Ideas para salvar al paisano, esa especie en peligro de extinción

ASTURIANOS EN SOMIEDO: Daniel Suárez

Julián Rus

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

 

Daniel Suárez Sánchez, fundador y CEO de la tecnológica Zapiens y promotor de la comunidad «Caunedo, pueblo emprendedor». Nacido en 1980, economista por la Universidad de Oviedo, Daniel Suárez se crio en Somiedo y, pasados los 30 años, volvió a su concejo natal, desde donde dirige su consultora tecnológica y donde impulsa un comunidad de emprendedores (digitales y analógicos) desde el pueblo de Caunedo.

Daniel Suárez Sánchez encabeza la empresa tecnológica Zapiens, una plataforma digital para formación y selección de empleados basada en chats automatizados con inteligencia artificial. Tiene unos 40 empleados, todos trabajando en remoto y cuenta entre sus clientes a relevantes compañías multinacionales como Ikea, el grupo mediático Havas, L’Oréal, Arcelor Mittal o Vodafone. Aunque viaja constantemente, su centro, su «campamento» es el pueblo de Caunedo, en Somiedo, donde también impulsó a partir de la pandemia un «colinving» llamado «Caunedo, pueblo emprendedor»: un espacio de apartamentos, individuales y compartidos, donde distintas personas llegan para desarrollar un proyecto empresarial, de base tecnológica pero no necesariamente, y para vivir en el medio rural en comunidad. Éste es Daniel Suárez y ésta es su visión:

«Yo soy de 1980, así que 43 tacos. Mi padre es de Somiedo y mi madre de la costa, de la zona de Ranón y Naveces. Como digo, yo de la costa de Somiedo. Así que yo soy trucha asalmonada. Yo me crié en Somiedo. Mi padre, Ricardo Suárez Argüelles, fue el primer alcalde de Somiedo en la democracia (por el PSOE, la pasada legislatura fue diputado regional) y el que estaba cuando se puso en marcha el Parque Natural.

 Mi padre y mi madre se conocieron en la Universidad y cuando mi padre salió elegido alcalde, con 21 añinos, yo debí nacer fruto de la negociación con mi madre. ‘Si vamos a ir a vivir a Somiedo yo tengo que estar entretenida, así que vamos a generar un muñeco interactivo’. Y entonces, nada. Se ve que así fue. En Somiedo estuve viviendo hasta los 5 años. Luego para Oviedo. Y luego, lo típico de cuando te vas del pueblo a la ciudad; subíamos todos los fines de semana a la casa del pueblo y pasábamos todo el verano arriba en Somiedo, a la hierba y esas cosas».

Los playmobil

«El pueblo de mis abuelos es Gúa y el de mi bisabuela, Caunedo. De crío vivía en la Pola. Mis primeros recuerdos de Somiedo son los fines de semana y todos los veranos en Gúa, en la casa de mis abuelos. Era el único crío del pueblo. Con lo cual, yo siempre digo que ahí nació mi creatividad. Con lo que me inventaba en un sitio a donde iba a jugar con los playmobils, en Gúa. Ahí me imaginaba yo mi mundo después de ir a la hierba y después de hacer lo que hubiera que hacer. Yo creo que ahí también me nace la idea de querer llevar más gente a Somiedo. A lo mejor por el trauma infantil de que no hubiera más guajes en el mi pueblo. Me apetece que haya todos los guajes y guajas con los que jugar, crear proyectos, emprender...»

«Luego estudié Economía en la Universidad de Oviedo. Con 22 años marché a Argentina, era la primera vez que salía fuera. Después estuve en Inglaterra. Más tarde trabajé en una multinacional, en la Thyssen. Y después ya empecé a viajar. En Inglaterra estuve en un proyectín de coche eléctrico que habíamos montado. Te estoy hablando de 2008. Y luego monté mi primera consultora y volví a viajar mucho: Estados Unidos y Alemania, principalmente».

Camino a casa

«Empecé a volver mucho más a Somiedo en torno a los 30 años. Lo típico, en la huertina, a arreglar una cuadra que teníamos ahí. Luego, empecé a llevar clientes a Somiedo, a hacer allí talleres, a pasar un mes o dos en invierno, que a mí es cuando más me gusta estar. Entonces vino la pandemia y aproveché para quedarme en Caunedo y para empezar a atraer a gente. La pandemia me permitía dedicarle más tiempo a la opción del emprendimiento rural. Y ahí montamos la fabriquina de cerveza de la Pola, un espacio para poner en valor el producto de artesanía, en la Pola también, y empezamos con el ‘coliving’ de Caunedo».

