 2015, y siguiendo los destinos laborales de Juan Antonio, estuvieron en Canadá y Kazajistán. Mientras tanto, entre mudanza y mudanza, la familia fue creciendo. Solo en su casa de Muros tienen quorum para montar una guardería, pero lo llevan con mucha paciencia. Y con ayuda de sus respectivas familias.

Habla Ángela:

"Nuestra forma de ver la vida no suele ir mucho con la tendencia general. No es que lo hayamos decidido. Juanan son tres hermanos y en la mía somos cuatro. No ha habido la conversación de: ‘Vamos a formar una familia grande’. Es como que siempre lo hemos sabido. Yo vengo de un entorno religioso practicante y para mí es muy común, yo soy creyente. Antes, es verdad, te daba un poco de vergüenza decir eso de que eras creyente, pensabas: ‘A ver en qué saco me van a meter’. Pero ahora ya me da un poco igual. Un motivo es que yo confío en Dios, pero también es que es la vida que queremos. Tenemos dos personalidades muy confiadas, somos muy relajados, poco calculadores. Creemos en que todo se arreglará. Y al final es que nos ha salido bien el asunto: con cada niño que ha nacido nos ha venido alguna mejora laboral".

"Somos poco calculadores. Hombre, hay que planear lo mínimo con cuatro niños. Pero somos muy que tirar para adelante y decimos: ‘Ya se solucionará’. Lo que tenemos claro es que nos vale mucho más tener una familia grande y ya veremos cómo ajustamos lo demás. Nosotros vamos para adelante y confiamos".

"Esto nos aporta mucho amor, mucha alegría. A ver, si me pongo profunda, mi teoría es que uno, cuanto más se olvida de uno mismo y más piensa en los demás, más fácil lo tiene para ser feliz. Y, al final, cuando tienes hijos eso te viene impuesto: no tienes otra opción, siempre estás pensando en otra persona que no seas tú. A nivel práctico, de cansancio, es una tortura, pero en el fondo estás lleno y tu vida es muy bonita sin saber cómo".

"Luego, a nivel mucho más terrenal, me gusta la infancia que están teniendo. Muros no puede ser un entorno más idílico, van a al cole, juegan en el prado entre ellas... En casa siempre tienen con quién jugar. La verdad, es como un sueño que perseguíamos".

"Es una sorpresa diaria y es muy duro, son las dos cosas. Es verdad que los ojos te hacen chiribitas cuando ves a tu bebé y no has visto nunca nada más perfecto. Y cuando te quedas sin bebé y ves que se hacen mayores, no haces más que querer tener otro. Pero en el día a día también ves que no hay esclavitud mayor. Nuestras madres no sé cómo lo hacían sin la compra online. Solo pensar que tengo que ir al Mercadona y que no me traen la compra a casa, ya se me trastoca toda la semana. Si no ves más allá de eso, no es que no tengas niños, es que devuelves lo que tienes".

"He empezado una empresa con muchísima ayuda de mis hermanos. Cuando estuvimos viajando hice algún trabajillo: en alguna academia de inglés en Kazajistán, en Montreal en una escuelita de Montessori, que fue una experiencia preciosa... Pero luego, al volver a España y aquí en Asturias, es un poco difícil... Estuve buscando, pero luego, al ver lo que salía y lo que podía cobrar y la situación familiar, vimos que acabábamos perdiendo, y acepté que mi rol iba a ser el de madre de familia y luego a ver cómo lo podía encajar. Y la verdad, sí, fue con mucha alegría. Me encanta estar en casa con ellas".

"Pero es verdad que sientes el impulso que hacer algo diferente. Como yo le doy muchas vueltas a estos temas del impacto de las decisiones que tomas y de la sostenibilidad, pues montamos una tienda de ropa infantil online, de marcas que respondan a criterios de sostenibilidad. Es una tienda pequeñita con una selección muy cuidada Se llama Apple of my Eye. Acabamos de empezar, con ayuda de mis hermanos y mi cuñado. Llevamos seis meses y la cosa va tirando, pero necesita su tiempo".

Habla Juanan:

"Soy criado en Oviedo pero mi familia es de Caso, así que los fines de semana y festivos y verano siempre íbamos a Soto de Caso. Estudié en el San Ignacio y cuando acabé el Bachillerato, por dar continuidad a la incertidumbre de no saber qué hacer con mi vida, pues me metí a estudiar Minas, que era la facultad que más cerca me quedaba. Y fíjate. Empecé a Minas para estar al lado de casa y acabé dando vueltas por el mundo. Después de trabajar para la multinacional Glencore en Canadá y Kazajistán me surgió en 2018 la oportunidad de venir a Asturias para trabajar en Orovalle. Estuve tres años y me trataron muy bien, pero estaba buscando la forma de conciliar mejor la vida profesional con la familiar. Estaba muchas horas en la mina. Así que, con uno de mis mejores amigos y otros socios, decidimos crear una empresa propia, Asturmine, y ahora estamos trabajando subcontratados para Glencore en minas de Kazajistán".

"Lo del covid ayudó. Ahora se pueden hacer muchas cosas en remoto y luego se viaja y ya está. El horario para las reuniones online es un poco raro porque tengo que trabajar con gente de Australia y Kazajistán y de Canadá, pero me permite estar mucho más tiempo en casa".

"Yo tenía claro que quería vivir en Asturias porque mi familia está aquí y yo quiero estar con mis padres todo el tiempo que se pueda y quería tener aquí mis hijos y que convivieran con ellos. Para mi trabajo sería mucho más fácil estar en Australia o en Canadá. Pero para poder quedarse aquí cada uno tiene que sacarse las castañas por sí mismo, tenemos que empujar cada uno. No podemos esperar a que el Principado empuje por nosotros, a que nadie empuje por nosotros. Hay que empujar y mover el culo. Al final, el que la sigue la consigue. No siempre, pero hay que estar ahí. Y, oye, si las cosas van mal, siempre está la opción de volver a salir a trabajar fuera".

"Ni Ángela ni yo nos agobiamos. Creo que soy un poco más optimista, siempre pienso que van a ir bien las cosas. Y si van mal, pues siempre hay planes B para sofocar la situación".

"Tener cuatro hijos... Todo fue de golpe, y la verdad es que hay veces que todavía no sé cómo están aquí. De repente me encuentro con Juan y digo: ‘¡Coño, Juan, si estás aquí, pero si eres mi hijo!’. Yo diría que es sorprendente. Pero estoy encantado. Porque hay mucha fiesta, hay mucha risa. Mi abuelo siempre decía que para ser feliz siempre había que tener un guaje y un jamón en casa. Que la felicidad venía de ahí. Yo creo que esto es el amor, macho. Yo creo que es como el amor infinito. Eso que siempre te dicen. Pues es verdad. Yo soy mucho más feliz. Que vengan los que vengan, no se planifica nada. Si quedamos en cuatro, bueno. Y si vienen seis, pues vinieron seis. Lo que nosotros intentamos es ser felices, habrá gente a la que esto no le guste, pero cada uno tiene que buscar lo que le gusta".