Olga Sánchez, cocinera, es la madre de Esther y nacho Manzano, dos de las grandes referencias de la cocina asturiana,. Pero fue también su primera maestra en los fogones de casa Marcial, en el pueblo parragués de La Salgar.

Asturias es buen comer –es uno de los grandes capitales regionales– y en Parres eso llega a la excelencia. Parragueses son Esther y Nacho Manzano, dos de las grandes referencias de la alta cocina asturiana. Ambos tuvieron buena maestra, su madre, Olga Sánchez, cuyos platos en Casa Marcial convirtieron un bar-tienda en La Salgar en un lugar de peregrinación gastronómica. Si lo que hacen los Manzano a usted le sabe a gloria, lea a continuación a qué se debe. Olga lo cuenta:

"Nací el día 13 de junio, día de San Antonio, de 1937. Hay gente que se quita los años, pero yo no. Yo los digo todos, así que echa la cuenta. 85 voy a hacer. Pero no creas, ya me veo yo... Hasta los 84, bien. Pero parezme que ahora, al ­caer los 85, ya me veo yo como un poco despistada. É así la cosa. Tienen que venir los años, los años tienen que venir. La cosa é tener salú de momento".

"Nací en Cofiño. Ahí me crie con mi abuela. Soy hija única. Mi madre murió con 54 años. A los 34 años tuvo cáncer en un pecho y se lo quitaron y, bueno, marchó bastante bien, pero a los 54 presentóse-y en el pulmón. Murió con 54 años, toda una moza. Mi padre murió con 24. Yo tenía ochos meses, no lo conocí. No tuve suerte con los padres. Mi padre murió en Rusia. Era muy lanzáu, según me contaba mi abuela. Por la parte de él, vivían en Llanes. Yo iba muchu pa Llanes también con la otra abuela y eso. Les mis tíes me contaban que marchó a Rusia y allí murió de un derrame cerebral. Así como los otros eran todos de derechas, como decíemos antes, mi padre era del otru lau. Era comunista. A mí me puso el nombre de Olga, sin María delante y sin María detrás. Olga es nombre ruso. En Cofiño éramos todos muy beatos, siempre teníamos allí al cura confesando y comulgando. Recuerdo que vino para las confesiones un sacerdote nuevo, por cambiar un pocu con el de allí. Porque ya estábamos fartucos de confesar con él. Y el nuevu me preguntó: ‘¿Cómo te llamas?’. Yo era una cría, una chavalina de 14 o 15 años. Yo dije: ‘Olga’. ‘Serás María Olga’, me dijo. ‘Soy Olga’. ‘Será Olga María’, entonces. ‘No, no. Yo soy Olga sola’. Y me contestó, un poco serio: ‘¿Olga Olga?’. Nombre ruso. Ay no sé, de aquella no sabía. Así me asentó mi padre: Olga solu. Entonces todes eren María Luisa, Mari Carmen, todes con María delante".

"Casámonos el 11 de junio y el día 12 el mi marido, Marcial, hacía 31 años y yo el día 13 los 30. Llévame un añu y un día. Yo empecé con Marcial con 24 años y él con 25. Dejamos siete años antes de casarnos. De aquella era buenu, ¿eh? ¡Siete años!".

"Crieme con los abuelos y mi madre estaba pa Oviedo, era modista, cosía pa comer. A mí nunca me gustó coser. Mi madre cosía muy bien, y luego la tía, la madrina mía, que era hermana de papá, tenía una academia en Llanes y conocía a tou el mundu. Tendría a ventitantes chavalines aprendiéndo-yos el corte. Cosía también pa los indianos que veníen a Llanes. Cosía bien y tenía mucha fama, luego clavaba también bastante, jajaj. En julio y agosto yo marchaba con los güelos y con les tíes a Llanes".

"Conocí al marido que tengo por les fiestes de Arriondas. Él vivía con los padres y tenían bar tienda y ganao también. Tenían bar tienda en La Salgar. Al casarme, marché a vivir con mis suegros y una cuñada que estaba soltera. Allí nacieron todos los rapaces. Olga, la primera, que se llama como yo; luego la segunda, Esther; el terceru, Nacho, y luego la última, Sandra. Y Nacho no era muy amigu de estudiar, siempre pedía el bocadillu y a hacer los deberes, pero cuando daba media vuelta ya andaba por el pueblu, ya no estaba Nacho".

"No me quedó otro remediu que cocinar. Yo crieme bien. Cocinaba algo después en Cofiño pa la abuela y eso, porque la abuela comía la comida diferente y a mí gustábame comer otres coses ya. Después estuvimos en La Salgar con la suegra y no daban comidas ni nada, pero mi suegra murió y luego Herminia, que era la última hermana que vivía con nosotros, casose y marchó pa Pola de Siero. Quedamos Marcial y yo solos y empezamos a hacer encargucos. Yo cocinaba cabritu, corderu, pollu con arroz. Se ve que lo que cocinaba tenía fama, porque la gente subía a comer el cabritu bien cocináu. A mí me gustaba hacelu con los productos que fueran buenos. Siempre me decía una vecina: ‘¿Por qué echas del vinu blancu del Tío Pepe o Fino La Ina?’. Pues porque é muchu mejor que lo corriente".

"Mi madre cocinaba muy bien, se llamaba Gloria. Pero muy bien. Gustába-y la cocina. Yo copiaba les coses de mi madre. Mamá todavía conoció a la cría mayor, Olga, con ocho meses. Si me viera ella ahora con cuatro chavales... A mí, que me hubiera gustado tener más hermanos...".

"Sí, mamá cocinaba muy bien. Llamábala en Cofiño mucha gente, ricachones, cuando celebraben algo. ‘Gloria, tienes que venir’. Por eso Nacho puso el nombre de Gloria a los restaurantes, tanto que-y hablaba de mamá".

"Ella, como yo, cuidábamos muchu la comida. Yo procuraba adobar bien la carne, bien adobadina, y teníalo tola noche y al otru día madrugaba y ya lo freía y, después, nada: buena cebolla y pimientos buenos y el vinu blancu sí, nada del corriente. Cogía la botella de Fino La Ina o el Tío Pepe y catapún. Daba otru sabor. Y cuidalu muchu tou, eso claro. Y muy cocidín, mucha cebolla. Después pasaba la salsa y quedaba muy finina. No tenía más secretos. Los productos tienen que ser buenos".

"Y de postres solamente hacía arroz con leche. Marcial decíame: ‘¿Por qué no haces más postres, Olga?’. Mira, tengo cuatro rapacinos pequeños. Con da-yos la cena, acostalos y luego sentame a revolver dos hores y media el arroz con leche ya tengo bastante. Home, home, no me hagas hacer más postres porque no los hago. El que no quiera arroz con leche, ahí en la tienda tien melocotón de bote. Yo soy: cabritu, el pollu, el corderu y, buenu, la sopa de mariscu y esu. Y de postre, arroz con leche, bien hechu. Decíame una tía mía: ‘Una buena cocinera no es una buena repostera, cada unu a lo suyu’".

"Cocinar es muy esclavo, esclavísimo. Prefiero poner un delantal y fregar y ordenar que cocinar. La cocina quema un poco. Son muches hores, es desagradecido. Ye un orgullo ver lo que hacen los hijos, pero a veces también me da pena de ellos. Madre, prubinos, lo que trabajen. Pero también te presta porque ves a la gente venir a comer y yo, que soy muy hablantera, hablo con ellos. A la gente le gusta saber".