Echar valor

«El Parque Natural supuso un cambio radical en Somiedo. Date cuenta de que, cuando yo era crío, no había agua caliente en casa. Y las carreteras eran pistas. Ahora somos un ejemplo. Tenemos que estar muy orgullosos de que hayamos mantenido la biodiversidad y la estructura ganadera, sigue siendo muy poderosa. Y ha aumentado de volumen. Antes era una economía de subsistencia. Hay un turismo potente. Y ahora, con la fibra, también se puede atraer a nómadas digitales. La mezcla de todo es la riqueza de Somiedo, biodiversidad en todos los sentidos. La biodiversidad del ecosistema natural pero también económica».

«El Parque y la declaración de la Reserva de la Biosfera pues ha ayudado a conservar y que siga existiendo aquí lo que, a día de hoy, es el animal en extinción. Que no es el oso, es el paisano, el paisanaje. Hay las dos cosas importantes que trajo el Parque Natural. Lo primero, pone valor. Hizo que nos diéramos cuenta de que esto que hay ahí que tiene un valor. Muchas veces los asturianos no valoramos lo que tenemos. Y luego también ayudó a entender la verdadera riqueza que es la biodiversidad, y que si colaboramos y apostamos un poquito por ello se puede ir construyendo algo que hoy ya es una realidad visible, nacional e internacionalmente. Una realidad que preserva el entorno sin caer en las masas. La sostenibilidad es muy importante. Somiedo mantiene esa autenticidad de lo que no está explotado masivamente. De hacer cosas pequeñitas pero con calidad. Yo siempre digo que eso va un poco con la filosofía asturiana, cuyo reflejo es el prerrománico, que son cosas pequeñitas pero de mucha calidad. En cuanto nos sale grandonismo asturiano dejamos las catedrales a medias».

Lejos según se mire

«Para mí es lo más natural y normal vivir en Somiedo y seguir con mi empresa. Yo no siento esa disociación entre vivir en la ciudad o en un pueblo. Viajo mucho, la verdad. Estuve tres años bastante estático en Somiedo, tranquilo, creando producto. Y ahora este año me pillas más viajando. Pero desde Somiedo estoy más cerca de Madrid que desde Oviedo. Cojo la furgoneta, salgo por el Puerto, voy a León y luego en AVE a Madrid. Dos horas y media. Desde Somiedo estoy a una hora menos de Madrid que desde Oviedo. No estoy en el culo del mundo. El aeropuerto está a 50 minutos. Todo es relativo. No hay más que meterle escala. Me acuerdo que en Buenos Aires, cuando decían ‘Vamos de fin de semana a Mar del Plata’, yo preguntaba: ‘¿Cuánto tiempo es?’ Seis horas y media. ¿Seis horas y media para pasar el finde? Claro, el de Oviedo va a Luanco y es media hora. Todo es relativo. Cuando andas todo el día viajando, menos de 4 horas de desplazamiento es cerca».

«Somiedo es mi campamento base, mi cuartel general de calzoncillos. Ahora digo que hago el vikingo. Salgo a ver a los clientes, hay que facturar y hay que salir a vender. Y cuando ya consigo el tesoro, pues vuelta a casa, descanso y a seguir».

Nueva trashumancia

«Dentro de la comunidad que estamos formando en Caunedo, para cuando nos vienen nómadas digitales ahora estamos restaurando otra casa que tenemos por la zona de Ranón, encima del playón de Bayas, para conectar playa y montaña. A la gente, cuando se viene a largo plazo, también le mola tener algo de naturaleza de mar. Como yo digo, estamos haciendo la trashumancia otra vez. Antes el vaqueiro bajaba las vacas de Somiedo a Cudillero. Y digamos que ahora hacemos lo mismo. Lo mío no son ovejas ni son vacas, son nubes digitales. Pero, bueno, en el fondo es lo mismo».

Otra conexión

La pandemia favoreció el teletrabajo, totalmente. El teletrabajo es genial para la parte técnica, fundamental, nosotros somos una empresa totalmente remota, pero luego el cliente valora mucho el encuentro presencial. Por eso también, cuando me llevo clientes a Somiedo –han venido comités de dirección de grandes empresas, de Decathlon o Vodafone por ejemplo– eso nos permite trabajar con ellos en un espacio donde conectas de otra manera. No tiene nada que ver una reunión en el piso 58 de un edificio de Gran Vía, donde están todos azotados y con estrés de caballo, que una reunión después de irnos a hacer la ruta al lago, tomar una de sidra… Ahí conectas con las personas a otro nivel».

«Todos los años hago una fiesta, que es el Paraíso Startup, desde hace cinco años. Cada año vienen unas cien personas de distintas empresas. Es gente que repite y los que vienen, cuando lo ven, se quitan el miedo, desmitifican, ven que esto no está tan lejos y conectan con una vida más tranquila, donde no pierdes nada, sino que ganas cosas. Eso es clave».

Los «remotos»

«Se ven claros ejemplos de éxito al atraer nómadas digitales como Lisboa, donde tienen más de 8.000 nómadas digitales; como las islas Canarias, la Costa del Sol y Málaga… Eso Asturias también está fomentándolo. Tenemos una riqueza y una calidad de vida que hay que ponerla en valor y que, además, atraería un montón de talento. Pero creo que más que nómadas digitales, preferiría trabajadores en remoto. Que uno venga un mes a trabajar me parece estupendo, pero lo que me interesa es que se quede a trabajar en Somiedo un programador que cobra 120.000 euros. Porque es el que va a dejar riqueza en el territorio».

Hacer comunidad

«Y para atraer gente, es importante visibilidad y crear comunidad. Para las personas que vienen de fuera, de una ciudad a un pueblo, a una comunidad como la de Caunedo, es mucho más fácil que se queden a vivir porque hay otros 10 frikis más, entiéndeme, gente joven y diversa. Es mucho más fácil vivir en un pueblo si tú te creas un ecosistema y tu propia comunidad. Y luego, claro, abrirse a los vecinos, que son maravillosos. Pero estamos hablando de gente que viene de ciudad, que quiere comunidad, que quiere otros emprendedores. No quieren perder cosas que tenían en la ciudad. Si te vas solo, es mucho más difícil. Esa parte es importante, la creación de pequeños ecosistemas, pequeñas comunidades. Y biodiversas. Si fuéramos solamente programadores tampoco estaría mal. Pero, bueno, si puedes relacionarte con personas que están haciendo otras cosas y te puedes tomar una cervecita con ellos pues genial. Y luego, claro, pues también te tomas otra con un vecino de aquí, que te enseñará otras cosas. Lo bonito es eso, que se relacione todo ese ecosistema local con lo que viene de fuera. Es importante que no se pierda lo local, esos chavales que quieren ser ganaderos y que además trabajan la ganadería desde un punto de vista más actual».

La fuerza de la gravedad

«Creo que hay una cosa que llama efecto gravedad. O sea, por gravedad, las ciudades se han llevado a la gente de los pueblos desde los años 50 y 60, porque ofrecían una serie de cosas que los pueblos no ofrecían. Y ahora, muchos años después, podemos invertir esa gravedad y podemos volver a decir a la gente de las ciudades que los pueblos les pueden ofrecer una serie de cosas que en la ciudad ya no tienen: paz, aire limpio, naturaleza. Y sin perder cosas que tienen en la ciudad: comunidad, conocimiento, colaboración, cultura. Porque eso, además, se puede construir y es muy bonito hacerlo. El proceso de creación de la propia comunidad y de la participación es precioso. Ya no eres un consumidor, eres la gente».

«La cooperación creo que es la clave, que las diferentes ‘tribus’ cooperemos y sigamos ayudándonos para entender que somos destino y que lo que le va bien a uno le va bien a todos. Es la clave. Y comunicación porque, además, hay que comunicar internamente y hay que comunicarlo hacia afuera también. Lo hacemos muy bien, pero nadie lo visualiza. Pues eso que se está haciendo bien, comunicarlo».

Osos y niños

«Y luego, sobre todo, mantener la biodiversidad. Es la clave. La biodiversidad y la sostenibilidad es lo que hacen de Somiedo lo que es. Por biodiversidad entiendo no solo especies salvajes, sino todo... Especialmente el paisanaje, que como decía antes es el que está hoy en extinción. En 1980, cuando yo nací, había 250 niños y creo que se habían visto dos osos. Y hoy, 43 años después hay más de cien osos y menos de 40 niños».